60.

Gian

Giré muchas veces en mi cama sin lograr dormir. Cuando comprendí que no podría pegar ojo, me levanté y salí de mi habitación en busca de agua a la cocina.

«Tu hermana se comprometió». Las palabras que mi madre me había dicho se repetían constantemente en mi mente. No me importaba lo que hiciera Cristel con su vida, pero sentía una profunda repulsión al pensar que ella, siendo quien había iniciado todo, saliera bien librada, mientras yo me hundía en el infierno. ¿Por qué ella no sufría como yo? ¿Por qué nadie podía entender mi dolor y apoyaban a esas dos traidoras? Sí, yo también era un traidor, pero estaba pagando el precio más alto.

Era un suplicio estar lejos de Alba, ver crecer su vientre y no poder tocarla, negarme el simple placer de observar cada ecografía.

—Te odio, te odio —murmuré al pensar en mi hermana—. Espero que tu felicidad se derrumbe como la mía.

Tomé un trago del agua que me había servido, sintiendo que el líquido me deslizaba por la garganta. En momentos como
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