—Pero ¿cómo es eso de que vas a casarte? —se horrorizó Aleja, mientras Natalia la colocaba al día de todo lo que había sucedido en la boda de Roberto.
—Lo sé, es una locura. Pero es tarde para retractarme. Ya le había dado su palabra a ese hombre y seguramente no le sentaría nada bien una negativa. Además, su propuesta había sido razonable. Aunque seguía sin saber cuáles eran las motivaciones de aquel extraño. Evidentemente quería vengarse… ¿Pero qué era tan importante? —¿Y cómo piensas decírselo a los niños? —No lo sé —se sentó sobre la cama, preocupada—. Todo está cambiando demasiado rápido. Siento que será mucho para ellos. —Seguramente sí —reflexionó su compañera—. Tan solo tienen cuatro años. Aunque debo admitir que son muy inteligentes. Natalia sintió su corazón arrugarse al pensar en sus pequeños, todos confundidos y angustiados cuando le dijera que no volverían a ver a su padre. —¿Crees que Roberto no vuelva a buscarte? —Yo espero que no —dijo con resentimiento al recordar cómo la había sacado de la iglesia como si fuera basura, arrojándola a la calle. —Ojalá porque si no… —¡Yo no le temo! —respondió, desafiante. —Y eso está muy bien, amiga —la felicitó Aleja, aunque su semblante seguía mostrándose preocupado—. Pero debes saber, mejor que nadie, que Roberto es explosivo. Está acostumbrado a tenerte en la palma de su mano y seguramente enfurecerá al ver que te has salido de su dominio. —¡Pues eso no me importa! — su voz se elevó una octava, disgustada ante la posible pretención de ese sujeto de que todo siguiera como antes—. ¡Roberto ya no tiene ningún derecho sobre mí o mis hijos, lo perdió en el justo instante en que nos negó frente a cientos de personas en esa iglesia! Las lágrimas aparecieron en los ojos de Natalia al recordar el humillante momento. Las miradas de todos, los cientos de dedos, señalándola como si realmente fuera una oportunista que buscaba dinero; la sensación de sofoco ante ser juzgada, inferior, poca cosa como le había gritado ante todos. ¿Cómo Roberto podía tratar así a una persona que lo había amado sinceramente durante tanto tiempo? Ahora que echaba un vistazo al pasado, se visualizaba a sí misma, siendo tan devota, tan entregada a un hombre que no hacía otra cosa que avergonzarse de ella. Porque esa era la razón por la cual no la sacaba de paseo, por la cual no la llevaba al centro comercial o a comer un helado. Sentía que había pasado más de cinco años de su vida en una cárcel, escondida para que nadie la viera, porque eso era lo que él había intentado hacer todo este tiempo. Evitar que los relacionen. Como si fuera una peste. Como si tuviera una enfermedad mortal. Como si la odiara en lugar de amarla. De repente, la puerta de la casa de Aleja fue tocada con insistencia. Ambas mujeres se miraron con extrañeza. Era más de las once de la noche, así que no tenía sentido ninguna visita a una hora tan tarde. —¿Quién puede ser? —se encontró Natalia preguntándole angustiada a su amiga. —Déjame ver. Aleja se acercó a la ventana de la casa y ahogó un grito cuando comprobó que se trataba de la figura de un furioso Roberto. —¡No puede ser, está aquí! Inmediatamente, Natalia sintió que sus extremidades temblaban, pero no era únicamente de miedo, sino también de una profunda rabia. ¿Cómo se atrevía a aparecerse luego de lo que le había hecho? —¿Qué hacemos? —la apremio Aleja. A este paso, los fuertes golpes en su puerta terminarían despertando a todo el vecindario. —Ábrele. —¿Estás segura? —Lo estoy. Aleja se mostró dudosa, pero terminó accediendo. Al instante, el cuerpo enorme de Roberto invadió el umbral de la casa. Sus ojos se veían