La anhelada libertad de Serenia se vuelve efímera; cuando su despiadado marido la encuentra tras huir con su único hijo, amenazando la vida de ese bebé. —¿Creíste que podías escapar de mí, "querida"? No lo olvides. Tú y ese niño me pertenecen. Desesperada, la princesa Serenia se ve obligada a regresar a los brazos de ese tiránico Rey que la convierte en su Reina… Una prisionera adornada con joyas. Como si esto fuese poco, le anuncia que morirá cuando ya su reino cuna no le represente una amenaza. Mostrándole así, a la mujer que será su futuro reemplazo. ¿Tendrá Serenia el valor de traicionar al Rey y huir de ese Reino infernal? ¿O existe una luz que aún puede salvar su retorcido y roto matrimonio?
Leer más✧✧✧ Al día siguiente. ✧✧✧ Esa mañana, el jardín del palacio principal Bushlako estaba envuelto en un aire fresco, típico de la llegada del otoño. Los frondosos e imponentes árboles, con sus hojas transformándose en una paleta de colores otoñales, creaban un hermoso paisaje impresionante. El jardín del sector Sur, conocido por su belleza y serenidad, llamado: «Jardín de los estanques.» Debido a que el largo camino serpenteante de tierra perfectamente aplanada, cuyos arbustos a los costados median poco más del metro de altura, mostraban tras ellos, los pequeños estanques, una gran cantidad de ellos. Al fondo, del sendero, un majestuoso kiosko blanco, cuyo techo tenía decoraciones grabadas de flores. Bajo el kiosko, una mesa y unas sillas de madera blanca estaban preparadas con elegancia, y sobre la mesa descansaba uno de los libros más antiguos del Reino cuya cubierta era roja, un libro que la Reina leía. Serenia, hojeaba las páginas del libro, aunque su mente estaba más en
Las largas y elegantes botas del Rey Bertrand Burgot resonaban en el pasillo, sus pisadas rápidas y decididas, su capa ondeando tras él. Una aura de majestuosidad lo envolvía mientras se dirigía hacia la salida del palacio. Pero, de repente, sus pasos se detuvieron al encontrarse con la figura de la Reina frente a él. En ese amplio corredor, la hermosa extranjera deslumbraba con un vestido pomposo de un intenso verde esmeralda. Detrás de ella, su leal sirvienta Julia y su doncella principal, Lady Ruwer, observaban en silencio. —Su majestad, Rey —dijo Serenia, haciendo una reverencia con gracia—. Me dirigía al salón comedor. ¿Me honraría con su presencia? Bertrand la miró de arriba a abajo, sus ojos fríos. —En otra ocasión —respondió con desdén, apartándose de su lado. El silencio reinó en el pasillo, solo interrumpido por el eco de sus pasos alejándose. Serenia, con sus hermosos ojos dorados, lo miró por encima del hombro, sintiendo un torbellino de emociones en su interior.
El salón real de la Reina, conocido como "Rosas Rojas", se alzaba majestuosamente con elegancia. Paredes adornadas de un profundo tono carmesí que absorbía la luz del día, filtrándose a través de los amplios ventanales de cristal. Una vista deslumbrante de un jardín que se extendía ante la Reina, con un laberinto decorativo. Muebles elaborados en finas maderas pulidas, reflejaban la luz como joyas, pero en ese hermoso escenario, el ambiente tenso se hacía presente, incomodando a la nueva Reina. Serenia se sentó tras su escritorio, rodeada de cartas y obsequios de nobles ansiosos por ganarse su favor. ¿Y cómo no?… ¡ERA LA ESPOSA DEL NUEVO REY!, nadie quería perder oportunidad de acercarse al frío gobernante Bushlako. La doncella principal, Amaya, se movía a su lado, en su rostro una radiante sonrisa. Serenia sabía que había algo inquietante en la forma en que Amaya Ruwer le hablaba, como si cada cumplido y cada broma tuviera una doble intención. —¡Cuántas cartas,
Sus elegantes zapatillas, a juego con su vestido rojo, resonaban en los largos y solitarios pasillos del palacio Bushlako. La Reina Serenia comenzó a apresurar sus pasos, sintiendo cómo cada latido de su corazón resonaba con una aguda desesperación. "¡Me engañó!" "¡Me engañó como a una estúpida! ¡Él no me hubiera matado cuando me capturó!, porque dijo que me necesita aún para no darle problemas con mi muerte…" "Es por eso que ahora me tiene de Reina y no pone a su supuesto perfecto reemplazo de inmediato…" "Sin embargo, eso no quita que aún pueda matar a nuestros hijo. Por eso lo utilizó a su favor…" Pensó Serenia, que cada vez caminaba más y más rápido, hasta que… ¡Comenzó a correr! Su corazón latía desenfrenado, y su mente se convertía en un caos de emociones conflictivas. ¡Le dolió! Maldecía internamente, porque sabía que la crueldad de ese Rey le desgarraba el alma. ¡Lo intentó! Los dioses eran testigos de su esfuerzo. Intentó ser buena esposa, intentó encajar en
