Natalia se fue de la iglesia con el corazón deshecho.
Una lluvia torrencial empapó su vestido negro, haciendo que la tela se le adhiriera al cuerpo, mientras sus extremidades no paraban de temblar producto del intenso frío.
No tenía idea de dónde estaba. Llevaba minutos caminando sin parar y sin rumbo fijo.
Lo único que quería era alejarse lo más posible de aquel dolor que la consumía por dentro, la realidad de saber que no significaba nada en la vida de Roberto.
Ahora estaba sola. Con tres niños.
Se sentó en la parada de autobús a esperar el transporte público.
Lo único que deseaba era que aquel día espantoso terminara y pudiera estar de vuelta con sus niños. Abrazarlos y estrecharlos contra su pecho, para ver si el dolor mermaba, aunque sea por un momento.
De repente, un auto se detuvo frente a sus ojos, haciendo que el agua que llenaba las calles se alzara y la salpicara completamente.Natalia sintió una enorme ira invadirla al instante. Esto era lo último que le faltaba.
Se levantó rápidamente para insultar a aquel imbécil causante de su infortunio, pero se encontró con la sorpresa de que el vidrio trasero del auto había sido bajado, revelando la figura de un misterioso hombre desconocido.
Lo primero que llamó su atención fueron sus intensos ojos azules, su cabello dorado que caía desordenado en su frente, su mandíbula firme y varonil. Y se encontró fácilmente concluyendo que parecía un modelo de revista.
—¿Todo eso que dijiste en la iglesia, es cierto? —le interrogó el extraño con un tono firme y desconcertante.
«¿Acaso esta persona la había seguido?», fue lo que se preguntó mirando hacia todos lados.
—Sí, es verdad —le alegraba pensar que al menos alguien le creía, que no había quedado como una idiota delante de cientos de personas.
Aquel hombre sonrió de una manera perturbadora que le hizo a Natalia sentir un escalofrío.
¿Qué diablos le parecía tan chistoso?—Oiga…
—Supongo que es mi día de suerte —murmuró para sí mismo—. Vamos, sube. Tengo algo que proponerte.
Natalia lo miró perpleja, no conocía a este sujeto, fácilmente podría estar planificando secuestrarla o algo peor. Sin embargo, algo en su expresión le hizo intuir que su propuesta le beneficiaría también.
Quizás era una corazonada estúpida, pero terminó subiendo a aquel vehículo…—Lo escucho —le animó a hablar a penas, fue cerrada la puerta.
El silencio se hizo pesado nuevamente y entonces, el extraño comenzó con su propuesta:
—Hoy has sido la burla de todos —soltó, haciendo que la humillación recibida calara más profundamente en su interior—. Roberto te trató como a una demente. Se comportó como un cobarde e imbécil. ¿Dime qué harías, si te digo que tengo la manera perfecta en la que puedes vengarte de lo que hizo?
Natalia lo pensó por un momento.
¿Quería vengarse de Roberto?
La respuesta llegó rápidamente a su mente y fue un rotundo “sí”.
—¿De qué trata? —se mostró interesada.
El extraño sonrió complacido.
—Simple. Cásate conmigo.
La propuesta fue tan loca e inesperada, que Natalia no pudo hacer otra cosa que boquear como un pez, mientras sentía que se ahogaba con su propia saliva.
Tosió repetidamente tratando de calmarse y tratando de decirse a sí misma que seguramente no había escuchado bien.¿Cómo demonios…?
—¡No! —balbuceó, asustada—. Es decir, ¿cómo por qué nos casaríamos? No te conozco de nada.
—No tenemos que conocernos para vengarnos del imbécil de Roberto —le dijo con simpleza, como si la idea de casarse no significara nada—. Será una boda de mentiras. Tendremos un contrato. Tú te vengarás de él y yo conseguiré que se arrepienta por haberse metido conmigo.
Natalia de repente se sintió muy intrigada.
¿Qué le había hecho para que quisiera vengarse con tantas ganas?
—¿Y por qué harías algo así? ¿Por qué te casarías con una extraña?
—Porque él me arrebató algo que quiero —contestó sin más, zanjando el tema.
