La anhelada libertad de Serenia se vuelve efímera; cuando su despiadado marido la encuentra tras huir con su único hijo, amenazando la vida de ese bebé. —¿Creíste que podías escapar de mí, "querida"? No lo olvides. Tú y ese niño me pertenecen. Desesperada, la princesa Serenia se ve obligada a regresar a los brazos de ese tiránico Rey que la convierte en su Reina… Una prisionera adornada con joyas. Como si esto fuese poco, le anuncia que morirá cuando ya su reino cuna no le represente una amenaza. Mostrándole así, a la mujer que será su futuro reemplazo. ¿Tendrá Serenia el valor de traicionar al Rey y huir de ese Reino infernal? ¿O existe una luz que aún puede salvar su retorcido y roto matrimonio?
Leer más……………….. [ Ataca a Bushlak. Tendrás mi apoyo. Rey Dominic Arbar. Ha llegado a mis oído información que captó mi atención. Su reino, Ruster, se prepara para atacar Bushlak. Anteriormente me di cuenta de que el segundo príncipe Bushlako, Bertrand Burgot tomó el trono y con esto, escuché del intento de escape de la princesa Serenia Lamparth de Burgot. Como bien sabrá, es mi hermana. Ataca a Bushlak al Sur, mis tropas irán al Oeste del reino Bushlako. Mata a todo el que quieras a excepción de mi hermana y su hijo. Si Serenia intentó huir, es porque no le han tratado como merece, y un Wiztan como yo, defiende su sangre por encima de cualquiera. Sin embargo, Serenia tampoco ha intentado solicitar ayuda a Gorian, dado ese caso. Si ella está renuente a marcharse y a la caída de Bushlak, házlo saber a mis hombres y retirate. Serás recompensado generosamente, de lo contrario… Sabes que soy un emperador conquistador, ¿no?, Ruster es interesante. ] ……………… —¡¡HIJO DE PUTAAA!! —rom
✧✧✧ Una semana más tarde. ✧✧✧ —¡ESTÁN AQUÍ! —resonó la voz de uno de los vigilantes en la torre del fuerte, perteneciente al condado Ruwer. En las imponentes murallas de piedra que daban paso a la entrada del condado, se ubicaban las torres de vigilancia, un total de cuatro en cada uno de los puntos cardinales. Bajo ese día nublado y relampagueánte del frío y ventoso otoño, las torres brillaban con luz dorada interna, una señal de sus guardianes atentos con sus farolas, con trompetas y silbatos de emergencias para dar avisos. Los mejores en arquería en los alrededores del camino que recorría la muralla a la redonda, y los cañones del conde que tomaron, preparados para un ataque. Todo parecía indicar que una sangrienta batalla por el control del condado Ruwer estaba por desarrollarse. Pero… El conde no era participe, él no estaba ahí. Todo el territorio había sido tomado por los Rustinos. Algunos ciudadanos nobles y de familias acaudaladas huyeron, otros, se escondieron
>>> Serenia Burgot: «Cuando te enamores de verdad de alguien que realmente valga la pena, podrías arrepentirte de esta decisión por el resto de tu vida.» Estas palabras resonaron en mi mente, pronunciadas por mi medio hermano mayor, Landel Lamparth, actualmente uno de los poderosos duques del imperio Gorian. Hace cuatro años, el reino donde nací, Maita, aún se mantenía en pie. Sin embargo, la tensión y la crisis estaban por todas partes, y sentía que debía ayudar a Landel. Muchos decían que no era un buen rey. Decidí solicitar mi matrimonio con el segundo príncipe de Bushlak, Bertrand Burgot, tú. Tenía 18 años y mi familia se oponía, deseaban que me casara por amor. Pero yo no pensaba igual. Podía haber sido la esposa de cualquier hombre en Maita, incluso de mi amigo de la infancia, Henry Silverth. Sin embargo, había algo que me atraía hacia Bushlak. Entré en un matrimonio político, una alianza que no prometía mucho. Bushlak con el mando de tu padre, nunca había sido un verdad
Esa misma tarde, en el majestuoso salón donde se tomaban las decisiones más importantes, el Rey Bertrand había terminado su última reunión. Sus ojos verdes se posaron en el mensajero que acababa de ingresar. —¡Su majestad, glorioso Rey de Bushlak! —exclamó el mensajero, haciendo una profunda reverencia. Bertrand, con un gesto sutil de su mano enguantada, le indicó que continuara. —Desde la base de seguridad en el Sur ha llegado un pergamino con sello rojo. La sorpresa recorrió el cuerpo de Bertrand. Se levantó de un salto y se acercó al mensajero. —¿Y pierdes el tiempo con formalidades? —preguntó, su voz resonando con urgencia mientras extendía la mano. —Mis disculpas, mi Rey —respondió el mensajero, visiblemente avergonzado, entregándole el pergamino. El sello rojo, con un código que Bertrand reconoció al instante, solo podía significar una cosa: ¡una alerta máxima! Sus manos enguantadas temblaron ligeramente mientras leía el documento. ………………. [ Se emite una ale