llameantes, enfurecidos. Y Natalia no le dio tiempo de decir la primera palabra, cuando se acercó igual de encolerizada, impulsándose para darle una fuerte cachetada que hizo que la mejilla del hombre se inclinara hacia un lado debido al impacto. —¡¿Cómo te atreves?! —explotó el hombre, aparentemente dispuesto a enseñarle modales. —¡¿Qué haces aquí?! —rugió ella sin dejarse intimidar por su tono amenazante. —Estuve buscándote todo el día. Debí imaginarme que estabas en esta ratonera —le echo una ojeada al lugar, como si realmente se tratara de un basurero donde nadie debería habitar. —¿Buscándome? —ignoró su comentario despectivo—. ¿Y eso para qué? Pensé que todo había quedado muy claro en la iglesia. —Sé que te debo una explicación, Natalia, así que… —¡¿Explicación?! —gritó perdiendo los estribos—. Estás mal de la cabeza si piensas que esto se solucionará con una de tus flamantes explicaciones. ¡Lárgate de aquí, Roberto! ¡Tú y yo ya no tenemos nada de que hablar! —¡Basta, Natalia! ¡Vas a escucharme, lo quieras o no! —¡Por supuesto que no! —lo empujó desesperada por desaparecer de su presencia su insufrible cara. Lo odiaba tanto. Era un cínico—. ¡Solo desaparece de mi vista y olvida que alguna vez nos conocimos! ¡Largo de aquí! —¡No! —se negó el hombre, tomándola fuertemente de los brazos para que se calmara—. Recoge tus cosas y la de los niños. Regresa a la casa. Volveré en un mes como quedamos y todo será como antes. ¿Está bien? —¿En serio? —Lo miró, perpleja—. ¿En serio piensas que aceptaré el lugar de amante? —Siempre estuviste bien con eso —le soltó a la cara—. No veo por qué ahora deba de afectarte. Natalia quedó con la boca ligeramente abierta, no podía creer lo que escuchaba. Al parecer, Roberto no tenía límites en su descaro. —Estuve bien porque no tenía ni la menor idea —soltó lamentándose por haber sido tan ciega—. ¡Por el amor de Dios, Roberto! ¡Es increíble que seas tan cínico! —Basta de teatro. Ve a empacar —ordenó rotundo. —No, basta tú de tus ínfulas de todopoderoso —perdió la calma—. ¡Largo de aquí y no me vuelvas a buscar! Con mucho esfuerzo lo sacó de la propiedad a punta de empujones. El pecho de Natalia subía y bajaba por la impotencia del momento. En ese instante recordó el número de aquel sujeto, su futuro marido, y no tuvo más alternativa que llamarlo a pesar de lo tarde que era. Pero sabía que Roberto no se daría por vencido tan fácil. El tono de llamada sonó durante un rato y, por un instante, pensó que no le respondería, pero luego, en medio de una serie de sonidos inconexos, le contestó con tono agitado. —Arison —fue su saludo enojado. —Disculpa la hora, pero debo pedirte un favor. Sabía perfectamente que debía de salir de ese lugar cuanto antes. Roberto no se quedaría tranquilo hasta que se hiciera su voluntad, pero esta vez le demostraría que ya nada sería igual, que ella también podía casarse en medio de una boda extravagante sin mirar atrás...Tres pares de ojitos marrones la miraban expectantes.Natalia supo que había llegado el momento de la verdad, debía de explicarle a sus pequeños los cambios que se avecinaban para sus vidas…Pero ¿cómo decirles que iba a casarse con un extraño cuando hacía un par de días veían a sus padres juntos y felices?Sin duda sería un shock tremendo para ellos, pero más allá de la impresión de la noticia, estaba segura de que les dolería más saber que su padre los había negado delante de una gran multitud de personas.Entonces, indiferentemente de la circunstancia, el sufrimiento estaba a la orden del día y era inevitable.—Sé que esto seguramente les sorprenderá mucho —comenzó, sopesando las palabras con cabeza fría. Debía ser muy cuidadosa con esto—. Ustedes están acostumbrados a ver a papá y a mamá juntos, pero muchas cosas han cambiado y...El trío de niños intercambiaron una mirada entre ellos, intrigados.—A mí también me duele que las cosas ya no puedan ser como antes, pero…Natalia trag
