62.

Gian

A pesar de no querer creerlo, estaba sucediendo. Alba y nuestro hijo corrían peligro por mi culpa, por haber hecho algo que llevaba meses tratando de evitar. La simple idea de que ella rehiciera su vida con otro hombre me volvió loco y no me dejó pensar en las consecuencias de mis acciones. Alba, aunque siempre se mostraba dócil ante mí, todavía era susceptible a mis amenazas.

—Doctora, por favor —rogué en la puerta de la habitación—. Necesito pasar, soy su padre, pareja de Alba.

—Alba no quiere que usted esté dentro; eso solo la alterará. Y no, no me intente mentir, ustedes no son pareja.

—Por favor —imploré—. Tengo derecho.

—Ella tiene mayor derecho a que se respete su voluntad en el parto. Y no lo quiere a usted. En cuanto al cobro de honorarios, de ser necesario, se le apoyará con opciones de seguros médicos, así que…

—No, no puedo permitir eso. Yo me haré responsable de todos los gastos.

—De todos modos, no puede exigir entrar. Ella sigue muy alterada; apenas pudimos control
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