AlbaCuando abrí los ojos, no pude evitar gruñir. Papá me había dejado acostada sobre su cama, y tanto él como Gabrielle estaban enredados en el sofá, dormidos a pierna suelta. Los amaba mucho, pero eran unos tontos por darme la cama a mí.Los contemplé con cariño desde la puerta de la habitación. Lucían hermosos, enamorados, pacíficos. A ese nivel de tranquilidad quería llegar yo con una pareja, con mi Cris.«O Gian».Fruncí el ceño ante mi pensamiento intrusivo y, furiosa, me metí de nuevo a la habitación para quitarme el pantalón de pijama y ponerme de nuevo mis vaqueros. En ese momento recordé que me había despertado un poco y Gabrielle me prestó aquello.La puerta comenzó a ser tocada de forma frenética, lo que me alertó, pero no fui yo quien abrió. Fue Gabi, quien corrió.—¡Cris! —exclamó, lo que hizo que mi corazón se acelerara y me diera un vuelco al estómago.—Dime, por favor, que está aquí —rogó mi novia con desesperación, como si hubiera estado llorando.—Sí, tranquila, amo
AlbaGian finalmente me condujo de nuevo hasta la sala. Él estaba muy relajado y me hablaba sobre aquel supuesto regalo. Yo trataba de seguirle la corriente y contestaba a todo con entusiasmo. Se había encargado de llevarme a un baño para que quedara presentable de nuevo. Por supuesto, volvimos a sucumbir a la pasión; me lo hizo tan duro que mi entrepierna ya dolía y mis piernas temblaban. ¿Por qué no lo dejaba parar a pesar de la culpa? Cristel estaba con su madre en la sala, esperándonos a ambos. La mujer me miró fijamente a los ojos y luego sonrió. Parecía amable, no altiva, pese a ser guapísima y elegante. Era como una versión mayor de Cristel, solo que tenía los ojos gris oscuro de Gian. —Buenas noches —saludé y ella se acercó para darme un beso en cada mejilla. Su costoso y delicado perfume se apoderó de mis fosas nasales. Era un Chanel, estaba segura. —Buenas noches, cariño, es un placer conocerte. Soy Nerea —dijo sonriente. Esa mujer, a diferencia de mi madre, er
AlbaHice una mueca al no estar del todo conforme con mi atuendo. Nada me parecía lo suficientemente equilibrado para ir a conocer al hermano de mi novia. Era la primera vez que una de mis parejas me llevaba a conocer a su familia y, para mi mala suerte, tenía que ser un hombre poderoso, dueño de cadenas de hoteles, restaurantes y demás.Mi novia también era dueña de muchas de esas cosas, pero el mando y la administración la tenía él, lo que no le importaba a Cristel, que solo se dedicaba a vivir la vida a su antojo y a no causar demasiado revuelo.Suspiré y lancé mi vestido hacia la cama. Cristel no tardaría nada en pasar por mí y me regañaría por mi poco glamuroso atuendo. La amaba y mucho, pero me fastidiaba su obsesión con lucir perfecta todo el tiempo. Y era por eso por lo que llevaba esta presión encima de verme bien.Nunca había sido especialmente fan de la moda, sino más bien de la comodidad. Tampoco llegaba al grado de verme como una vagabunda, pero sí que lo parecía al lado
AlbaAún no me acostumbraba del todo a este edificio. Cristel me había regalado el departamento por mi cumpleaños y, aun así, no se venía aún a vivir conmigo. Ella decía que quería esperar, y en mí guardaba la esperanza de que quisiera casarse conmigo.Muchas veces fantaseaba con nuestra boda, pero en otras ocasiones tenía pensamientos intensivos y se colaba un hombre a la ecuación. Yo era bisexual, pero con más tendencia a gustar de hombres hasta que llegó Cris a mi vida.Antes de ella, yo no me planteaba el matrimonio con una mujer; añoraba mi vestido blanco y a mi esposo de negro. Fui una tonta por pensar que los hombres eran mi camino, estuve en el sitio equivocado.Las dos nos subimos al auto y charlamos sobre cosas triviales durante el camino, lo típico. Mi nerviosismo me dio tregua cuando Cristel me dijo que lo importante éramos nosotras, que su hermano no debía opinar.Y le creía. Cristel siempre me ponía por encima de todos.Finalmente, llegamos al restaurante, el cual no era