Su amiga Aleja llegó a la hora acordada y Natalia no pudo hacer otra cosa que abrazarla, mientras le agradecía por el gesto de venir a ayudarla con sus hijos.—Te lo pagaré —le dijo a la mujer, separándose de aquel abrazo. Aleja sacudió la mano quitándole peso a su labor de niñera por esa noche. —No es necesario —contestó con voz suave. Era una persona pacífica, que transmitía tranquilidad con solo observarla—. Recuerda que para eso estamos las amigas. —Gracias, Aleja. Gracias por todo —le agradeció nuevamente a punto de volver a estrecharla contra su pecho. Natalia no tenía a nadie más que pudiera brindarle apoyo.—Mejor ve. Llegarás tarde —le recordó su misión de esa noche y sintió que los nervios la invadían por enésima vez en la última hora. —¿Cómo me veo?Aleja curvo sus labios en una sonrisa pícara e hizo un gesto lascivo con su lengua. Esto era una broma juguetona que le hizo entender a Natalia que se veía apetecible con ese vestido puesto.—Sin duda te robarás todas las mi
El resto de la velada transcurrió entre felicitaciones y cuchicheos. Natalia sintió la insistente mirada de su ex pareja siguiendo cada uno de sus movimientos, pero no le dio el gusto de darle su atención.Esto de ignorar abismalmente a Roberto estaba resultando muy entretenido. No pudo evitar sonreír con un toque maquiavélico, cuando diviso en una esquina del salón a una disgustada Ana Paula, quien parecía reclamarle algo a Roberto.Sin embargo, Natalia también notó que su acompañante se mostraba muy interesado en la escena que se desarrollaba a pocos metros.—¿Ustedes son amigos? —se atrevió entonces a preguntarle a Fabián, recordando la manera atenta en que había saludado a esa tal Ana Paula.El hombre le devolvió la mirada con el ceño fruncido, aparentemente cavilando profundamente su cuestionamiento.—No —dijo sin más, cosa que la dejo con más dudas que antes.—Pero… —estuvo a punto de rebatirle, porque realmente parecían cercanos; sin embargo, una mirada dura de su parte la sile
—¡Explícame ahora mismo qué clase de locura es esta!La revista se estrelló contra el escritorio de Fabián Arison al tiempo en que alzaba la vista para enfrentarse a su progenitora.—Es un gusto para mí también verte, madre—habló con sarcasmo, mientras la mujer frente a él parecía estar a punto de echar fuego por la boca.—¡Déjate de idioteces! —lo regañó, Orena Arison, con el ceño fruncido y con muchas arrugas enmarcando sus fracciones.—¿Y ahora qué ocurrió? —preguntó el hombre cruzándose de brazos y recargándose mejor en el espaldar de su silla de oficina—. ¿Tu tarjeta de crédito no funcionó y no pudiste seguir malgastando el dinero con la inútil de mi hermana? ¿O qué es eso que te tiene tan disgustada?—Mira, Fabián, te advierto que no estoy de humor para tus insolencias…—Mira, mamá, sé más clara, ¿quieres? No tengo idea de qué es lo que te tiene tan disgustada y además no tengo mucho tiempo para atender boberías como esta —soltó con poca paciencia, deseando que todo esto termina
