El sol brillaba intensamente sobre el tranquilo pueblo costero, y las risas de los niños jugando en la plaza central llenaban el aire. Matteo, ahora un pequeño de apenas un año, balbuceaba emocionado mientras jugaba con una pelota que Luca le había comprado. Bianca observaba desde un banco cercano, sonriendo con ternura ante las payasadas de Luca, quien se inclinaba para ayudar al pequeño a recuperar la pelota cada vez que rodaba fuera de su alcance.Parecía un día perfecto. Sin embargo, la paz de ese momento se rompió en un instante. Matteo, emocionado, corrió tras la pelota que había rodado hacia la calle. Antes de que Luca pudiera reaccionar, una bicicleta apareció de la nada, con el ciclista gritando para alertar al niño. Luca alcanzó a Matteo en el último segundo, levantándolo en sus brazos mientras el ciclista frenaba bruscamente y caía al suelo.El corazón de Luca latía con fuerza mientras sostenía a Matteo, quien comenzó a llorar asustado. Bianca corrió hacia ellos, su rostro p
El sonido de los pájaros llenaba el aire cuando el cartero dejó un sobre elegante en la puerta de la casa de Luca y Bianca. Era una mañana tranquila, como cualquier otra, hasta que Luca abrió el sobre y encontró una carta que cambiaría el curso de su día. Provenía de un bufete de abogados de Milán, informándole que un antiguo aliado suyo, Stefano Ricci, había fallecido recientemente y le había dejado una herencia considerable.Luca no podía evitar sentir una mezcla de sorpresa y desconfianza. Stefano había sido un hombre calculador, uno de los pocos en el mundo criminal que Luca había respetado. Pero también sabía que nada venía sin condiciones en ese mundo.—¿Qué dice la carta? &md
El aire tranquilo del pequeño pueblo costero parecía inquebrantable. La rutina de Luca y Bianca transcurría en paz, entre las risas de Matteo y los proyectos sencillos del hogar que construían con amor. Pero esa calma se rompió una tarde cuando un hombre alto, de rostro severo y cicatrices visibles, llegó al pueblo. Su nombre era Enzo Galvani, un antiguo enemigo de Luca, conocido por su crueldad y su astucia en los bajos mundos.Luca lo reconoció de inmediato cuando lo vio en la pequeña plaza central. Sintió cómo su corazón se aceleraba y una vieja tensión se apoderaba de su cuerpo. Enzo no estaba allí por casualidad. Su presencia solo podía significar problemas.Bianca, al notar el cambio en la expresión de Luca, lo tom&o
El aire tranquilo del pequeño pueblo costero se agitó con la llegada de un rostro familiar. Stefano, el antiguo amante de Bianca, había regresado. Apareció en la plaza una mañana, mientras Bianca paseaba con Matteo en brazos. Su sonrisa era cautelosa, como si supiera que su presencia despertaría emociones complicadas.—Bianca —dijo, con un tono que mezclaba nostalgia y arrepentimiento—. No esperaba encontrarte aquí.Ella lo miró con sorpresa y desconfianza. El tiempo no había borrado los recuerdos de su relación con Stefano, ni las heridas que había dejado.—Stefano —respondió, ajustando a Matteo en su brazo—. ¿Qué estás haciendo aq
El sol se ocultaba lentamente en el horizonte, bañando el pequeño pueblo costero con tonos cálidos de naranja y púrpura. Bianca y Luca estaban sentados en el porche de su casa, Matteo dormía profundamente en su cuna, y el aire se llenaba con el suave murmullo de las olas rompiendo en la orilla. Era una noche tranquila, pero en el fondo ambos sentían una inquietud que no podían ignorar.—Luca, he estado pensando... —comenzó Bianca, rompiendo el silencio mientras giraba su taza de té entre las manos.—¿Qué pasa? —preguntó Luca, mirándola con preocupación.—Siento que hay partes de nosotros, de nuestras vidas, que aún no conocemos por comple
De vuelta en el pueblo, después del emotivo viaje a Italia, la familia intentaba retomar su rutina. Sin embargo, para Aurora, el regreso había despertado una nueva inquietud. Las historias que su padre había compartido durante el viaje, los lugares cargados de recuerdos y las emociones profundas que había presenciado la habían marcado de manera especial.Una tarde, mientras Luca trabajaba en el taller y Matteo estudiaba en el comedor, Aurora entró al pequeño estudio que había improvisado en casa. Sobre el caballete descansaba un lienzo en blanco. Sus pinceles y colores estaban listos, pero esta vez, no sabía por dónde empezar.—¿Qué estás pintando, hija? —preguntó Luca desde la puerta.
El aire olía a aceite de linaza, barniz y vino blanco. La galería estaba repleta de voces bajas y pasos lentos, con sus luces cálidas acariciando cada trazo expuesto como si fueran secretos revelados al mundo. Las paredes, blancas como lienzos sin usar, sostenían una colección que parecía hablar en susurros. Y entre ellas, estaba mi obra.Era un panel suspendido con mis ilustraciones más recientes: una secuencia de paisajes urbanos reinterpretados desde el caos emocional. Trazos sueltos, agresivos, suaves, llenos de luces y sombras. Tal vez sin saberlo, había dibujado lo que Santiago y yo habíamos vivido. Y lo que aún seguíamos siendo.Él estaba a unos pasos, conversando con un galerista de Milán. Llevaba el cuello de la camisa abierto, sin corbata
La tranquila rutina del pueblo se rompió una noche con el rugido de las llamas y el olor a humo que llenó el aire. Bianca despertó sobresaltada por el sonido de los gritos y los pasos apresurados de los vecinos. Miró a Luca, quien ya estaba poniéndose los pantalones y saliendo corriendo hacia la ventana.—¡Es el taller! —gritó Luca, con los ojos llenos de alarma.Bianca corrió hacia Matteo, quien dormía plácidamente en su cuna, ajeno al caos que se desataba fuera de su hogar. Luca salió a toda prisa, mientras ella se quedó junto al niño, sintiendo una mezcla de temor y furia.Cuando llegó al taller, Luca encontró a un grupo de vecinos tratando de contener e