Natalia siempre soñó con casarse y tener una amplia y hermosa familia. La vida pareció cumplirle uno de sus deseos cuando quedó embarazada de trillizos; sin embargo, la tan anhelada propuesta de matrimonio nunca llegó a sus oídos. Los años transcurrieron y Natalia pareció aceptar este estilo de vida. ¿Qué podría cambiar un simple anillo? «Tenía a Roberto y a sus tres hijos. Con ellos lo tenía todo», pensó convencida. Sin embargo, realmente nada era lo que creía. Es decir, Roberto vivía constantemente viajando y su ausencia era lo que la acompañaba la mayoría del tiempo. Supo entonces que debía ser fuerte por sus pequeños hasta que todo se derrumbó ante sus ojos, sumergiéndola en el más grande de los sufrimientos. Natalia tuvo que comprobar con sus propios ojos cómo el hombre que amaba se casaba con otra. En ese justo momento supo que siempre había sido un secreto en la vida de Roberto, supo que se avergonzaba de ella, que realmente no amaba a los niños y que la había rebajado a ser la otra. Entonces se juró que no permitiría que otro hombre la tratara de esa forma. Y no permitiría que nadie más la humillara jamás, aunque, la vida parecía, tenía otros planes y nuevamente se encontraba frente a frente con un destino inesperado. ¿Pero qué podía hacer si la propuesta de aquel extraño sonaba tan bien? Y así Natalia terminó casándose por venganza con un hombre que no amaba, pero que, aparentemente, había llegado para sacudir su mundo y no en el buen sentido...
Leer másDecir que aquello no la había destrozado era una gran mentira.¿Qué mujer quería escuchar a su esposo decirle que amaba a otra?Desde luego que todo esto era demasiado doloroso.Y ni siquiera importaba su estado de ebriedad.Nada justificaba su frialdad.Roberto había dicho justamente lo que deseaba decir.Se lo había escupido a la cara en realidad.Amaba a otra.Amaba a Natalia.—Estás borracho —murmuró con la voz quebrada ante el dolor recibido.Sin duda no parecía un buen momento para tratar aquello y ya no se sentía con tantas ganas de hacerlo.—¿Y qué?—Hablaremos de esto después. Cuando tengas mayor consciencia de lo que haces —masculló bajito. Tocándose el pecho ante el malestar punzante—. Del daño que me haces… —corrigió después.—No hay mucho de que hablar, Ana Paula. Podríamos hacerlo perfectamente ahora.El hombre parecía no darse cuenta de lo que hacía o verdaderamente no le importaba lastimarla.—¡No!La mujer se aproximó a la puerta y corrió.No sabía por qué había pensa
—Permíteme recordarte que el contrato especifica únicamente tres años de matrimonio —replicó con seguridad. No permitiría que sus delirios le afectaran el buen juicio. El hombre parecía ni siquiera saber muy bien qué era lo que quería, así que no se dejaría arrastrar con su indecisión—. Los cuales ya están en marcha y estoy contando los días para que se terminen.—¿Y eso es lo que tú quieres, Natalia? —la miró ofendido. Parecía no poder creer que fuera ella quien sacara a colación el tema del divorcio—. ¿Quieres que nos divorciemos?—Si —respondió al instante.No había duda de que eso era lo que quería.¿Para qué necesitaba un matrimonio de mentiras?En un principio le pareció una excelente idea para vengarse de Roberto, pero a estas alturas del partido las cosas se habían complicado demasiado como para seguir adelante con esto.Y si de ella dependiera, se divorciaría al día siguiente, tomaría a sus hijos y desaparecería para siempre de la vida de Fabián Arison y de Roberto Buendía.—
Natalia dio un paso atrás separándose de Roberto antes de estamparle una fuerte cachetada en la cara.El golpe duro y seco. La palma de su mano ardió después de eso.—¡No vuelvas a tocarme nunca más! —bramó alterada.Roberto se llevó una mano al lugar afectado y frotó con ligereza. No podía creer que Natalia acabara de golpearlo.Muchas miradas se centraron en ellos, a pesar de que el sitio estaba atestado de personas y la música era muy alta.Natalia aprovechó la conmoción del momento para huir del establecimiento sin que nadie la detuviera.A los lejos escuchó que Roberto la llamaba, pero también escuchó que otras personas le impedían que fuera tras ella.El frío nocturno la hizo estremecer cuando se encontró sola en una calle desierta.Rápidamente, caminó tratando de conseguir un taxi.Necesitaba regresar a casa con sus hijos.Necesitaba abrazarlos y olvidarse del desastre que había resultado esa noche.Un momento después, un taxi se detuvo. Natalia le indicó la dirección de la m
Esto no estaba previsto en sus planes.Por supuesto que no.—Roberto—dio un paso atrás alejándose de su indeseado agarre—, ¿qué haces aquí? —preguntó sorprendida de verlo.La ciudad era demasiado grande como para que coincidieran de una manera tan desafortunada como esta.¿Acaso su mala suerte no podía ser peor?—Supongo que lo mismo que tú. Vine por un trago.—Ya veo —murmuró con sospecha. No lograba creerse esa historia—. En ese caso, lo mejor será que sigas en lo tuyo. Y olvidemos que nos hemos encontrado —trató de ignorarlo y regresar a su baile, pero ahora lo único que sentía era ganas de irse. Evidentemente, se le había arruinado la noche.—Vamos, Natalia, no debes comportarte de esta manera.—¿A qué te refieres?—No debes ser así de arisca —señaló con simpleza—. Nos conocemos. Nos conocemos muy bien, como para que quieras aparentar que soy un extraño.—Para mí eres un extraño —repuso con dureza—. Ciertamente, estuviste fingiendo una personalidad todo este tiempo y ahora que con
