57.

Gian

La consulta no era algo a lo que quisiera asistir. Tenía miedo de emocionarme, de volver a quebrarme como lo había hecho afuera, así que me quedé sentado frente al escritorio mientras a Alba le hacían la ecografía.

—¿Ese es mi bebé? —jadeó Alba de pronto.

Cerré los ojos, odiando mi latido acelerado y mis ganas de levantarme para ver a mi hijo, para tomar la mano de Alba mientras escuchábamos el latido del corazón. Antes de todo esto, lo habría dado todo por ver juntos la nueva vida que habíamos creado con tanto amor, pero ya no había cabida para eso.

—Sí, señorita, ese es su bebé. Está muy fuerte. ¿Quiere escuchar su corazón?

—No —respondió ella—. No quiero incomodar a…

—Hágalo, reprodúzcalo —pedí, aún con los ojos cerrados.

—De acuerdo, señor Lefebvre. Lo pondré.

Casi de inmediato, un hermoso sonido resonó en el consultorio. Fue inevitable que se me llenaran los ojos de lágrimas y que sollozara en silencio, sin que Alba ni la doctora me vieran. Quería verlo, disfrutar del momen
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