Su expresión era seria y majestuosa, con sus ojos fijos en el camino recto que se extendía varios metros ante ella. Una alfombra dorada la guiaba hacia el trono del Rey Bushlako, un trono imponente, bañado en oro y adornado con hermosos diamantes y piedras preciosas. A la mano derecha del trono, se encontraba una glamurosa y majestuosa silla destinada a la Reina. Serenia recordó lo que le había informado el ministro Brandon: Ella sería la nueva Reina. Se veía radiante con un vestido de gala pomposo de un intenso color rojo, mientras su cabellera negra y ondulada se recogía en un glamuroso moño, dejando expuesto de manera elegante su cuello que lucía una gargantilla de oro con rubíes. La princesa avanzó por la alfombra dorada, rodeada de nobles e invitados especiales que asistían a tan magnífico evento. La música que había estado sonando hasta ese momento se detuvo, y el vocero anunció, resonando en todo el amplio y lujoso salón: —La gloriosa princesa, Serenia Burgot, ha
Sus elegantes zapatillas, a juego con su vestido rojo, resonaban en los largos y solitarios pasillos del palacio Bushlako. La Reina Serenia comenzó a apresurar sus pasos, sintiendo cómo cada latido de su corazón resonaba con una aguda desesperación. "¡Me engañó!" "¡Me engañó como a una estúpida! ¡Él no me hubiera matado cuando me capturó!, porque dijo que me necesita aún para no darle problemas con mi muerte…" "Es por eso que ahora me tiene de Reina y no pone a su supuesto perfecto reemplazo de inmediato…" "Sin embargo, eso no quita que aún pueda matar a nuestros hijo. Por eso lo utilizó a su favor…" Pensó Serenia, que cada vez caminaba más y más rápido, hasta que… ¡Comenzó a correr! Su corazón latía desenfrenado, y su mente se convertía en un caos de emociones conflictivas. ¡Le dolió! Maldecía internamente, porque sabía que la crueldad de ese Rey le desgarraba el alma. ¡Lo intentó! Los dioses eran testigos de su esfuerzo. Intentó ser buena esposa, intentó encajar en
El salón real de la Reina, conocido como "Rosas Rojas", se alzaba majestuosamente con elegancia. Paredes adornadas de un profundo tono carmesí que absorbía la luz del día, filtrándose a través de los amplios ventanales de cristal. Una vista deslumbrante de un jardín que se extendía ante la Reina, con un laberinto decorativo. Muebles elaborados en finas maderas pulidas, reflejaban la luz como joyas, pero en ese hermoso escenario, el ambiente tenso se hacía presente, incomodando a la nueva Reina. Serenia se sentó tras su escritorio, rodeada de cartas y obsequios de nobles ansiosos por ganarse su favor. ¿Y cómo no?… ¡ERA LA ESPOSA DEL NUEVO REY!, nadie quería perder oportunidad de acercarse al frío gobernante Bushlako. La doncella principal, Amaya, se movía a su lado, en su rostro una radiante sonrisa. Serenia sabía que había algo inquietante en la forma en que Amaya Ruwer le hablaba, como si cada cumplido y cada broma tuviera una doble intención. —¡Cuántas cartas,
Las largas y elegantes botas del Rey Bertrand Burgot resonaban en el pasillo, sus pisadas rápidas y decididas, su capa ondeando tras él. Una aura de majestuosidad lo envolvía mientras se dirigía hacia la salida del palacio. Pero, de repente, sus pasos se detuvieron al encontrarse con la figura de la Reina frente a él. En ese amplio corredor, la hermosa extranjera deslumbraba con un vestido pomposo de un intenso verde esmeralda. Detrás de ella, su leal sirvienta Julia y su doncella principal, Lady Ruwer, observaban en silencio. —Su majestad, Rey —dijo Serenia, haciendo una reverencia con gracia—. Me dirigía al salón comedor. ¿Me honraría con su presencia? Bertrand la miró de arriba a abajo, sus ojos fríos. —En otra ocasión —respondió con desdén, apartándose de su lado. El silencio reinó en el pasillo, solo interrumpido por el eco de sus pasos alejándose. Serenia, con sus hermosos ojos dorados, lo miró por encima del hombro, sintiendo un torbellino de emociones en su interior.
