Jade estaba deseando vivir una experiencia diferente. Así que llegó al club nocturno, que tenía una temática de máscaras, donde la identidad de los asistentes permanecería oculta durante toda la velada, lo cual era muy beneficioso en sus circunstancias.El lugar era amplio y la decoración evocaba un ambiente de misterioso y seducción que la tenía extasiada. Las luces eran tenues y la música envolvente, mientras las personas bailaban despreocupadas, como si no hubiera nada que pudiera perturbarlos en esas cuatro paredes.«Justo lo que necesitaba», pensó Jade, quien se sentía harta de la monotonía de su vida de casada.Se acercó entonces a la barra y, tomando asiento, observó con curiosidad todo a su alrededor. Las conversaciones eran bulliciosas y las risas de los asistentes le daba una sensación de libertad que no había experimentado en mucho tiempo.—¿Desea alguna bebida?El camarero se mostró muy atento y le causó bastante curiosidad que también usara una máscara. Al parecer, en ese
Jade se quedó petrificada junto al interruptor de la luz, su dedo aferrado al botón, mientras sentía cómo la sangre se helaba en sus venas lentamente.Su esposo la miraba con ojos oscurecidos y plagados de molestia, una molestia que sin duda alguna iba dirigida completamente a su persona. Era evidente que verla llegar a medianoche no era algo que Adriel pensara disculpar o aceptar.—¿Dónde estabas? —repitió la pregunta, acercándose hacia ella como un depredador que buscaba capturar a su insulsa presa.Jade retrocedió un paso con la sensación de estar atrapada en una jaula con una furiosa fiera. Su pulso martilleaba con fuerza en sus sienes y su respiración parecía atascarse en sus pulmones ante el inminente peligro en el que se veía expuesta.¿Cómo podría escapar de él?No parecía existir ninguna manera.—Adriel, yo…Las palabras que pretendían salir de sus labios eran simples excusas que no sabía cómo pronunciarlas para que se escucharan creíbles. Su esposo era demasiado inteligente,
La discusión parecía haberlos agotado a ambos.Luego de decirle que lo odiaba, Adriel simplemente se había marchado y no lo volvió a ver hasta dos días después.Esa última semana había sido de tensión absoluta entre los dos. No se dirigían la palabra y el silencio era el principal acompañante en sus breves encuentros.Jade intentó disimular el pinchazo de dolor que sentía cada vez que comprobaba que su matrimonio se había convertido en un infierno.No pudo evitar pensar en su madre y en esa historia que le había contado cuando era una adolescente.Según sabía, sus padres no se habían casado por amor; todo lo contrario, había sido la venganza el único motor que dio inicio a su relación.Pero con el tiempo los sentimientos fueron surgiendo entre los dos, aunque al inicio, las cosas fueron bastante difíciles para ambos.De alguna manera, cuando aceptó la propuesta de Adriel, pensó que algo similar ocurriría entre ellos, pero lo único que veía era el tiempo pasar y ya ni siquiera sabían
—Debes divorciarte, Jade —fue la solución dada por su madre. —Mamá, no es tan sencillo —se alejó hacia la ventana, sintiéndose un poco más tranquila luego de haber confesado toda la verdad a su progenitora. De repente sentía que podía respirar con mayor normalidad y esto era debido a que se había quitado el peso de la mentira de encima—. Debes comprender que, aunque no me case amando a Adriel, tengo intención de hacer que este matrimonio funcione. —Pero, hija, es evidente que ese joven no puede hacerte feliz —le dijo lo que era obvio desde su perspectiva. Natalia conocía a Adriel desde que era tan solo un bebé. En su niñez le pareció un chico muy dulce, pero a medida que transcurría el tiempo, se fue dando cuenta de que su actitud se fue transformando en algo preocupante de ver. —Ana Paula, es posible que tu hijo esté desarrollando rasgos psicopáticos sub clínicos —le comentó un día. En esa ocasión, Ana Paula simplemente se había negado a ver las señales presentes en su hijo, al
