56.

Alba

El vuelo no me causó tantos problemas a nivel físico, pero sí emocionales. Gian había decidido que nuestros asientos estuvieran separados. En un principio, no lo estaban, pero él logró negociar con otra pasajera, una amable mujer mayor que ahora estaba sentada a mi lado y que tejía cosas hermosas. La conversación con ella era agradable, pero eso no aminoraba el dolor que sentía por tener a Gian lejos.

—Noto en tu mirada que estás muy triste —me dijo ella de pronto—. ¿Te sucede algo?

—No —le mentí con una ligera sonrisa—. Solo estoy cansada.

—Es por ese apuesto joven con el que venías y no ha querido sentarse contigo, ¿no es así?

—¿Cómo lo…?

—Porque lo noté. Noto una energía muy pesada y casi irreconciliable entre ustedes —contestó, bajando más la voz—. Soy buena para ver ese tipo de cosas.

—Pues se equivoca —repliqué con tono bromista—. Porque debería quitarle el «casi». Lo nuestro es irreconciliable.

—Mmm… Puede ser que no, hija. Porque un amor tan grande no puede morir, por muc
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