En las lujosas calles de Milán, donde el glamour y la sofisticación ocultan intrincadas redes de secretos, Bianca Mancini, una joven de alta sociedad, vive atrapada en un mundo de apariencias y normas estrictas. La promesa de un futuro perfectamente planificado la rodea, pero su alma anhela algo más, algo real, algo que la haga sentir viva. Luca Romano, por otro lado, es un hombre marcado por la oscuridad. Como líder de una de las bandas mafiosas más temidas de Italia, su vida está teñida de violencia, poder y peligros constantes. Sin embargo, tras su imponente fachada, se esconde un hombre perseguido por su pasado, cargado de secretos y con un anhelo casi imperceptible de redención. Cuando sus caminos se cruzan por casualidad —o quizás por destino—, el choque entre sus mundos es tan inevitable como electrizante. Lo que comienza como una atracción prohibida pronto se transforma en una conexión tan intensa como peligrosa. Bianca descubre un hombre dispuesto a protegerla a cualquier precio, mientras que Luca se enfrenta al único desafío que podría cambiarlo: amar a alguien lo suficiente como para querer ser mejor. Pero en un mundo donde las promesas se rompen con facilidad y las sombras siempre acechan, su amor se convierte en un campo de batalla. ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar para salvarse el uno al otro? ¿Podrá el amor vencer al pasado, o caerá bajo el peso de los secretos y sacrificios que exige? Por ti, siempre, es una apasionante novela de romance, peligro y redención que explora la lucha entre el bien y el mal, los dilemas del corazón y el precio de amar a alguien cuando el mundo entero conspira en contra.
Leer másDe vuelta en el pueblo, después del emotivo viaje a Italia, la familia intentaba retomar su rutina. Sin embargo, para Aurora, el regreso había despertado una nueva inquietud. Las historias que su padre había compartido durante el viaje, los lugares cargados de recuerdos y las emociones profundas que había presenciado la habían marcado de manera especial.Una tarde, mientras Luca trabajaba en el taller y Matteo estudiaba en el comedor, Aurora entró al pequeño estudio que había improvisado en casa. Sobre el caballete descansaba un lienzo en blanco. Sus pinceles y colores estaban listos, pero esta vez, no sabía por dónde empezar.—¿Qué estás pintando, hija? —preguntó Luca desde la puerta.
El sol se ocultaba lentamente en el horizonte, bañando el pequeño pueblo costero con tonos cálidos de naranja y púrpura. Bianca y Luca estaban sentados en el porche de su casa, Matteo dormía profundamente en su cuna, y el aire se llenaba con el suave murmullo de las olas rompiendo en la orilla. Era una noche tranquila, pero en el fondo ambos sentían una inquietud que no podían ignorar.—Luca, he estado pensando... —comenzó Bianca, rompiendo el silencio mientras giraba su taza de té entre las manos.—¿Qué pasa? —preguntó Luca, mirándola con preocupación.—Siento que hay partes de nosotros, de nuestras vidas, que aún no conocemos por comple
El aire tranquilo del pequeño pueblo costero se agitó con la llegada de un rostro familiar. Stefano, el antiguo amante de Bianca, había regresado. Apareció en la plaza una mañana, mientras Bianca paseaba con Matteo en brazos. Su sonrisa era cautelosa, como si supiera que su presencia despertaría emociones complicadas.—Bianca —dijo, con un tono que mezclaba nostalgia y arrepentimiento—. No esperaba encontrarte aquí.Ella lo miró con sorpresa y desconfianza. El tiempo no había borrado los recuerdos de su relación con Stefano, ni las heridas que había dejado.—Stefano —respondió, ajustando a Matteo en su brazo—. ¿Qué estás haciendo aq
El aire tranquilo del pequeño pueblo costero parecía inquebrantable. La rutina de Luca y Bianca transcurría en paz, entre las risas de Matteo y los proyectos sencillos del hogar que construían con amor. Pero esa calma se rompió una tarde cuando un hombre alto, de rostro severo y cicatrices visibles, llegó al pueblo. Su nombre era Enzo Galvani, un antiguo enemigo de Luca, conocido por su crueldad y su astucia en los bajos mundos.Luca lo reconoció de inmediato cuando lo vio en la pequeña plaza central. Sintió cómo su corazón se aceleraba y una vieja tensión se apoderaba de su cuerpo. Enzo no estaba allí por casualidad. Su presencia solo podía significar problemas.Bianca, al notar el cambio en la expresión de Luca, lo tom&o