—Cariño, ¿cuándo volveremos a verte? —la tristeza en la voz de la mujer no pudo ser ocultada.—Pronto. Ya sabes cómo es esto, Natalia —explicó el hombre con fastidio, aparentemente aburrido de dar siempre las mismas explicaciones—. Son negocios. Debo ir y venir para asegurarme de que todo marche bien. Pero no te preocupes, estaré en casa en un mes, ¿está bien?Una caricia llegó a la mejilla derecha de la joven y rápidamente se dejó envolver como un gatito perezoso, ronroneando ante su delicado gesto. —Los niños y yo te extrañaremos mucho —su mirada estaba llena de devoción, mientras veía al hombre que amaba a punto de partir. —Y yo los extrañaré a ellos. Ambos padres se giraron para divisar el trío de camas. Sus pequeños dormían plácidamente, ajenos a la realidad de que su padre estaba a punto de irse nuevamente.—Ellos sufren mucho siempre que te vas —comentó Natalia, testigo principal de la desilusión que embargaba a sus pequeños cada vez que tenían que despertarse para encontrar
Aleja había sido su principal cómplice en todo esto. La sostuvo de la mano y le dio palabras de aliento en el momento en que sintió que no podía más. Ahora era esa misma mujer, quien cuidaba de sus hijos, mientras ella, con un vestido negro, se dirigía al lugar donde sería llevada a cabo aquella boda. Natalia sentía que se ahogaba con cada paso que daba, el aire parecía no circular bien a sus pulmones, pero sabía que, esto era un mal necesario. Si ella sufría, lo justo era que Roberto Buendía sufriera también. Al llegar a la iglesia no pudo hacer otra cosa que maravillarse. Era justo como siempre había soñado casarse, la diferencia era que tanto lujo y opulencia iban dirigidos a alguien más. Aun así, no pudo evitar admirar la arquitectura gótica de la catedral, el arco de flores que adornaba ambos lados de la entrada. Rosas blancas y peonias se entrelazaban con cintas doradas. Una alfombra roja se extendía desde la entrada hasta el altar y pudo imaginar a la hermosa novia siend
Natalia se fue de la iglesia con el corazón deshecho.Una lluvia torrencial empapó su vestido negro, haciendo que la tela se le adhiriera al cuerpo, mientras sus extremidades no paraban de temblar producto del intenso frío.No tenía idea de dónde estaba. Llevaba minutos caminando sin parar y sin rumbo fijo.Lo único que quería era alejarse lo más posible de aquel dolor que la consumía por dentro, la realidad de saber que no significaba nada en la vida de Roberto.Ahora estaba sola. Con tres niños.Se sentó en la parada de autobús a esperar el transporte público.Lo único que deseaba era que aquel día espantoso terminara y pudiera estar de vuelta con sus niños. Abrazarlos y estrecharlos contra su pecho, para ver si el dolor mermaba, aunque sea por un momento.De repente, un auto se detuvo frente a sus ojos, haciendo que el agua que llenaba las calles se alzara y la salpicara completamente.Natalia sintió una enorme ira invadirla al instante. Esto era lo último que le faltaba.Se levant
—Pero ¿cómo es eso de que vas a casarte? —se horrorizó Aleja, mientras Natalia la colocaba al día de todo lo que había sucedido en la boda de Roberto. —Lo sé, es una locura. Pero es tarde para retractarme. Ya le había dado su palabra a ese hombre y seguramente no le sentaría nada bien una negativa. Además, su propuesta había sido razonable. Aunque seguía sin saber cuáles eran las motivaciones de aquel extraño. Evidentemente quería vengarse… ¿Pero qué era tan importante? —¿Y cómo piensas decírselo a los niños? —No lo sé —se sentó sobre la cama, preocupada—. Todo está cambiando demasiado rápido. Siento que será mucho para ellos. —Seguramente sí —reflexionó su compañera—. Tan solo tienen cuatro años. Aunque debo admitir que son muy inteligentes. Natalia sintió su corazón arrugarse al pensar en sus pequeños, todos confundidos y angustiados cuando le dijera que no volverían a ver a su padre. —¿Crees que Roberto no vuelva a buscarte? —Yo espero que no —dijo con resentimiento al reco