La respuesta era tan ilógica e inesperada que se encontró a punto de negarse. Es decir, no podía arrastrar a sus hijos a una situación tan complicada como esta, con un extraño, con un hombre que no sabía cómo iba a comportarse una vez estuvieran casados.
—La verdad es que no…
—¿No qué? —la corto hastiado—. ¿Acaso piensas dejar que Roberto gane? Dime, ¿tienes siquiera una manera para mantener a esos niños? Te apuesto a que no tienes un trabajo.
—Eso no quiere decir que…
—Te daré dinero y techo. Tendrás todas las comodidades. Tus hijos irán a las mejores escuelas y no tendrán por qué ocultarse —ofreció justo todo lo que necesitaba—. Acepta mi propuesta. Solamente serán tres años y firmaremos un contrato. Es simple, será únicamente un trabajo.
La mujer se encontró pensando profundamente los pro y contras de esta situación. La propuesta se oía bien, la idea de vengarse mucho mejor, pero… tenía miedo.
—Ni siquiera sé tu nombre —susurró.
«¿Cómo era que su vida había cambiado tanto en tan poco tiempo?», se encontró preguntándose con desilusión.
Hacía un par de días creía ser la mujer más feliz del mundo, ahora se daba cuenta de que había vivido todo este tiempo en una burbuja, en una mentira.
Roberto nunca la había amado y sabía que sus hijos merecían un futuro mejor lejos de él.
Quizás no era la decisión más inteligente casarse por despecho con un extraño, pero ¿qué otra opción tenía?
¿Huir y someter a sus hijos a una vida precaria?—Fabián Arison —se presentó el extraño.
Natalia lo observó por un segundo y luego terminó asintiendo.
—Natalia Ramírez —igualó el gesto y luego con un poco de pesar terminó accediendo—. Muy bien, acepto.
Ambos desconocidos se estrecharon las manos y, así, acordaron casarse en medio de un auto en movimiento.
—Pero ¿cómo es eso de que vas a casarte? —se horrorizó Aleja, mientras Natalia la colocaba al día de todo lo que había sucedido en la boda de Roberto. —Lo sé, es una locura. Pero es tarde para retractarme. Ya le había dado su palabra a ese hombre y seguramente no le sentaría nada bien una negativa. Además, su propuesta había sido razonable. Aunque seguía sin saber cuáles eran las motivaciones de aquel extraño. Evidentemente quería vengarse… ¿Pero qué era tan importante? —¿Y cómo piensas decírselo a los niños? —No lo sé —se sentó sobre la cama, preocupada—. Todo está cambiando demasiado rápido. Siento que será mucho para ellos. —Seguramente sí —reflexionó su compañera—. Tan solo tienen cuatro años. Aunque debo admitir que son muy inteligentes. Natalia sintió su corazón arrugarse al pensar en sus pequeños, todos confundidos y angustiados cuando le dijera que no volverían a ver a su padre. —¿Crees que Roberto no vuelva a buscarte? —Yo espero que no —dijo con resentimiento al reco
Tres pares de ojitos marrones la miraban expectantes.Natalia supo que había llegado el momento de la verdad, debía de explicarle a sus pequeños los cambios que se avecinaban para sus vidas…Pero ¿cómo decirles que iba a casarse con un extraño cuando hacía un par de días veían a sus padres juntos y felices?Sin duda sería un shock tremendo para ellos, pero más allá de la impresión de la noticia, estaba segura de que les dolería más saber que su padre los había negado delante de una gran multitud de personas.Entonces, indiferentemente de la circunstancia, el sufrimiento estaba a la orden del día y era inevitable.—Sé que esto seguramente les sorprenderá mucho —comenzó, sopesando las palabras con cabeza fría. Debía ser muy cuidadosa con esto—. Ustedes están acostumbrados a ver a papá y a mamá juntos, pero muchas cosas han cambiado y...El trío de niños intercambiaron una mirada entre ellos, intrigados.—A mí también me duele que las cosas ya no puedan ser como antes, pero…Natalia trag
