La noche en Roma caía como un manto de terciopelo oscuro, salpicado por las luces amarillas de las farolas. Bianca esperaba a Luca en un pequeño apartamento en Trastevere, una de las propiedades que él utilizaba como refugio cuando necesitaba escapar del ojo público. Sentada en el sofá de cuero desgastado, miraba sus manos entrelazadas mientras el eco de las palabras de su madre esa misma mañana resonaba en su mente: "Sea lo que sea que estás ocultando, Bianca, tarde o temprano saldrá a la luz."La puerta se abrió de golpe, y Luca entró, su rostro marcado por el cansancio y la tensión. Su camisa negra estaba desabotonada en el cuello, y su chaqueta de cuero llevaba el olor de la noche fría. Bianca se levantó al instante, su corazón latiendo con fuerza.
La vida de Bianca, antes tan ordenada y predecible, ahora parecía un caos constante. Desde que Luca había entrado en su mundo, todo lo que daba por seguro comenzó a desmoronarse. Las miradas inquisitivas de su madre, las preguntas sutiles de sus amigas y la presencia insistente de Stefano habían creado una atmósfera sofocante.Esa mañana, mientras desayunaba con su familia, sintió el peso de las expectativas sobre sus hombros. Giovanna, siempre atenta a cada detalle, la miraba con una mezcla de sospecha y desaprobación.—Stefano me ha dicho que estarás en el evento de caridad este fin de semana con él —comentó su madre, con una sonrisa tensa.Bianca apenas levantó la vista de
El salón de baile del Palazzo Altieri brillaba bajo la luz de imponentes candelabros de cristal. Era una noche de gala en la que la élite de Roma se congregaba, vestidos en trajes de diseñador, para celebrar un supuesto acto de beneficencia. Las familias más poderosas de la ciudad estaban allí, incluidas los Mancini.Bianca caminaba al lado de Stefano, su supuesto "pretendiente", quien vestía un impecable esmoquin negro. Su madre, Giovanna, se había asegurado de que todo estuviera perfectamente planeado. Bianca debía estar a su lado toda la noche, una pieza más en el tablero de ajedrez que su familia manejaba con precisión.—Recuerda, Bianca, una sonrisa cálida y evita hablar de más. Stefano es un excelente partido —había dicho Giovanna antes de salir de casa, mientras ajustaba las perlas en el
La vida de Bianca, antes tan ordenada y predecible, ahora parecía un caos constante. Desde que Luca había entrado en su mundo, todo lo que daba por seguro comenzó a desmoronarse. Las miradas inquisitivas de su madre, las preguntas sutiles de sus amigas y la presencia insistente de Stefano habían creado una atmósfera sofocante.Esa mañana, mientras desayunaba con su familia, sintió el peso de las expectativas sobre sus hombros. Adriana, siempre atenta a cada detalle, la miraba con una mezcla de sospecha y desaprobación.—Stefano me ha dicho que estarás en el evento de caridad este fin de semana con él —comentó su madre, con una sonrisa tensa.Bianca apenas levantó la vista de s
Bianca notaba que algo había cambiado en su rutina diaria, aunque no podía precisar exactamente qué. Todo parecía igual en la superficie: las reuniones sociales, las cenas familiares, los paseos por las calles de Roma. Sin embargo, había un peso constante sobre sus hombros, una sensación de que no estaba sola, incluso cuando no había nadie alrededor.Esa mañana, mientras caminaba por Villa Borghese, sintió que la seguían. Miró discretamente por encima del hombro y vio a un hombre con gafas de sol, aparentemente distraído. No era alguien que reconociera, pero tampoco parecía fuera de lugar. Aun así, la inquietud se instaló en su pecho.Bianca decidió ignorar sus instintos y continuar con su día. Tal vez estaba
Las luces tenues del despacho de Luca proyectaban sombras en las paredes, reflejo de la tormenta que se libraba en su mente. Marco estaba frente a él, con una expresión que mezclaba preocupación y cautela.—¿Estás seguro de esto? —preguntó Luca, su voz baja pero cargada de tensión.Marco asintió.—Los movimientos de la banda rival son demasiado precisos. Alguien les está dando información interna.Luca apretó los dientes. La traición era algo que no toleraba, y mucho menos cuando ponía en peligro a quienes estaban bajo su protección. Cerró los ojos por un momento, tratando de mantener la calma. Pero lo que más lo preocupaba era Bianca. Sabía que, al estar vinculada con él, se había convertido en un blanco.—Encuentra al traidor —ordenó finalmente—. No me importa lo que tengas que hacer, pero lo quiero frente a mí.Marco asintió y salió del despacho, dejando a Luca solo con sus pensamientos.Mientras tanto, Bianca caminaba por las calles de Roma, buscando claridad en medio del caos que
La mañana había comenzado con un aire inusualmente pesado en la mansión Mancini. Bianca despertó con el sol atravesando las cortinas de su habitación, pero la claridad de la luz no se reflejaba en su ánimo. Mientras se levantaba, las palabras de su madre resonaban en su mente: "Es hora de que pienses en tu futuro, Bianca. No puedes seguir siendo una vergüenza para nuestra familia."Era como si estuvieran luchando por arrancarle su autonomía, como si su vida no fuera suya sino un guion escrito por otros. Se vistió con un sencillo vestido blanco, un contraste deliberado a la opulencia que su familia esperaba de ella. Ese día, no estaba dispuesta a ceder a sus reglas.En otro rincón de Roma, Luca estaba sentado en su despacho improvisado, un lugar que había aprendido a llamar "hogar" más que su propia casa. El rostro de Bianca ocupaba todos sus pensamientos. Marco estaba frente a él, con un informe en la mano.—Las cosas están complicándose, jefe. La banda rival está usando tácticas más
La noche había caído sobre Roma, y la ciudad parecía respirar con un aire cargado de tensión. Luca, sentado en su despacho, revisaba los informes de sus hombres. El conflicto con la banda rival estaba alcanzando su punto de ebullición, y cada decisión que tomaba era una apuesta para mantener el control de su territorio y, más importante aún, proteger a Bianca.Marco entró en la habitación con el ceño fruncido, llevando una carpeta en la mano.—Tenemos confirmación de que están preparando un ataque. Van a golpear una de nuestras operaciones esta noche.Luca asintió, apretando los puños.—Asegúrate de que estemos listos. No vamos a ceder ni un centímetro.Pero incluso mientras hablaba, su mente estaba dividida. Una parte de él estaba en el campo de batalla, planificando cada movimiento como el estratega que era. La otra, más vulnerable, no podía dejar de pensar en Bianca.Mientras tanto, Bianca no podía quedarse quieta. Después de días sintiéndose atrapada en la incertidumbre, decidió a