Franco vio destruida su infancia: sus padres fueron asesinados por pandilleros en una iniciación. Oculto y aterrorizado, logró sobrevivir, pero el destino lo abandonó a su suerte. Creciendo en las calles, Franco se mezcló con lo peor de la sociedad, pasando de una pandilla a otra, hasta que un día la mafia lo capturó. Durante días, Franco fue torturado por los hombres de Enzo Barone, buscaban quebrantarlo física y psicológicamente. Sin embargo, su resistencia y determinación llamaron la atención del temido líder del grupo. En lugar de acabar con su vida, Enzo decidió darle una oportunidad, viendo en él un potencial que pocos poseían. Bajo la tutela de Enzo, Franco se convirtió primero en su mano derecha, su sicario más temido, y más tarde en el cerebro empresarial de su imperio. Por otro lado, Lorena, la hija de Enzo, fue secuestrada siendo una niña y vio cómo asesinaban a su madre frente a ella. Durante años, estuvo en manos de una familia mafiosa rival, hasta que su verdadero padre, que nunca dejó de buscarla, finalmente dio con su paradero. Cuando las negociaciones para liberarla fracasaron, Enzo envió a Franco como su última esperanza. La libertad de Lorena resultó ser una ilusión estaba atrapada bajo las reglas de su padre. Temiendo por su propia vida y buscando asegurar el futuro de su legado, Enzo decide el matrimonio entre su hija y Franco. Grantiza que él la proteja a toda costa. Así que Lorena se vio obligada a casarse con Franco. Aunque sus vidas están entrelazadas, apenas se conocen, y lo poco que comparten está cargado de desconfianza y resentimiento. Pero, en un mundo donde el deber pesa más que los deseos, ¿podrán encontrar algo real entre ellos, o el peso de sus secretos los destruirá antes de que tengan una oportunidad?
Ler maisCapítulo 77—La verdadera noche de bodasNarrador:El aire en la habitación era espeso, cargado de deseo y tensión cuando Franco la atrapó entre su cuerpo y la pared. Su pecho desnudo presionaba contra su espalda, su aliento caliente quemándole la piel del cuello.Lorena sintió cómo su corazón martillaba en su pecho, cómo cada célula de su cuerpo se encendía con su proximidad. Sus manos se apoyaban en la pared, sus dedos temblaban sobre la superficie fría.—¿Recuerdas aquella noche, Lorena? —murmuró Franco contra su oído, su voz grave y cargada de peligro—. Cuando te tuve así, contra la pared, pero te solté porque suplicaste.Ella tragó saliva con dificultad, sus piernas tensándose cuando sus manos grandes se deslizaron por su cintura, recorriéndola con una lentitud exasperante.—Sí… —susurró apenas, sintiendo cómo su cuerpo ya comenzaba a responder.Franco sonrió contra su piel y bajó una mano hasta su muslo, acariciándolo con descaro.—Dijiste que no querías. Dijiste que nunca… —Su m
Capítulo 76 —Una promesaNarrador:La ceremonia se llevó a cabo en la propiedad de los Mancini, en los jardines iluminados por cientos de luces cálidas que colgaban de los árboles como estrellas atrapadas en la tierra. No era una boda convencional. No había multitudes de invitados ni prensa. Solo aquellos que realmente importaban, aquellos que habían sido testigos del amor que había nacido de la oscuridad, aquellos que sabían que lo que estaba a punto de suceder no era un simple ritual, sino un renacimiento.Franco estaba de pie junto al altar improvisado, vestido con un traje ne*gro impecable, la camisa blanca realzando la intensidad de sus ojos. Pero lo más notable no era su ropa, sino la forma en que la miraba cuando apareció.Lorena caminó hacia él, vestida de blanco, con un vestido de seda ligera que se movía como el viento sobre su piel. Su cabello caía en suaves ondas sobre su espalda, y su mirada brillaba con la emoción contenida que la hacía sentir como si su corazón estuvier
Capítulo 75—Quiero verte brillarNarrador:Algo en su interior hizo clic.Fue como si la última pieza que mantenía su miedo en pie se desmoronara, como si cada sombra que la había perseguido hasta ahora se desvaneciera con esas palabras.—Te amo... te amo... te amo.La frase seguía resonando en su mente, calando hasta los rincones más oscuros de su alma. La cicatriz de su dolor aún estaba allí, pero ya no le pesaba, ya no la ataba.Lo miró a los ojos, con las lágrimas aún frescas en su rostro, y en medio de esa profundidad tormentosa, sintió el fuego arder nuevamente dentro de ella. Un fuego que Franco siempre había encendido, un fuego que ni la muerte podrá apagar.Franco notó el cambio en su expresión, cómo el temblor en sus manos se disipó, cómo su mirada se afiló con una determinación peligrosa. Antes de que pudiera decir algo, antes de que pudiera procesarlo siquiera, Lorena se subió sobre él con una rapidez inesperada, rodeando su cintura con sus muslos y aferrándolo con fuerza.
