La anhelada libertad de Serenia se vuelve efímera; cuando su despiadado marido la encuentra tras huir con su único hijo, amenazando la vida de ese bebé. —¿Creíste que podías escapar de mí, "querida"? No lo olvides. Tú y ese niño me pertenecen. Desesperada, la princesa Serenia se ve obligada a regresar a los brazos de ese tiránico Rey que la convierte en su Reina… Una prisionera adornada con joyas. Como si esto fuese poco, le anuncia que morirá cuando ya su reino cuna no le represente una amenaza. Mostrándole así, a la mujer que será su futuro reemplazo. ¿Tendrá Serenia el valor de traicionar al Rey y huir de ese Reino infernal? ¿O existe una luz que aún puede salvar su retorcido y roto matrimonio?
Leer más—Que descanses, querido hermano —se despidió Lady Ruwer del Conde, frente a la puerta de su habitación. Apenas la puerta se cerró, él escuchó el sonido firme de las botas de los guardias reales. Su corazón se aceleró. ¡Se acercaban hacia el Conde, dirigidos por el ministro Brandon Rufer! —¡Conde Ruwer! En este momento queda detenido por ser sospechoso de atentar contra la monarquía Burgot —gritó el ministro, mirando a los caballeros reales y asintiendo levemente. En ese instante, los hombres uniformados apresaron al Conde por los brazos. —¡¿Qué demonios creen que hacen?! ¿Atentar? ¡No sé de qué hablan! ¡Exijo que me liberen y quiero hablar con el Rey! —gritaba Hansel, su rostro rojo de ira. El ministro hizo un gesto con la mano, y los hombres se detuvieron en seco. —Mañana a primera hora, tendrá una audiencia con su majestad el glorioso Rey de Bushlak, Bertrand Burgot —informó fríamente, volviendo a mirar a los caballeros—. Lleven al Conde a la habitación de reclusión. Vigile
—La verdad… —Serenia tragó saliva con nerviosismo, parpadeando varias veces, no quería hacer contacto visual con ese Rey— Yo… Acepté un trato con un desconocido. La expresión del Rey Bushlako se volvió sombría de inmediato, bajó sus brazos del espaldar del sofá largo, ahora cruzándolos sobre su pecho, su expresión se tornó gélida y con voz gruesa exigió respuesta: —¿Y se puede saber qué maldito trato has hecho?, por el gesto en ti, está claro que no es algo bueno. Serenia retrocedió unos dos pasos, como un intento de tener escape en caso de que ese hombre se vuelva loco contra ella. Aunque normalmente el Rey tenía un temperamento muy controlado, ya había reaccionado violentamente en dos ocasiones con ella. La Reina no tenía ninguna arma consigo, y su pomposo y glamuroso vestido no la ayudaría a salir corriendo. Sus manos enguantadas se aferraron a la falda con lentos movimientos de sus dedos como si jugueteara con los pliegues, en un intento de calmar su corazón que
—¡Serenia Burgot, te estoy hablando! —volvió el Rey a levantar su voz. Finalmente, la Reina detuvo sus pasos a mitad de los escalones. Ella volteó a ver, sus hermosos ojos dorados clavándose fríamente en ese gobernante pelirrojo. —¿Ya piensas castigarme? —dijo ella, el tono de su voz gélido—. ¿Quieres encerrarme porque te avergoncé frente a tus invitados? ¡Pues házlo! ¡Pero no regresaré a esa cena! Bertrand la veía seriamente. La actitud de su Reina se estaba saliendo de lo normal. Serenia no era así, aunque tampoco había prestado mucha atención a ella durante cuatro años de matrimonio, sabía que su Reina estaba molesta por algo más que un encierro, celos, o que en la cena esté presente Lady Ruwer, la mujer que él anunció como su reemplazo. Él comenzó a descender los escalones, acercándose a la mujer de larga cabellera negra ondulada. Finalmente, se detuvo en el mismo largo escalón donde ella se encontraba. Extendiendo su mano enguantada hacia la mujer extranjera.