✧✧✧ Esa noche. En la frontera Sur entre los reinos de Bushlak y Ruster. ✧✧✧ El sonido de los cascos de los caballos sobre la tierra húmeda de otoño se asimilaba al de una tormenta que estaba por avecinarse; la noche ventosa no era suficiente para detener al grupo de caballeros Rustinos que habían cruzado frontera. Iluminados con las farolas reforzadas, avanzaban a marchas rápidas, sin descanso, dirigidos por el príncipe Bushlako, Anthony Burgot. —Es por esta dirección —los guío Anthony con voz firme. ¿Su camino? ¡El condado de Ruwer! Mientras montaba su caballo marrón oscuro, ese hombre recordaba lo que había ocurrido la noche de su escape. Cuando un soldado de cambio de turno, resultó ser nada más y nada menos que un hombre del Conde Hansel Ruwer. Mismo soldado que lo sacó por los tunes militares secretos. Anthony, dándose cuenta que el hombre que buscó primero al Rey de Ruster, era Hansel. Se sorprendió… No esperaba que su hermano Bertrand tuviera traidores tan
>>> Serenia Burgot: Esa noche… Se les prohibió el ingreso a mis doncellas a la habitación matrimonial Real. Preparé mi baño yo misma… Movía lentamente mi mano en el agua, la temperatura era la adecuada, cálida; las luces de las farolas de pared iluminaban el cuarto de baño dando una calidez dorada. Tragué saliva con nerviosismo, mi cuerpo desnudo cubierto por una bata de baño que apenas se mantenía atada de la cinta en la cintura. Suspiré profundamente y abrí la puerta. Ahí, en el salón anexo, de pie, vi a mi esposo que terminaba de tomar el licor en su copa. Sus ojos verdes de inmediato se clavaron en mí con una intensidad que hizo a mi corazón dar un brinco de emoción. —¿Vendrás? —le pregunté, aunque, más que una pregunta… Por supuesto, era una invitación. Él se acercó sin dudarlo, tras dejar la copa en la mesa. Apenas ingresó, dejando la puerta abierta, mis manos se acercaron a su camisa manga larga blanca, comencé a quitársela rápidamente, sin dejar de hacer contac
Movía sus pequeñas piernas y agitaba sus regordetes bracitos, mientras balbuceaba dulces sonidos. Sus grandes ojos verdes miraban con ternura hacia su madre. La Reina sonreía, disfrutando del juego con su hermoso bebé pelirrojo. —¡Eres el bebé más hermoso del mundo!~ mi muñeco amado~ —le decía con cariño, su voz rebosante de amor sentada en la cama esa noche. El príncipe Brendel sonreía, mostrando sus encías, mientras Serenia jugaba con él, dándole un suave peluche colorido que él parecía adorar. —Su majestad, la hora con el príncipe ha terminado —anunció madame Cornelia con seriedad. Serenia miró a la mujer encargada de todo respecto a ella, y sacudió la cabeza de inmediato. —No. Quiero quedarme más tiempo con mi hijo. La madame se sorprendió un instante ante la respuesta de Serenia, frunciendo ligeramente el ceño. —Hay un horario que debe cumplirse. Ser Reina no significa que pueda ignorar las órdenes del Rey sobre su Alteza, el príncipe. —No me importa. Dile al Rey lo q
—La herí después de que te empujó. Está en una celda especial del palacio —decía Bertrand, de pie, sosteniendo con firmeza una copa de licor en su mano enguantada. La Reina Serenia yacía en la cama, descansando su espalda sobre almohadas suaves, mientras sus ojos se posaban en su esposo. Él, tras consolarla, le explicaba el destino de la marquesa. —Tendrá un juicio por simple protocolo, donde será condenada a muerte. —Lo siento, Bertrand —respondió ella, con la mirada baja—. Verónica fue tu amiga, y yo… siento que te estoy alejando de lo que conoces. —¿Así lo ves, mi Reina? —dijo él con una sonrisa suave, llevando la copa a sus labios, con una intensa mirada verde que no se apartaba de ella. El silencio se llenó con el sutil crepitar de la leña en la chimenea. —¿De qué otra manera podría verlo, Bertrand? Verónica, Hansel, Amaya… Desde que evitaste mi fuga y te convertiste en Rey… todo tu pasado lo he… La Reina hizo una pausa, sintiendo el gesto de silencio que él había hecho c
El sonido de la lluvia se mezclaba con la intensidad de la corriente, frente a las dos mujeres, a unos metros de distancia entre un suelo rocosos y desnivelado, el río avanzaba a pasos feroces, arrastrando consigo ramas y troncos viejos. Los relámpagos iluminaban la escena, así como la farola que llevaba en una de sus manos la marquesa Verónica, con su brazo libre, obligaba a la Reina a caminar. —Por aquí está Bertrand. Hay que hacer el llamado con el silbato para que nos escuchen —decía con falso tono animado y entre el cansancio, la marquesa. Avanzando hasta llegar cerca del peligroso río, iba a empujar a la Reina, hasta que… ¡SERENIA LA EMPUJÓ! —¡¡AAH!! —gritó Verónica. Usando todas sus fuerzas, Serenia empujó hacia atrás a la marquesa, causando que esta cayera sentada entre tierra y rocas. La lluvia caía levemente, entre el sonido de los truenos, y las luces parpadeantes de los relámpagos que iluminaban la escena. Verónica que había soltado la farola, vió cómo el cristal s