Natalia tuvo sus reservas ante la idea de llevar a sus hijos a la cena de la madre de Fabián, pero sintió que esta era una oportunidad de oro para presentarle sus pequeños al hombre en cuestión. Realmente en su mente pareció ser una buena idea, sin embargo, se encontró rápidamente arrepintiéndose de su torpe decisión.—Niños, saluden a Fabián Arison —les indico a los pequeños cuando el hombre fue a buscarlos a la puerta de la habitación.Natalia le había pedido que subiera personalmente, ya que necesitaba hacer las presentaciones pertinentes antes de emprender el viaje con destino a la cena de su familia.—¡Hola, señor! —dijeron los niños al unísono con un tono educado e inocente.—Un gusto —respondió Fabián con voz seria, como si en lugar de estar conociendo a un trío de chiquillos de cuatro años, estuviera saludando a algún empresario de renombre.Natalia le dio un codazo nada disimulado y lo alentó con la mirada a que fuera un poco más afectuoso.—Me alegra finalmente conocerlos,
La planeación de la boda se llevó a cabo sin ningún tipo de contratiempo, a pesar de los intentos de Orena Arison para impedir el matrimonio, pero Orena no era la única empecinada en evitar dicha unión. Roberto era otro que no dejaba de enviar amenazas para intentar hacerla desistir de la idea de casarse. “Mis abogados te visitarán pronto, Natalia. Esta es mi última advertencia”, eso era lo que había escrito en su último mensaje. Para este punto, Natalia se había dado cuenta de que lo de Roberto eran puras palabras vacías que únicamente buscaban amedrentarla y hacerla retroceder en su decisión. Realmente el hombre no la demandaría por la simple razón de que no estaba dispuesto a asumir delante de su esposa que sí, había mentido, y en realidad los niños eran sus hijos. Un hombre como Roberto prefería llevar ese engaño hasta las últimas consecuencias sin importarle a quién lastimaba en el proceso. Él era así de cobarde. En ese tiempo, Natalia también había comprobado con aliv
Con mucho esfuerzo, Natalia logró liberarse lo suficiente como para agarrar impulso y darle una cachetada a aquel hombre que acababa de insultarla.¿Con qué derecho se atrevía a decirle “amante”?¿En qué momento fue que acordaron una cosa semejante? Al parecer a Roberto se le olvidaba que ella nunca estuvo al tanto de su mentira.Si hubiera sabido que tenía a alguien más en su vida, lo habría dejado al segundo siguiente.—¡Nunca más te atrevas a referirte a mí de esa forma! —exigió enfurecida. Su palma ardía debido al impacto y tenía el corazón acelerado por la cantidad exagerada de energía negativa que circulaba por su cuerpo. Quería gritar, llorar y soltar toda su frustración dándole golpes a aquel insensible hombre. «Pero lo que haría sería mucho mejor», pensó de pronto, recuperando su templanza y dándose cuenta de que estaba en el camino correcto.Quizás era cierto eso de que Roberto no la quería, pero de igual forma, la posibilidad de su matrimonio le molestaba. Ya fuera por
—… los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia.Natalia, a duras penas, reaccionó a tiempo para captar la última frase de aquellas palabras. Antes de que pudiera hacer o decir algo, ya Fabián Arison estaba inclinándose para rozar sus labios.Se quedó de piedra, congelada, sintiendo algo cálido moverse sobre su boca.Todo fue muy rápido.Sin duda aquella no era la expresión que debería tener una novia en un momento tan especial como este, pero le resultaba imposible ocultar todo su asombro.Sus ojos estaban abiertos como platos, mientras detallaba cada uno de los rasgos de su compañero. Detalló su frente levemente fruncida, sus ojos cerrados, sus cejas tupidas, sus pestañas ridículamente voluminosas, era…Natalia no pudo seguir ahondando en su inspección, cuando Fabián la tomó de la nuca y la inclinó lo suficiente como para profundizar el beso.En ese justo instante sus ojos se cerraron y se entregaron al momento sin que pudiera oponerse.«Está bien, es solo para el teatro», se