Capítulo 74 —Me duele respirar cuando no estás conmigoNarrador:Franco se separó apenas lo suficiente para mirarla a los ojos, pero no la dejó ir. Con un movimiento lento y cargado de necesidad, la atrajo de nuevo contra su cuerpo, envolviéndola con sus brazos, asegurándose de que sintiera su calor, su protección, su amor.Lorena, lejos de sentirse incómoda, se dejó sostener. Se acurrucó contra su pecho, cerrando los ojos por un instante, dejándose envolver por la seguridad que él le brindaba. El latido fuerte y constante de Franco resonaba bajo su oído, y eso le trajo una paz que no había sentido en mucho tiempo.Él deslizó una mano por su espalda desnuda, acariciándola con una ternura que contrastaba con su fiereza habitual. Besó su cabello, dejando que su aliento cálido se mezclara con el aroma de ella.—¿Estás bien? —su voz era un susurro grave, ronco aún por la intensidad del momento.Lorena asintió contra su piel, disfrutando la sensación de su pecho subiendo y bajando con cada
Capítulo 73 —La había amado con el alma.Narrador:Los días pasaron, y aunque la tormenta no había desaparecido del todo, Franco y Lorena encontraron una forma de moverse dentro de ella. No era fácil. No después de todo lo que había pasado. Pero él estaba ahí, siempre presente, siempre atento, ofreciéndole su amor en silencios, en gestos pequeños pero constantes.Nunca la presionó, nunca cruzó un límite.Se sentaba con ella en el jardín cuando el aire fresco le ayudaba a respirar mejor. La acompañaba en sus caminatas dentro de la casa cuando los médicos le indicaron que debía empezar a moverse más. Se aseguraba de que comiera, de que descansara, de que se sintiera segura.Y, aunque no lo decía, ella sabía que dormía en el sillón de su habitación cada noche, velando su sueño en la penumbra.—No tienes que quedarte aquí todas las noches —le susurró una vez, en medio de la oscuridad, cuando escuchó el crujido leve del sillón bajo su peso.Franco tardó en responder.—Lo sé.Lorena mantuvo
Capítulo 72 —No sé cómo estar contigoNarrador:El dormitorio estaba en penumbra, solo iluminado por la lámpara tenue sobre la mesita de noche. Lorena estaba recostada sobre el colchón, con una manta ligera cubriéndole las piernas, mirando la ventana sin ver realmente nada.Cuando la puerta se abrió con suavidad, supo quién era antes de que hablara.—¿Estás despierta? —preguntó Luigi en voz baja, asomando apenas la cabeza por la puerta.Lorena giró lentamente la cabeza hacia él y asintió con un leve movimiento.—Pasa.Luigi cerró la puerta detrás de sí y caminó hasta la silla junto a la cama. Se sentó con las manos entrelazadas, los codos apoyados en las rodillas, y soltó un suspiro pesado antes de hablar.—Necesitaba verte a solas.Lorena arqueó una ceja, ladeando la cabeza con curiosidad.—¿Por qué?Luigi frunció el ceño y bajó la mirada a sus manos, como si le costara encontrar las palabras.—Porque tengo que decirte algo —respiró hondo—. Y es que lo siento.Lorena parpadeó con sor
Capítulo 71 —Aprender a esperarNarrador:El viento golpeaba suavemente contra las ventanas, llenando la habitación con un eco distante. Franco estaba sentado en la butaca junto a la cama, con los codos apoyados en sus rodillas y las manos entrelazadas. No había hablado en los últimos minutos, no porque no tuviera qué decir, sino porque no sabía cómo decirlo. Lorena estaba despierta, con la mirada perdida en un punto indefinido del techo, su expresión impenetrable.No era la primera vez que la veía así. Desde que había despertado en el hospital, había momentos en los que parecía estar allí con él y otros en los que se perdía en algún lugar oscuro dentro de sí misma. Y Franco lo odiaba. Odiaba verla así. Odiaba no poder simplemente arrancarle el dolor, la incertidumbre, la sensación de fragilidad que intentaba ocultar pero que él podía ver en cada uno de sus gestos.—¿Cómo te sientes? —preguntó al fin, rompiendo el silencio.Lorena parpadeó, pero no lo miró.—No lo sé —respondió con vo
Capítulo 70 —Estás a salvoNarrador:Lorena ha despertado, pero está débil, su voz apenas es un susurro. Franco se aferra a su mano, su corazón latiendo con tanta fuerza que le duele el pecho. Quiere hablar, quiere decirle tantas cosas, pero no quiere abrumarla.La mirada de Lorena es pesada, su parpadeo lento, pero cuando intenta moverse, una mueca de dolor cruza su rostro. Franco reacciona de inmediato.—No te muevas, amor —murmura, acariciando su mejilla con el dorso de los dedos—. Tienes que descansar.Lorena traga saliva con dificultad, sus ojos recorriendo su rostro con esfuerzo.—¿Dónde… estoy?—En el hospital —su voz es ronca, pero intenta mantenerse calmado por ella—. Estás a salvo, mi amor.Ella frunce ligeramente el ceño, como si intentara recordar. Su mano débil se aprieta un poco más contra la de Franco.—D’Alessandro…Franco siente que la ira lo recorre de inmediato, pero la reprime. No ahora, no con ella en este estado.—Ya no puede hacerte daño —susurra con un tono pel
Capítulo 69 —Y entonces la vio...Narrador:Franco no supo cuántas horas habían pasado. El tiempo dejó de existir para él en esa habitación, donde Lorena yacía inmóvil, conectada a los monitores que emitían un pitido constante, el único sonido que rompía el silencio sepulcral.No la soltó, no dejó de sostener su mano ni un solo instante, aferrándose a ella como si eso bastara para retenerla en este mundo, para impedir que se le escapara. Su pulgar acariciaba la piel fría de sus nudillos, y de vez en cuando, inclinaba la cabeza para besarle los dedos con una devoción rota, desesperada.—Te amo, Lorena… —susurró, su voz ronca, desgarrada por el dolor —Mie*rda… te amo tanto. —Se inclinó hacia ella, apoyando la frente sobre su mano. Su cuerpo temblaba de pura impotencia. No podía verla así. No podía aceptar que la mujer más fuerte que conocía estuviera reducida a esto, atrapada en una quietud que no le pertenecía. —Perdóname… —Su voz se quebró. Cerró los ojos con fuerza, como si eso pudie