✧✧✧ Al día siguiente. ✧✧✧ Esa mañana, el jardín del palacio principal Bushlako estaba envuelto en un aire fresco, típico de la llegada del otoño. Los frondosos e imponentes árboles, con sus hojas transformándose en una paleta de colores otoñales, creaban un hermoso paisaje impresionante. El jardín del sector Sur, conocido por su belleza y serenidad, llamado: «Jardín de los estanques.» Debido a que el largo camino serpenteante de tierra perfectamente aplanada, cuyos arbustos a los costados median poco más del metro de altura, mostraban tras ellos, los pequeños estanques, una gran cantidad de ellos. Al fondo, del sendero, un majestuoso kiosko blanco, cuyo techo tenía decoraciones grabadas de flores. Bajo el kiosko, una mesa y unas sillas de madera blanca estaban preparadas con elegancia, y sobre la mesa descansaba uno de los libros más antiguos del Reino cuya cubierta era roja, un libro que la Reina leía. Serenia, hojeaba las páginas del libro, aunque su mente estaba más en
El majestuoso salón dorado, se había vuelto un lugar donde ese nuevo Rey practicaba su esgrima, arquería, entre otros usos armamentistas. El alto Rey pelirrojo se preparaba para demostrar su maestría en el arte de la arquería. Con el arco en mano, su mirada se fijó intensamente en el blanco, a diez metros de distancia. —No huirá. Su hijo no irá con ella —la voz grave del Rey resonó en el vasto salón, cuyas paredes doradas reflejaban su autoridad. Una sonrisa maliciosa se dibujó en sus labios—. Ella está bajo mi control. No pasará a más. ¿No hay noticias de Anthony? —cambió de tema abruptamente. ¡SLANK! La flecha voló, cortando el aire, y se clavó en el blanco con una precisión mortal. —No, su majestad. A pesar de que anoche interrogó a los guardias que lo vigilaban y esta mañana sentenció a la mitad de ellos… aún no hay novedades. Todas las fronteras estarán el doble de resguardadas. —Hmm… —el Rey, pensativo, preparó otra flecha—. ¿Debería felicitar a mi vieja amiga, la mar
El Rey Bertrand, comenzó a caminar hacia Serenia. Cada respiro de esa mujer, se volvió pesado, hasta que contuvo el aliento cuando él quedó a un único paso de distancia a ella. Serenia sintió las miradas de todos los que estaban en las afueras del palacio principal, sirvientes, guardias, el ministro y uno que otro noble de la capital. Ella se quedó inmóvil, viendo cómo la mano enguantada de blanco de su marido se movía hacia ella, posándose en su cabellera, casi como una sutil caricia, en la que él removió una pequeña hoja rojiza que había caído sobre Serenia. —Iré contigo —se escuchó su gruesa voz. No le estaba pidiendo permiso, mucho menos le importaba la opinión de ella… Le dejaba claro que ella no tenía poder de objetar. —Sí… Sí, su majestad… —titubeó Serenia, sintiéndose un poco abrumada por la directa manera de Bertrand. "Ya debería estar acostumbrada… Este hombre es así…" Pensó la Reina. Soltando un largo suspiro, para solo segundos después dejarse escoltar de
Su cuerpo sumergido en la tibia agua. Los largos y delgados dedos de sus manos pasando lentamente el aceite aromatizante por su piel. En el cuarto de baño únicamente dos sirvientas de rostros imperturbables, que estaban en total silencio. Una de ellas sostenía la bata de baño de la Reina. La otra estaba por cualquier órden. Un largo suspiro se deslizó por los carnosos labios rosas de esa belleza de ojos dorados. "No tiene sentido. Hacer esto es tedioso…" Pensó Serenia. Su mirada en ese momento, clavándose en uno de los largos candelabros de piso que iluminaba la habitación. "Entendí lo que significaba para ese hombre, desde nuestra primera noche juntos…" "Tercamente intenté cambiarlo. Si ya tenía que vivir una vida a su lado, ¿por qué no intentar que sea una buena vida?… Tuve ese estúpido pensamiento en el pasado…" La mente de la Reina Serenia Burgot, recordaba ese momento, cerrando sus ojos y relajándose en la tibia y elegante, tina. ……… ✧✧✧ Hace cuatro