El comedor de los Mancini estaba iluminado por la luz tenue de una lujosa araña de cristal. La vajilla de porcelana fina y las copas de cristal relucían en la mesa impecablemente arreglada. Bianca, sentada al final, jugaba con su tenedor, apenas tocando la ensalada que tenía frente a ella. Frente a ella estaba Stefano Rosetti, el hombre que su madre había elegido para cenar esa noche. Era perfecto. Perfectamente aburrido.—Entonces, Bianca, ¿te gusta viajar? —preguntó Stefano con una sonrisa ensayada, mientras cortaba meticulosamente su filete.Bianca levantó la vista y forzó una sonrisa.—Sí, claro.Stefano comenzó a hablar sobre sus viajes a Nueva York y Londres, sobre las reuniones importantes y los círculos sociales exclusivos. Pero Bianca apenas escuchaba. Su mente estaba en otra parte, en otro lugar, con otra persona. Cada palabra de Stefano la hacía pensar en lo opuesto que era a Luca. Stefano era predecible, cuidadosamente pulido, exactamente lo que se esperaba de alguien en s
El sol se filtraba a través de los enormes ventanales de la mansión Mancini, iluminando el comedor decorado con ostentación barroca. Bianca estaba sentada en un extremo de la mesa, rodeada por sus padres, su hermano mayor Alessandro y un par de tíos que habían venido de Milán para pasar unos días en Roma. Como era tradición en la familia, los domingos eran para reuniones familiares, una costumbre que Bianca normalmente soportaba en silencio. Pero esa mañana, sentía la mirada de todos posada en ella como cuchillos.—Te noto distante, Bianca —comentó su madre, Adriana, con tono firme, aunque mantenía su sonrisa perfecta. —¿Hay algo que quieras compartir con nosotros?Bianca miró su plato, jugando con su tenedor sobre los restos de su desayuno. —Estoy bien, mamá. Solo he tenido muchas cosas en la cabeza.—¿"Cosas"? —intervino Alessandro, apoyándose en el respaldo de su silla. —No recuerdo la última vez que pasaste una noche en casa. Últimamente siempre tienes "compromisos".Bianca alzó l
La noche en Roma caía como un manto de terciopelo oscuro, salpicado por las luces amarillas de las farolas. Bianca esperaba a Luca en un pequeño apartamento en Trastevere, una de las propiedades que él utilizaba como refugio cuando necesitaba escapar del ojo público. Sentada en el sofá de cuero desgastado, miraba sus manos entrelazadas mientras el eco de las palabras de su madre esa misma mañana resonaba en su mente: "Sea lo que sea que estás ocultando, Bianca, tarde o temprano saldrá a la luz."La puerta se abrió de golpe, y Luca entró, su rostro marcado por el cansancio y la tensión. Su camisa negra estaba desabotonada en el cuello, y su chaqueta de cuero llevaba el olor de la noche fría. Bianca se levantó al instante, su corazón latiendo con fuerza.
La vida de Bianca, antes tan ordenada y predecible, ahora parecía un caos constante. Desde que Luca había entrado en su mundo, todo lo que daba por seguro comenzó a desmoronarse. Las miradas inquisitivas de su madre, las preguntas sutiles de sus amigas y la presencia insistente de Stefano habían creado una atmósfera sofocante.Esa mañana, mientras desayunaba con su familia, sintió el peso de las expectativas sobre sus hombros. Giovanna, siempre atenta a cada detalle, la miraba con una mezcla de sospecha y desaprobación.—Stefano me ha dicho que estarás en el evento de caridad este fin de semana con él —comentó su madre, con una sonrisa tensa.Bianca apenas levantó la vista de
El salón de baile del Palazzo Altieri brillaba bajo la luz de imponentes candelabros de cristal. Era una noche de gala en la que la élite de Roma se congregaba, vestidos en trajes de diseñador, para celebrar un supuesto acto de beneficencia. Las familias más poderosas de la ciudad estaban allí, incluidas los Mancini.Bianca caminaba al lado de Stefano, su supuesto "pretendiente", quien vestía un impecable esmoquin negro. Su madre, Giovanna, se había asegurado de que todo estuviera perfectamente planeado. Bianca debía estar a su lado toda la noche, una pieza más en el tablero de ajedrez que su familia manejaba con precisión.—Recuerda, Bianca, una sonrisa cálida y evita hablar de más. Stefano es un excelente partido —había dicho Giovanna antes de salir de casa, mientras ajustaba las perlas en el
La vida de Bianca, antes tan ordenada y predecible, ahora parecía un caos constante. Desde que Luca había entrado en su mundo, todo lo que daba por seguro comenzó a desmoronarse. Las miradas inquisitivas de su madre, las preguntas sutiles de sus amigas y la presencia insistente de Stefano habían creado una atmósfera sofocante.Esa mañana, mientras desayunaba con su familia, sintió el peso de las expectativas sobre sus hombros. Adriana, siempre atenta a cada detalle, la miraba con una mezcla de sospecha y desaprobación.—Stefano me ha dicho que estarás en el evento de caridad este fin de semana con él —comentó su madre, con una sonrisa tensa.Bianca apenas levantó la vista de s
Bianca notaba que algo había cambiado en su rutina diaria, aunque no podía precisar exactamente qué. Todo parecía igual en la superficie: las reuniones sociales, las cenas familiares, los paseos por las calles de Roma. Sin embargo, había un peso constante sobre sus hombros, una sensación de que no estaba sola, incluso cuando no había nadie alrededor.Esa mañana, mientras caminaba por Villa Borghese, sintió que la seguían. Miró discretamente por encima del hombro y vio a un hombre con gafas de sol, aparentemente distraído. No era alguien que reconociera, pero tampoco parecía fuera de lugar. Aun así, la inquietud se instaló en su pecho.Bianca decidió ignorar sus instintos y continuar con su día. Tal vez estaba
Las luces tenues del despacho de Luca proyectaban sombras en las paredes, reflejo de la tormenta que se libraba en su mente. Marco estaba frente a él, con una expresión que mezclaba preocupación y cautela.—¿Estás seguro de esto? —preguntó Luca, su voz baja pero cargada de tensión.Marco asintió.—Los movimientos de la banda rival son demasiado precisos. Alguien les está dando información interna.Luca apretó los dientes. La traición era algo que no toleraba, y mucho menos cuando ponía en peligro a quienes estaban bajo su protección. Cerró los ojos por un momento, tratando de mantener la calma. Pero lo que más lo preocupaba era Bianca. Sabía que, al estar vinculada con él, se había convertido en un blanco.—Encuentra al traidor —ordenó finalmente—. No me importa lo que tengas que hacer, pero lo quiero frente a mí.Marco asintió y salió del despacho, dejando a Luca solo con sus pensamientos.Mientras tanto, Bianca caminaba por las calles de Roma, buscando claridad en medio del caos que