Capítulo 003

Natalia se fue de la iglesia con el corazón deshecho.

Una lluvia torrencial empapó su vestido negro, haciendo que la tela se le adhiriera al cuerpo, mientras sus extremidades no paraban de temblar producto del intenso frío.

No tenía idea de dónde estaba. Llevaba minutos caminando sin parar y sin rumbo fijo.

Lo único que quería era alejarse lo más posible de aquel dolor que la consumía por dentro, la realidad de saber que no significaba nada en la vida de Roberto.

Ahora estaba sola. Con tres niños.

Se sentó en la parada de autobús a esperar el transporte público.

Lo único que deseaba era que aquel día espantoso terminara y pudiera estar de vuelta con sus niños. Abrazarlos y estrecharlos contra su pecho, para ver si el dolor mermaba, aunque sea por un momento.

De repente, un auto se detuvo frente a sus ojos, haciendo que el agua que llenaba las calles se alzara y la salpicara completamente.

Natalia sintió una enorme ira invadirla al instante. Esto era lo último que le faltaba.

Se levantó rápidamente para insultar a aquel imbécil causante de su infortunio, pero se encontró con la sorpresa de que el vidrio trasero del auto había sido bajado, revelando la figura de un misterioso hombre desconocido. 

Lo primero que llamó su atención fueron sus intensos ojos azules, su cabello dorado que caía desordenado en su frente, su mandíbula firme y varonil. Y se encontró fácilmente concluyendo que parecía un modelo de revista.

—¿Todo eso que dijiste en la iglesia, es cierto? —le interrogó el extraño con un tono firme y desconcertante.

«¿Acaso esta persona la había seguido?», fue lo que se preguntó mirando hacia todos lados.

—Sí, es verdad —le alegraba pensar que al menos alguien le creía, que no había quedado como una idiota delante de cientos de personas.

Aquel hombre sonrió de una manera perturbadora que le hizo a Natalia sentir un escalofrío.

¿Qué diablos le parecía tan chistoso?

—Oiga…

—Supongo que es mi día de suerte —murmuró para sí mismo—. Vamos, sube. Tengo algo que proponerte.

Natalia lo miró perpleja, no conocía a este sujeto, fácilmente podría estar planificando secuestrarla o algo peor. Sin embargo, algo en su expresión le hizo intuir que su propuesta le beneficiaría también.

Quizás era una corazonada estúpida, pero terminó subiendo a aquel vehículo…

—Lo escucho —le animó a hablar a penas, fue cerrada la puerta.

El silencio se hizo pesado nuevamente y entonces, el extraño comenzó con su propuesta:

—Hoy has sido la burla de todos —soltó, haciendo que la humillación recibida calara más profundamente en su interior—. Roberto te trató como a una demente. Se comportó como un cobarde e imbécil. ¿Dime qué harías, si te digo que tengo la manera perfecta en la que puedes vengarte de lo que hizo?

Natalia lo pensó por un momento.

¿Quería vengarse de Roberto?

La respuesta llegó rápidamente a su mente y fue un rotundo “sí”.

—¿De qué trata? —se mostró interesada.

El extraño sonrió complacido.

—Simple. Cásate conmigo.

La propuesta fue tan loca e inesperada, que Natalia no pudo hacer otra cosa que boquear como un pez, mientras sentía que se ahogaba con su propia saliva.

Tosió repetidamente tratando de calmarse y tratando de decirse a sí misma que seguramente no había escuchado bien.

¿Cómo demonios…?

—¡No! —balbuceó, asustada—. Es decir, ¿cómo por qué nos casaríamos? No te conozco de nada.

—No tenemos que conocernos para vengarnos del imbécil de Roberto —le dijo con simpleza, como si la idea de casarse no significara nada—. Será una boda de mentiras. Tendremos un contrato. Tú te vengarás de él y yo conseguiré que se arrepienta por haberse metido conmigo.

Natalia de repente se sintió muy intrigada.

¿Qué le había hecho para que quisiera vengarse con tantas ganas?

—¿Y por qué harías algo así? ¿Por qué te casarías con una extraña?

—Porque él me arrebató algo que quiero —contestó sin más, zanjando el tema.

La respuesta era tan ilógica e inesperada que se encontró a punto de negarse. Es decir, no podía arrastrar a sus hijos a una situación tan complicada como esta, con un extraño, con un hombre que no sabía cómo iba a comportarse una vez estuvieran casados.

—La verdad es que no…

—¿No qué? —la corto hastiado—. ¿Acaso piensas dejar que Roberto gane? Dime, ¿tienes siquiera una manera para mantener a esos niños? Te apuesto a que no tienes un trabajo.

—Eso no quiere decir que…

—Te daré dinero y techo. Tendrás todas las comodidades. Tus hijos irán a las mejores escuelas y no tendrán por qué ocultarse —ofreció justo todo lo que necesitaba—. Acepta mi propuesta. Solamente serán tres años y firmaremos un contrato. Es simple, será únicamente un trabajo.

La mujer se encontró pensando profundamente los pro y contras de esta situación. La propuesta se oía bien, la idea de vengarse mucho mejor, pero… tenía miedo.

—Ni siquiera sé tu nombre —susurró.

«¿Cómo era que su vida había cambiado tanto en tan poco tiempo?», se encontró preguntándose con desilusión.

Hacía un par de días creía ser la mujer más feliz del mundo, ahora se daba cuenta de que había vivido todo este tiempo en una burbuja, en una mentira.

Roberto nunca la había amado y sabía que sus hijos merecían un futuro mejor lejos de él.

Quizás no era la decisión más inteligente casarse por despecho con un extraño, pero ¿qué otra opción tenía?

¿Huir y someter a sus hijos a una vida precaria?

—Fabián Arison —se presentó el extraño.

Natalia lo observó por un segundo y luego terminó asintiendo.

—Natalia Ramírez —igualó el gesto y luego con un poco de pesar terminó accediendo—. Muy bien, acepto.

Ambos desconocidos se estrecharon las manos y, así, acordaron casarse en medio de un auto en movimiento. 

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