Su expresión era seria y majestuosa, con sus ojos fijos en el camino recto que se extendía varios metros ante ella. Una alfombra dorada la guiaba hacia el trono del Rey Bushlako, un trono imponente, bañado en oro y adornado con hermosos diamantes y piedras preciosas. A la mano derecha del trono, se encontraba una glamurosa y majestuosa silla destinada a la Reina. Serenia recordó lo que le había informado el ministro Brandon: Ella sería la nueva Reina. Se veía radiante con un vestido de gala pomposo de un intenso color rojo, mientras su cabellera negra y ondulada se recogía en un glamuroso moño, dejando expuesto de manera elegante su cuello que lucía una gargantilla de oro con rubíes. La princesa avanzó por la alfombra dorada, rodeada de nobles e invitados especiales que asistían a tan magnífico evento. La música que había estado sonando hasta ese momento se detuvo, y el vocero anunció, resonando en todo el amplio y lujoso salón: —La gloriosa princesa, Serenia Burgot, ha
—¡NOOO! ¡¡¡ESPERA!!! —gritó Serenia, su voz desgarrada resonando en la oscuridad mientras veía cómo alejaban a su bebé, solo para llevarlo a la muerte. La desesperación la consumía, como un fuego voraz avivado por la frialdad de ese hombre descorazonado. El Rey Bertrand se detuvo, pero no por compasión. Serenia, en un impulso desesperado, se soltó y corrió hacia él, su corazón latiendo con la esperanza de un último milagro. —¡AY! —gritó cuando uno de los caballeros del Rey la agarró del pelo, arrojándola al suelo como si fuera un objeto sin valor—. ¡Suéltame! ¡Déjame ir! —¿No escuchaste el decreto del Rey? —replicó el caballero, con su tono burlón—. No irás a ningún lado más que a un frío calabozo. —¡ESTÁ BIEN! ¡LO HARÉ! —gritó Serenia viendo hacia el Rey, entre lágrimas, su voz temblorosa quebrándose como su espíritu—. ¡HARÉ LO QUE SEA QUE QUIERAS Y SEGUIRÉ TUS REGLAS! ¡Seré tu esposa perfecta…! ¡Por favor, Bertrand! ¡No me hagas esto!, te lo… Te lo suplico… No le hagas nad
✧✧✧ Un día más tarde. ✧✧✧ La noche caía sobre el bosque, una oscuridad interrumpida únicamente por la tenue luz de la luna llena que se filtraba a través de las ramas de los árboles. El suelo desnivelado cubierto de hojas secas y húmedas, mismas que provocaban un sonido con los pasos apresurados de la princesa Serenia que corría entre ese oscuro bosque. El aire frío acariciando su cuerpo, un susurro helado avisaba el final del verano. El aliento de la princesa que se convertía en vapor con cada exhalación. Sus grandes ojos dorados que se paseaban con desesperación por el bosque sin saber dónde más huir y ocultarse. —Waaaahh~ —en sus brazos, el llanto desgarrador de su bebé, como un eco de desesperación que la impulsaba a seguir adelante, a huir. Detrás de ella, las voces de los caballeros Reales se alzaban en su llamado: —¡DETÉNGASE PRINCESA! ¡ES PELIGROSO! —¡Vuelva aquí, princesa Serenia! Cada grito era un recordatorio de que estaba a punto de perde
El fuego devoraba partes del territorio Real Bushlako. En esa oscura madrugada a finales del verano, los gritos resonaban entre el caos desatado. Una inevitable guerra interna por el poder, se había extendido durante meses. En el salón del Rey Bushlako, un charco de sangre se acumulaba bajo el trono del gobernante, el rojo carmesí deslizándose lentamente, manchando las escaleras y dejando un rastro que se confundía con la alfombra roja. POF~ El fuerte sonido del cuerpo del Rey Henrik Burgot cayendo agonizante resonó en la sala, tras ser atravesado por la espada de uno de sus hijos, el segundo príncipe. —Tú me obligaste a esto, anciano decrépito —dijo el príncipe pelirrojo con indiferencia—. Hay que saber cuándo hacerse a un lado. Contigo al mando, Bushlak jamás será un imperio que compita con Gorian, y terminaremos siendo absorbidos por ellos. El Rey, incapaz de hablar, solo podía mirar con pánico a su hijo de 27 años, que sacudió su espada, limpiándola de la sangre del