Franco vio destruida su infancia: sus padres fueron asesinados por pandilleros en una iniciación. Oculto y aterrorizado, logró sobrevivir, pero el destino lo abandonó a su suerte. Creciendo en las calles, Franco se mezcló con lo peor de la sociedad, pasando de una pandilla a otra, hasta que un día la mafia lo capturó. Durante días, Franco fue torturado por los hombres de Enzo Barone, buscaban quebrantarlo física y psicológicamente. Sin embargo, su resistencia y determinación llamaron la atención del temido líder del grupo. En lugar de acabar con su vida, Enzo decidió darle una oportunidad, viendo en él un potencial que pocos poseían. Bajo la tutela de Enzo, Franco se convirtió primero en su mano derecha, su sicario más temido, y más tarde en el cerebro empresarial de su imperio. Por otro lado, Lorena, la hija de Enzo, fue secuestrada siendo una niña y vio cómo asesinaban a su madre frente a ella. Durante años, estuvo en manos de una familia mafiosa rival, hasta que su verdadero padre, que nunca dejó de buscarla, finalmente dio con su paradero. Cuando las negociaciones para liberarla fracasaron, Enzo envió a Franco como su última esperanza. La libertad de Lorena resultó ser una ilusión estaba atrapada bajo las reglas de su padre. Temiendo por su propia vida y buscando asegurar el futuro de su legado, Enzo decide el matrimonio entre su hija y Franco. Grantiza que él la proteja a toda costa. Así que Lorena se vio obligada a casarse con Franco. Aunque sus vidas están entrelazadas, apenas se conocen, y lo poco que comparten está cargado de desconfianza y resentimiento. Pero, en un mundo donde el deber pesa más que los deseos, ¿podrán encontrar algo real entre ellos, o el peso de sus secretos los destruirá antes de que tengan una oportunidad?
Leer másCapítulo 42 —Loza en mil pedazosNarrador:Franco despertó con la luz tenue de la mañana filtrándose por las cortinas, bañando la habitación con un resplandor dorado. Su cuerpo aún estaba tibio, relajado después de una noche de sueño profundo, pero lo que más captó su atención fue la forma en que Lorena seguía enredada en él. Su respiración era lenta y acompasada, su cuerpo pequeño y cálido encajaba perfectamente contra el suyo. Movió ligeramente la cabeza y la vio. Su rostro estaba sereno, con el cabello desordenado sobre la almohada. Dormía profundamente, como si el mundo a su alrededor no existiera. Pero lo que lo tensó de inmediato fue la posición de su mano. Su palma descansaba sobre su bajo vientre, y sus dedos apenas rozaban la rigidez de su erección a través del pantalón del pijama. Franco contuvo el aliento, su mandíbula se tensó. Era un contacto mínimo, inocente, pero su cuerpo no lo interpretó así. Su miembro palpitó bajo la presión de aquellos dedos inertes, y él maldijo e
Capítulo 41 —Duerme, pequeña...Narrador: Franco se apartó de Lorena con una última mirada cargada de posesión. Su cuerpo aún vibraba por el deseo contenido, su piel ardía, su respiración seguía siendo irregular. Ella yacía en la cama, su pecho subía y bajaba con agitación, los labios entreabiertos, sus muslos aún temblorosos por el éxtasis que él le había provocado. Se veía jodidamente hermosa así, desarmada, rendida, completamente suya. Pero Franco sabía que no podía más. Si seguía mirándola, si seguía sintiendo el calor de su cuerpo, la habría tomado sin control alguno. Y no. No así. No cuando ella aún tenía en su interior la inocencia de no haber sido de ningún hombre. Maldiciéndose a sí mismo por no haber perdido la cabeza y haberse hundido en ella como su cuerpo le exigía, se puso de pie. Caminó hacia el baño con pasos pesados, como si arrastrara un peso insoportable sobre su espalda. Cerró la puerta con un leve clic y se apoyó contra ella por un momento, pasando una mano por s
Capítulo 40 —Solo una muestraNarrador:La mansión Barone quedó en completo silencio. Los últimos invitados se habían marchado, dejando atrás el eco de murmullos y despedidas educadas. Luigi supervisaba a los guardias que patrullaban el perímetro, y Franco se quedó solo en el gran salón, con un vaso de whisky en la mano y la mente sumida en un torbellino de pensamientos. El peso de la noche caía sobre él con una fuerza abrumadora. La muerte de Don Enzo no solo significaba la pérdida de una figura paterna, sino también la carga completa de un legado. Ya no era simplemente Franco Mancini. Ahora era Don Franco Mancini. Y sin embargo, entre todas las preocupaciones que tenía en la cabeza, una imagen dominaba su mente. Lorena. Había estado impecable, perfecta, a su lado durante todo el día. No solo como su esposa, sino como la esposa de un Don. Se había mantenido erguida, había aceptado las condolencias con una frialdad admirable, había respondido con la elegancia y firmeza que su apellido