Cuando Diana Arison le dijo que necesitaba que la acompañara a un lugar, no imaginó que sería este tipo de sitio. Natalia observó con aprensión las paredes de un reluciente blanco. En el centro de la habitación se encontraba una camilla donde Diana, despojada de toda su vestimenta, se hallaba recostada con una bata quirúrgica, esperando por una intervención que no había meditado lo suficiente. Tenía las manos sudorosas y una sonrisa inestable en su hermoso rostro. —¿Te encuentras bien? —le preguntó con cautela, sabiendo que lo que estaba a punto de hacer no sería fácil. Diana negó repetidamente. —Esto es más difícil de lo que pensé —confesó en voz baja. —Lo es. —No sé… no sé si quiero…—Señorita Arison, ¿se encuentra lista? —una enfermera acababa de entrar, dispuesta a hacer los preparativos necesarios para el aborto.—Yo… no lo sé. Diana observó a Natalia con intensidad, mientras sus ojos se humedecían poco a poco. Parecía estarle pidiendo ayuda para zafarse de esto. —Creo
El cuerpo de la mujer se removió entre sueños y estiró su mano tanteando el lugar a su lado, encontrándolo completamente desocupado. ¿Dónde estaba Roberto? Ana Paula se enderezó en la cama y miró a su alrededor, buscándolo. Su recámara era grande y espaciosa y estaba vacía, absolutamente vacía. No había rastro de su esposo por ninguna parte. Con un estremecimiento en su pecho se puso de pie y calzó sus zapatillas de algodón, se ajustó su bata de dormir y salió de la habitación. Tenía una idea de a dónde podía estar su marido y no le agradaba para nada. Últimamente, se quedaba hasta altas horas de la noche en su despacho bebiendo. Se le estaba haciendo un vicio. Efectivamente, como se había imaginado, Roberto estaba recostado en la silla junto a su escritorio, su cabeza echada hacia atrás y sus ojos cerrados en el sueño. No parecía estar en una posición cómoda, pero aun así prefería quedarse allí a dormir, mientras abrazaba a su botella en el regazo como si fuera la únic
Fabián le extendió la mano para que caminaran juntos hasta la mesa. El lugar estaba iluminado con pequeñas luces colgantes, un camino empedrado llevaba al destino trazado. Natalia se sintió flotar mientras daba esos pasos a su lado, por un momento, se sintió en un sueño, en un sueño donde aquello no era falso, dónde realmente eran un matrimonio lleno de amor y felicidad.¿Sería posible que Fabián quisiera que así fuera?¿Estaría bien si permitiera que su corazón se ilusionara ante la idea?La verdad era que anhelaba que fuera real, pero sabía bien que no debía engañarse. El corazón de Natalia se sintió repentinamente triste ante esta realidad, pero se animó a sí misma a disfrutar de aquel instante.—Nada ostentoso esta vez. ¿Qué te parece? —le preguntó el hombre cuando se acomodaron en la mesa. —Me gusta —reconoció con suavidad—. Me gusta más así. —Lo sé —repuso él con seguridad—. Este es tu estilo, Natalia. Eres sencilla y única. Eres hermosa —soltó de repente, sorprendiéndose a
“Buena suerte hoy. Estoy completamente seguro de que lo lograrás”Natalia se encontró esa nota en la mesita de noche junto a su cama y no pudo hacer más que sonreír. Acarició el papel, deleitándose con la textura del mismo y con la hermosura de la letra de Fabián. Tenía una caligrafía fina y pulcra. Nada comparada con la suya, la cual era desordenada y chueca la mayoría del tiempo.La mujer sintió mariposas en el estómago al darse cuenta de que aquel hombre hacía todo bien. Todo. Absolutamente todo. Un rubor se apoderó de sus mejillas cuando recordó la exquisita noche que habían pasado juntos, la manera en la que la devoró, su lengua en zonas tan íntimas. ¡Oh, no!¿En qué estaba pensando? ¿Acaso se estaba enamorando de Fabián?Sintió terror ante la sola idea y se puso de pie rápidamente para darse un baño con agua helada. Necesitaba deshacerse cuánto antes de aquellos pensamientos tan irracionales. No podía enamorarse de Fabián. ¡No podía!Aquello se lo repitió infinidad de ve
Decir que después de aquella noche las cosas no comenzaron a cambiar, era una gran mentira. Sin duda, todo era diferente. Lo sentía en el ambiente, lo respiraba en el aire. Ciertamente, seguían sin ser un matrimonio real, pero ahora existía una especie de compañerismo que no podía ser ocultado tan fácilmente. Eran más que cómplices. Disfrutaban de breves momentos a solas e incluso, en ocasiones, compartían una copa como buenos amigos. Fabián no había vuelto a intentar tocarla de manera sexual. Y en el fondo se lo agradecía. No porque ella fuera una virgen inexperta, temerosa de perder su virginidad, sino porque de algún modo no quería acostarse con un hombre por el simple hecho de hacerlo. Quería sentir que era especial. Quería ser especial para Fabián. Natalia sacudió la cabeza cuando se percató de que sus pensamientos nuevamente iban en aquella dirección. No debería. No debería estar imaginando un futuro con él, pero su corazón era muy tonto. Con un suspiro trato