El sonido de los pájaros llenaba el aire cuando el cartero dejó un sobre elegante en la puerta de la casa de Luca y Bianca. Era una mañana tranquila, como cualquier otra, hasta que Luca abrió el sobre y encontró una carta que cambiaría el curso de su día. Provenía de un bufete de abogados de Milán, informándole que un antiguo aliado suyo, Stefano Ricci, había fallecido recientemente y le había dejado una herencia considerable.Luca no podía evitar sentir una mezcla de sorpresa y desconfianza. Stefano había sido un hombre calculador, uno de los pocos en el mundo criminal que Luca había respetado. Pero también sabía que nada venía sin condiciones en ese mundo.—¿Qué dice la carta? &md
El sol brillaba intensamente sobre el tranquilo pueblo costero, y las risas de los niños jugando en la plaza central llenaban el aire. Matteo, ahora un pequeño de apenas un año, balbuceaba emocionado mientras jugaba con una pelota que Luca le había comprado. Bianca observaba desde un banco cercano, sonriendo con ternura ante las payasadas de Luca, quien se inclinaba para ayudar al pequeño a recuperar la pelota cada vez que rodaba fuera de su alcance.Parecía un día perfecto. Sin embargo, la paz de ese momento se rompió en un instante. Matteo, emocionado, corrió tras la pelota que había rodado hacia la calle. Antes de que Luca pudiera reaccionar, una bicicleta apareció de la nada, con el ciclista gritando para alertar al niño. Luca alcanzó a Matteo en el último segundo, levantándolo en sus brazos mientras el ciclista frenaba bruscamente y caía al suelo.El corazón de Luca latía con fuerza mientras sostenía a Matteo, quien comenzó a llorar asustado. Bianca corrió hacia ellos, su rostro p
El pequeño hospital del pueblo estaba lleno de una expectación silenciosa. La noche había caído, y la calma de las calles contrastaba con el bullicio controlado en el interior del quirófano. Luca caminaba de un lado a otro por el pasillo, pasando las manos por su cabello y lanzando miradas ansiosas hacia la puerta cerrada. Aunque había enfrentado batallas y sobrevivido a los peores enemigos, nunca antes había sentido un miedo tan visceral como ahora.De repente, el sonido de un llanto de recién nacido rompió el silencio. Luca se detuvo en seco, su corazón deteniéndose por un momento antes de acelerarse con fuerza. La puerta del quirófano se abrió, y una enfermera salió con una sonrisa.—Felicidades, señor. Es un niño.Luca tragó saliva, incapaz de decir nada por un instante. La enfermera lo llevó adentro, donde encontró a Bianca acostada en la cama, con el rostro cansado pero lleno de alegría. En sus brazos sostenía a su hijo, envuelto en una manta blanca.—Mira, Luca —dijo Bianca con
El sol comenzaba a descender sobre el pequeño pueblo costero, pintando el cielo de tonos anaranjados y rosados. Bianca miraba por la ventana de la sala, observando cómo los habitantes comenzaban a reunirse en la plaza principal para una celebración organizada en su honor. La noticia del bebé que esperaba había corrido por el pueblo, y la comunidad, que inicialmente los había recibido con cautela, ahora se volcaba en mostrarles su apoyo.Luca entró en la sala, ajustándose la camisa blanca que Bianca le había insistido que usara. Parecía nervioso, lo que era poco común en él.—¿Estás listo? —preguntó Bianca, girándose hacia él.Luca asintió, aunque sus manos se movían inquietas.—No estoy acostumbrado a esto —admitió, mirando hacia la plaza donde los sonidos de risas y música comenzaban a
El tren serpenteaba por el paisaje italiano mientras Bianca miraba por la ventana, absorta en sus pensamientos. Volver a su ciudad natal no era fácil; cada kilómetro que la acercaba parecía añadir peso a su pecho. Desde que había elegido a Marco, la relación con su familia había estado marcada por reproches, silencios y un distanciamiento que a menudo dolía más de lo que estaba dispuesta a admitir. Pero ahora, con un bebé en camino, sentía que era el momento de enfrentar esas heridas.Cuando llegó, la casa familiar estaba igual que siempre, con su fachada de piedra y las buganvillas trepando por los muros. Bianca respiró hondo antes de tocar la puerta. Fue su madre quien abrió, y aunque su rostro mostró sorpresa, también hubo un destello de calidez en sus ojos.—Mamá —dijo Bianca, sonriendo con timidez.—Bianca... no esperaba v