Su amiga Aleja llegó a la hora acordada y Natalia no pudo hacer otra cosa que abrazarla, mientras le agradecía por el gesto de venir a ayudarla con sus hijos.—Te lo pagaré —le dijo a la mujer, separándose de aquel abrazo. Aleja sacudió la mano quitándole peso a su labor de niñera por esa noche. —No es necesario —contestó con voz suave. Era una persona pacífica, que transmitía tranquilidad con solo observarla—. Recuerda que para eso estamos las amigas. —Gracias, Aleja. Gracias por todo —le agradeció nuevamente a punto de volver a estrecharla contra su pecho. Natalia no tenía a nadie más que pudiera brindarle apoyo.—Mejor ve. Llegarás tarde —le recordó su misión de esa noche y sintió que los nervios la invadían por enésima vez en la última hora. —¿Cómo me veo?Aleja curvo sus labios en una sonrisa pícara e hizo un gesto lascivo con su lengua. Esto era una broma juguetona que le hizo entender a Natalia que se veía apetecible con ese vestido puesto.—Sin duda te robarás todas las m
El resto de la velada transcurrió entre felicitaciones y cuchicheos. Natalia sintió la insistente mirada de su ex pareja siguiendo cada uno de sus movimientos, pero no le dio el gusto de darle su atención.Esto de ignorar abismalmente a Roberto estaba resultando muy entretenido. No pudo evitar sonreír con un toque maquiavélico, cuando diviso en una esquina del salón a una disgustada Ana Paula, quien parecía reclamarle algo a Roberto.Sin embargo, Natalia también notó que su acompañante se mostraba muy interesado en la escena que se desarrollaba a pocos metros.—¿Ustedes son amigos? —se atrevió entonces a preguntarle a Fabián, recordando la manera atenta en que había saludado a esa tal Ana Paula.El hombre le devolvió la mirada con el ceño fruncido, aparentemente cavilando profundamente su cuestionamiento.—No —dijo sin más, cosa que la dejo con más dudas que antes.—Pero… —estuvo a punto de rebatirle, porque realmente parecían cercanos; sin embargo, una mirada dura de su parte la sile
—Cariño, ¿cuándo volveremos a verte? —la tristeza en la voz de la mujer no pudo ser ocultada.—Pronto. Ya sabes cómo es esto, Natalia —explicó el hombre con fastidio, aparentemente aburrido de dar siempre las mismas explicaciones—. Son negocios. Debo ir y venir para asegurarme de que todo marche bien. Pero no te preocupes, estaré en casa en un mes, ¿está bien?Una caricia llegó a la mejilla derecha de la joven y rápidamente se dejó envolver como un gatito perezoso, ronroneando ante su delicado gesto. —Los niños y yo te extrañaremos mucho —su mirada estaba llena de devoción, mientras veía al hombre que amaba a punto de partir. —Y yo los extrañaré a ellos. Ambos padres se giraron para divisar el trío de camas. Sus pequeños dormían plácidamente, ajenos a la realidad de que su padre estaba a punto de irse nuevamente.—Ellos sufren mucho siempre que te vas —comentó Natalia, testigo principal de la desilusión que embargaba a sus pequeños cada vez que tenían que despertarse para encontrar
Aleja había sido su principal cómplice en todo esto. La sostuvo de la mano y le dio palabras de aliento en el momento en que sintió que no podía más. Ahora era esa misma mujer, quien cuidaba de sus hijos, mientras ella, con un vestido negro, se dirigía al lugar donde sería llevada a cabo aquella boda.Natalia sentía que se ahogaba con cada paso que daba, el aire parecía no circular bien a sus pulmones, pero sabía que, esto era un mal necesario. Si ella sufría, lo justo era que Roberto Buendía sufriera también.Al llegar a la iglesia no pudo hacer otra cosa que maravillarse. Era justo como siempre había soñado casarse, la diferencia era que tanto lujo y opulencia iban dirigidos a alguien más.Aun así, no pudo evitar admirar la arquitectura gótica de la catedral, el arco de flores que adornaba ambos lados de la entrada. Rosas blancas y peonias se entrelazaban con cintas doradas.Una alfombra roja se extendía desde la entrada hasta el altar y pudo imaginar a la hermosa novia siendo trata