—Luce hermosa, su majestad. No tiene que verse constantemente frente al espejo —le sonrió madame Cornelia. Sin embargo, la Reina Serenia se sentía abrumada, no quería reunirse con su futuro remplazo y con el noble que la había amenazado en el edificio ceremonial de Bushlak. Toc~ toc~ Tras unos suaves golpeteos a la puerta del cuarto de vestir de la Reina. Cornelia se acercó y abrió de inmediato la puerta. Al ver al Rey, se sorprendió por un instante, rápidamente haciendo una reverencia ante el gobernante. —Mi glorioso Rey. Su majestad, la Reina, ya está lista —indicó con un gesto sutil de su mano enguantada, donde estaba la mujer extranjera. —Salgan —les indicó Bertrand fríamente a la mujer y las doncellas, todas obedecieron en segundos. Clack~ Tras el sonido de la puerta anunciando que esos Reyes quedaron solos en el vestidor. Bertrand notó la gran cantidad de los atuendos que habían sido sacados del armario de la Reina, para que Serenia elija. Ese cuarto ilumi
La lluvia caía con fuerza en el exterior del palacio Bushlako. En el interior del salón comedor, Serenia se sentía atrapada entre sus emociones, una mezcla de rabia y tristeza que la impulsaba a actuar. —¡Suéltame! —forcejeó ella, cuando el Rey la retuvo con fuerza. —Eres tú la que falló en el trato, y ocultaste el motivo por el que estabas en esa habitación; venía a decirte que aún con eso te daría una oportunidad más, y me hieres con un cuchillo, porque no eres capaz de controlar tus impulsos —dijo ese gobernante fríamente, sosteniendo con sus manos a Serenia de las muñecas, ambos de pie frente a la larga mesa. —¡Haz lo que quieras! ¡No estoy de humor para hablar contigo, Bertrand! ¡Si vas a encerrarme en un calabozo por días, házlo! —gritó ella con furia, aún así su voz temblorosa revelaba su temor a que algo así realmente pasara. Él se inclinó, su rostro cerca del de su esposa y susurró: —Eres mi Reina. ¿Cómo podría hacerte eso?, nunca ha sido mi intención. Pero, veo q
Esa noche… Los Reyes Bushlakos no se presentaron en el resto de la velada. "Una emergencia con el príncipe, algo que al final. No fue grave" Fue lo que se decía al día siguiente en todo el Reino. ……….. Serenia tomaba su desayuno ese día. Como de costumbre, absolutamente sola. Sus ojos dorados viendo la elegante vajilla que mostraba coloridos y apetitosos platillos. A la vez que los probaba, su mente se llenaba de pensamientos conflictivos. Esa mañana, había recibido una carta anónima, aunque ella sabía, se trataba del Conde Hansel Ruwer, con la dirección de una posada en la capital, la fecha de ese mismo día y la hora de las cinco de la tarde. ¿Cómo lograría salir tan pronto?, aunque tenía libertad de pasear escoltada por todo el territorio Real central y la capital, necesitaba autorización del Rey. "Podría intentar reunirme con Bertrand y solicitar permiso. Aunque imagino que está en su oficina siendo interrogado por el consejo sobre nuestra grave falta de interés e
Ella había causado que ese hombre luciera levemente desaliñado. Entonces un pensamiento llegó a ella, uno que la llenó de celos. ¿Si en cuatro años no lo había hecho con ella? ¿Con qué otra u otras mujeres tuvo relaciones sexuales? Un sentimiento de incomodidad invadió su corazón. "Quizá… La marquesa Hazlit… O quizá…" —¡AAY! —gritó Serenia, cuando Bertrand molesto la sacó abruptamente de sus pensamientos, agarrándola del cabello y acercándola hacia su rostro. —¿En qué o quién piensas tanto "querida"?, concéntrate solo en mí —exigió con su grave voz cargada de posesividad. Serenia asintió, a la vez que una sonrisita maliciosa se dibujó en su rostro. —Es que… No es justo… —dijo ella con atrevimiento. —¿Hmm? ¿Qué? —arqueó una ceja ese hombre pelirrojo. Su mirada curiosa en la mujer desnuda entre sus brazos. —Yo también quiero verte desnudo —susurró ella descaradamente. Por un momento la sorpresa se mostró en el rostro del Rey Bushlako, rápidamente, cambiando a una e
La madera de la elegante mesa haciendo contacto directo con su trasero. Una sensación electrizante recorrió todo su cuerpo, expuesta y vulnerable, veía a ese hombre pelirrojo frente a ella que seguía luciendo tan impecable y bien vestido, que solo hacía que su vergüenza aumente. Sentía cómo su intensa mirada verde oscura la veía con un ardiente deseo, su rostro acercándose al de ella a centímetros de distancia, sus alientos entrelazádose. "Es normal… Estamos casados…" Pensó la Reina intentando convencerse a sí misma, de que no significa absolutamente nada, más que compromiso. La mano del Rey, la tomó de su barbilla con delicadeza, viéndola fijamente; él nunca había sido brusco con ella después de todo, a excepción de dos días, uno, cuando ella le pidió el divorcio, y dos, cuando la encontró luego de huir. Sus labios se unieron a los del Rey, un beso que inicio tan lento que la hizo temblar, sus suaves labios con movimientos cada vez más firmes, la mano del Rey que sostenía
—No te escucho hablar, "querida" —susurró el Rey, mientras sus dedos deslizaban suavemente el tirante del camisón, acariciando con un roce seductor el hombro desnudo de Serenia. Un escalofrío recorrió su cuerpo de pies a cabeza. Él estaba en esa habitación frente a ella, a escasos centímetros, sus cuerpos rozándose peligrosamente mientras ella se sentía semidesnuda. "No puedo decirle la verdad. ¡Definitivamente no haré eso! Pero él tampoco se va a creer cualquier excusa… ¡Es un hombre que planeó la caída de su padre y lo logró! Es alguien muy perspicaz" Pensó la Reina, su respiración agitada y llena de nerviosismo, incapaz de ocultar el rubor que invadía su piel. En ese momento, la mano izquierda de ese hombre dejó su cintura y se acercó al otro hombro. Serenia se quedó helada, su corazón latiendo desbocado, cuando él intentó deslizar el otro tirante de su camisón. —¡Espera! —exclamó ella, su voz temblorosa. —¿Vas a decirme la verdad? —dijo él, con un tono arrogante—. ¿O te e