Capítulo 39 —Señora ManciniNarrador:El salón donde se llevaba a cabo el velatorio estaba repleto. No era solo la despedida de Don Enzo Barone, sino un evento de alto calibre en el que se reunían políticos, empresarios, figuras influyentes y, por supuesto, otros hombres de poder con los que Enzo había tenido tratos… o enfrentamientos. El ambiente estaba cargado, una mezcla entre el duelo genuino y el juego de poder que siempre se tejía en eventos como ese. Franco se mantenía firme, con el semblante de acero que había aprendido a forjar desde joven, y Lorena, a su lado, reflejaba la misma dureza. Vestida de ne*gro, con una elegancia que desmentía su corta edad, recibía las condolencias con una expresión imperturbable, respondiendo en el tono exacto en el que debía hacerlo.—Mis más sinceras condolencias, Don Mancini.Franco inclinó la cabeza en un gesto de respeto, estrechando la mano de un viejo conocido de su difunto suegro.—Gracias, senador. Don Enzo tenía gran estima por usted.E
Capítulo 38 —La esposa de un DonNarrador:El viaje hacia la ciudad fue un trayecto silencioso para Lorena. Franco y Luigi conversaban sin cesar sobre la seguridad, las disposiciones y lo que debían esperar en el sepelio de Don Enzo. Hablaban en un tono bajo, pero sus voces graves llenaban el interior de la limusina con un murmullo constante. Lorena, en cambio, no participaba. Permanecía con la mirada fija en la ventana, observando cómo el paisaje se desdibujaba a medida que el vehículo avanzaba por la carretera. El peso de la obligación, del deber que la forzaba a despedir a un hombre al que jamás consideró un padre, se sentía como una losa sobre sus hombros. Pero entre la planificación y los detalles que Franco discutía con Luigi, había algo más. Cada tanto, sin interrumpir su conversación, Franco tomaba la mano de Lorena. Sus dedos atrapaban los de ella con suavidad, y con un movimiento casi distraído, los llevaba a sus labios. A veces depositaba un beso ligero, apenas un roce, otr
Capítulo 37 —Aparentar lo inevitableNarrador:Lorena sintió su corazón latir con fuerza, una mezcla de frustración, deseo y algo más que no quería nombrar. Sus manos temblaban a los costados de su cuerpo, pero aun así, levantó la mirada hacia Franco, aferrándose a la única certeza que tenía en ese momento: lo quería, aunque él la apartara.—Franco… —su voz era apenas un susurro, pero estaba cargada de todo lo que sentía.Él cerró los ojos por un instante, como si necesitara toda su fuerza para mantenerse firme. Cuando los abrió, su mirada era una tormenta, intensa y peligrosa.—No —murmuró, su tono bajo y grave—No me lo pidas, Lorena.Ella sintió un nudo en la garganta, pero aun as&iac
Capítulo 36 –La respuestaNarrador:Franco la miró fijamente, como si tratara de leer en sus ojos lo que no se atrevía a decir en voz alta.—Será mejor que vayas a descansar, Lorena. Los próximos días serán complicados. —Su voz, aunque grave, sonó más suave que antes, como si estuviera haciendo un esfuerzo consciente por no romper el momento.—Está bien —respondió ella, dando un paso atrás. Sus manos cayeron a los costados, y aunque su cuerpo obedecía, algo en su interior se resistía a alejarse de él.Dio media vuelta, dispuesta a salir, pero entonces sintió cómo la mano de Franco se cerraba alrededor de su muñeca, firme pero sin brusquedad, impidiendo que siguiera avanzando. Lorena se detuvo en seco, sintiendo el calor de su palma irradiando a través de su piel.—Espera… —dijo él, con una nota de urgencia en su voz.Lorena giró lentamente la cabeza, encontrándose con sus ojos oscuros, cargados de una intensidad que la dejó sin aliento.—¿Qué pasa? —preguntó, aunque su corazón comenzó
Capítulo 35 —Mi verdad, solo para tiNarrador:Lorena daba vueltas en la cama, incapaz de encontrar una posición cómoda o de silenciar el torbellino de pensamientos que le llenaban la cabeza. Finalmente, con un suspiro frustrado, apartó las mantas y se puso de pie. Caminó descalza hasta la puerta, abrió con cuidado, y se sorprendió al encontrar a dos hombres apostados frente a la misma.—Buenas noches, chicos —dijo, tratando de no sonar demasiado desconcertada.Los dos guardias se enderezaron al instante.—Señora Mancini, buenas noches —respondió uno de ellos con tono formal.—¿Saben dónde está Franco? —preguntó ella, abrazándose a sí misma, consciente de lo desarreglada que debía parecer.Los guardias intercambiaron una breve mirada, pero antes de que pudieran responder, la voz inconfundible de Luigi interrumpió la escena.—Está en su despacho —dijo, apareciendo en el pasillo con paso firme y rostro cansado.Lorena giró hacia él, sus ojos buscando respuestas en el semblante del hombr
Capítulo 34 —El peso del legadoNarrador:Lorena permanecía en silencio, con el ceño apenas fruncido, mientras observaba a Franco desde el sillón donde había quedado tras el beso interrumpido. Él estaba de pie junto a la ventana, el teléfono aún en su mano, la mandíbula tensa y sus hombros rígidos. La noticia lo había golpeado como un puño en el estómago. Don Enzo Barone había muerto.Por unos instantes, la habitación pareció llenarse de un silencio pesado, roto solo por la respiración controlada de Franco. Su mirada seguía fija en el exterior, pero sus pensamientos estaban en un torbellino, repasando cada conversación, cada lección, cada orden que había recibido del hombre que ahora era solo un recuerdo.—¿Está