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Mundos opuestos, caminos cruzados

El humo del cigarro flotaba en el aire pesado de la habitación. Luca Romano, sentado en el borde de una mesa de roble, miraba fijamente a los hombres que tenía frente a él. La sala era amplia, pero las paredes grises y desnudas la hacían parecer más pequeña. A un lado, una ventana ofrecía una vista parcial de las luces nocturnas de Roma, la ciudad que había sido su aliada y enemiga durante años.

Luca apagó el cigarro en un cenicero de cristal sin apartar la mirada del hombre que acababa de hablar. La negociación había llegado a un punto crítico, y todos esperaban su respuesta. Con un movimiento lento pero calculado, se puso de pie. Su presencia llenaba la habitación; no necesitaba gritar ni levantar la voz para imponer respeto.

—Si no puedes cumplir tu parte del trato, entonces no hay trato —dijo con calma, pero con una dureza que no admitía réplica.

El hombre frente a él tragó saliva, intentando mantener la compostura. Sabía quién era Luca Romano: el líder de una de las bandas más peligrosas de Italia. Un hombre que había construido un imperio basado en el poder, el miedo y una lealtad inquebrantable hacia los suyos. Pero también sabía que un error podía costarle todo.

Luca observó cómo el hombre asentía nervioso antes de salir de la habitación, acompañado por dos de sus hombres. Cuando la puerta se cerró, Luca se dejó caer en una silla, encendiendo otro cigarro. Sus ojos, oscuros como el café, se perdieron en la ventana.

Su vida era un constante juego de poder y peligro. Desde muy joven, había aprendido que en su mundo no había espacio para la debilidad. Creció en los callejones más duros de Roma, donde las oportunidades eran pocas y las decisiones rápidas podían significar la vida o la muerte. Había perdido a su familia en un ajuste de cuentas cuando apenas era un adolescente, y desde entonces, había jurado que nunca volvería a estar en el lado débil de la balanza.

Pero ese juramento tenía un precio. Aunque Luca había logrado convertirse en un líder respetado —o temido, según a quién se le preguntara—, había sacrificado mucho por el camino. La vida que llevaba no permitía treguas ni momentos de paz. Su día a día estaba lleno de reuniones clandestinas, acuerdos peligrosos y decisiones que ponían su humanidad en entredicho.

Se pasó una mano por el cabello oscuro, intentando apartar los recuerdos que amenazaban con invadirlo. Fue entonces cuando alguien golpeó suavemente la puerta.

—Adelante.

Uno de sus hombres de confianza, Marco, entró con un sobre en la mano.

—Es la información que pediste sobre los Mancini.

Luca asintió, tomando el sobre. Conocía a la familia Mancini solo de nombre, pero últimamente habían surgido rumores sobre su influencia en ciertos sectores políticos que podrían interferir en sus operaciones. Los Mancini no se involucraban en nada ilegal, pero su poder era suficiente para complicar los planes de cualquiera que cruzara su camino.

Abrió el sobre y comenzó a leer el informe. Su expresión, normalmente imperturbable, mostró un leve cambio cuando encontró una fotografía. Era de una mujer joven, Bianca Mancini, la hija menor de la familia. Su rostro le resultaba vagamente familiar.

—Ella estaba en el balcón anoche —murmuró para sí mismo, recordando el fugaz intercambio de miradas. Bianca había parecido tan fuera de lugar en ese mundo de superficialidades como él lo estaría en una galería de arte. Había algo en sus ojos que lo había desconcertado, una mezcla de curiosidad y melancolía que no podía ignorar.

Marco lo observó con cautela.

—¿Hay algo más que deba saber?

Luca negó con la cabeza, guardando la fotografía en su bolsillo.

—No por ahora. Pero quiero saber todo sobre ella. Dónde va, con quién habla, qué le interesa.

Marco asintió, aunque no pudo evitar preguntarse por qué Luca parecía tan intrigado por la hija de una familia que, en teoría, no representaba un peligro inmediato.

Horas más tarde, Luca se encontraba solo en su apartamento. Desde la ventana, podía ver el río Tíber serpenteando entre las sombras de la ciudad. Sosteniendo un vaso de whisky, reflexionó sobre los giros inesperados que a veces tomaba la vida. No podía negar que había algo en Bianca que lo atraía, algo que no tenía nada que ver con estrategias o negocios.

Pero en su mundo, las atracciones no eran simples. Sabía que acercarse a alguien como Bianca era un riesgo. Ella pertenecía a un mundo opuesto al suyo, uno que lucía perfecto y pulcro desde el exterior, pero que seguramente tenía sus propias sombras.

Sin embargo, Luca no era de los que se echaban atrás ante un desafío. Si algo había aprendido en la vida, era que el destino no daba segundas oportunidades.

Esa misma semana, recibió la invitación para un evento exclusivo en un hotel de lujo. Era el tipo de lugar donde nunca se sentiría del todo cómodo, pero sabía que Bianca estaría allí. Así que aceptó, con un plan en mente.

La noche del evento, Luca llegó vestido impecablemente, con un traje negro que realzaba su aura de misterio. Aunque se movía con facilidad entre la multitud, sus ojos estaban fijos en un objetivo. Finalmente, la vio. Bianca estaba en una esquina, conversando con un pequeño grupo de personas. Llevaba un vestido azul que resaltaba la suavidad de su piel y el brillo de sus ojos.

Luca esperó el momento adecuado antes de acercarse. Cuando Bianca se apartó del grupo para tomar una copa de champán, él se colocó a su lado, como si fuera una simple casualidad.

—No imaginé que alguien como tú necesitaría escapar de una fiesta como esta —dijo, rompiendo el hielo con un tono calmado, pero lo suficientemente intrigante como para captar su atención.

Bianca lo miró, sorprendida al principio, pero luego reconoció aquellos ojos oscuros que la habían observado desde el balcón días atrás.

—¿Y tú qué haces aquí? —preguntó, con una mezcla de curiosidad y desconfianza.

Luca sonrió levemente.

—Digamos que me gusta ver cómo vive el otro lado.

Bianca no pudo evitar sonreír ante su respuesta, aunque una parte de ella seguía alerta. Había algo en él que era diferente, algo que la atraía y la inquietaba al mismo tiempo.

Sin saberlo, ambos estaban dando el primer paso hacia un camino que cambiaría sus vidas para siempre.

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