Alba—Amor, te presento a Gian, mi hermano —dijo Cristel, sacándome de mis libidinosos pensamientos. —Es un gusto conocerte por fin, Alba —contestó él con una voz tan gruesa, sensual y seductora que pensé que me desmayaría. Gian me sujetó por la mano derecha y la alzó para besarla, ocasionando que mi respiración se detuviera. No entendía qué diablos era lo que me estaba sucediendo, pero desde luego no podía permitir que se descontrolara. Yo amaba a mi novia, tenía claro que ningún hombre volvería a hacerme caer en sus redes por más que me atrajera.«Maldita sea, ¿por qué no soy lesbiana como Cristel?».Mi chica era lesbiana, no sentía ninguna clase de atracción por los hombres, pero yo sí, y eso ahora me parecía un defecto. —Lo mismo digo, señor Lefebvre —respondí, retirando la mano para alejarme de ese fuego tentador y del cosquilleo insano que me causaba. Echar por la borda mi relación no estaba en mis planes. Aquel señor Lefebvre, lo hizo sonreír. —Llámame por mi nombre, por f
Alba —Eres una mujer auténtica —dijo Gian de manera encantadora mientras se volvía a sentar. Mi intención era solo responder con gracias y monosílabos, pero...—Me encantas más de lo que pensé. Su mano de nuevo se posó en mi pierna, pero esta vez lo observé furiosa.—¿A qué juegas, Gian? —siseé—. Estoy con tu hermana y nos acabamos de conocer. —¿Y? Eso no impide que me gustes —contestó con descaro y siguió subiendo la mano.—Suéltame —exigí con la respiración agitada—. Voy a gritar. Pero no hizo caso a mi amenaza y siguió con aquellas caricias que me tenían prendida. —Cuéntame, Alba, ¿te gusta el sexo con ella? —indagó con un tono bajo y ronco. Yo me mordí los labios, presa de la adrenalina y la excitación. Mi novia estaba a unos cuantos metros y tenía a su hermano tocándome con descaro. A pesar de mi enojo, no me aparté, quería que siguiera. —Mucho —farfullé. —Se nota, estás radiante —sonrió—. Pero creo que yo podría ser mejor. —N-No... Gian subió más su mano y dejó de mir
Alba—¿Qué te pareció mi hermano? —indagó Cristel de camino a casa. Aún seguía algo contrariada, por lo que me encogí de hombros, fingiendo desinterés. —¿Quieres una respuesta políticamente correcta? Me pareció amable.—¿Qué? —Lo siento, no me agradó —susurré—. Pero da igual, no es con él con quién estoy, sino contigo. —¿Por qué no te agradó? —preguntó preocupada—. Se comportó muy bien contigo. —No es que no me agradará —suspiré—, es solo que no tengo muchas opiniones al respecto. Me pareció amable, pero presuntuoso, no tiene nada que ver contigo. ¿Contenta? —No, yo quiero que se lleven bien. —Hizo un puchero.—Nos llevaremos bien.«Mientras mantenga sus manos alejadas de mi clítoris», pensé con culpa. ¿Cómo pude ponerle el cuerno en sus narices? Me sentía una pésima persona, la peor de las novias. ¿Debía decírselo? Mi conciencia me decía que sí, que debía ser honesta, pero amaba tanto lo que teníamos, que no quería que se terminara.No, no podía decírselo. Solo debía procurar q
AlbaPodría decirse que mi trabajo en la librería me gustaba mucho, me hacía olvidar mis problemas, y el olor de los libros nuevos me agradaba sobremanera. Mi madre no estaba de acuerdo con mi trabajo, en realidad, no estaba de acuerdo con nada en mi vida. Ella argumentaba que debía ser enfermera, y hacía casi un año había culminado mi carrera, pero no quise continuar, no deseaba seguir los planes de ella de entrar a trabajar a ese hospital privado y conquistar al doctor Parker, el director; ese tipejo que ya estaba entrado en sus años y que era bastante pervertido... igual que cierto cuñado mío.Gian Lefebvre no salía de mi mente por más que lo intentaba, y no solo por las cuestiones satisfactorias y repugnantes, sino que no paraba de cuestionarme por su actuar, el porqué se atrevió a hacer tal cosa. No, no podía ser normal masturbar a alguien a primera vista, mucho menos cuando esa persona no era tu cita. Gian Lefebvre estaba mal de la cabeza, y yo lo estaba más por haberlo permi