Capítulo 005

Tres pares de ojitos marrones la miraban expectantes.

Natalia supo que había llegado el momento de la verdad, debía de explicarle a sus pequeños los cambios que se avecinaban para sus vidas…

Pero ¿cómo decirles que iba a casarse con un extraño cuando hacía un par de días veían a sus padres juntos y felices?

Sin duda sería un shock tremendo para ellos, pero más allá de la impresión de la noticia, estaba segura de que les dolería más saber que su padre los había negado delante de una gran multitud de personas.

Entonces, indiferentemente de la circunstancia, el sufrimiento estaba a la orden del día y era inevitable.

—Sé que esto seguramente les sorprenderá mucho —comenzó, sopesando las palabras con cabeza fría. Debía ser muy cuidadosa con esto—. Ustedes están acostumbrados a ver a papá y a mamá juntos, pero muchas cosas han cambiado y...

El trío de niños intercambiaron una mirada entre ellos, intrigados.

—A mí también me duele que las cosas ya no puedan ser como antes, pero…

Natalia tragó seco sin saber cómo decirles aquello, sin romperles el corazón en el proceso; era increíblemente difícil.

«¡Bien, debes hacerlo!», se animó a sí misma.

—Mamá y papá ya no estarán juntos —reveló entonces con un suspiro.

Los niños abrieron mucho sus ojitos, sorprendidos y horrorizados a la vez.

—Pero mamá… —Fue Mateo, quien soltó aquello con impresión, parecía no asimilarlo.

—Esto no quiere decir que no vuelvan a ver a su padre —se apresuró a decir, dándose cuenta de que la había embarrado.

«Cielos, era imposible que Roberto estuviera presente en la vida de sus hijos si había decidido negarlos», concluyó ofuscada con su torpeza.

—O quizás ya no vuelvan… —Se cortó cuando observó cómo los ojitos de sus hijos se humedecían—. ¡No, no, no, niños, lo siento! —soltó con el corazón comprimido ante la escena.

Sin duda era imposible hacer esto sin romperles el corazón a sus pequeños.

—Lo que quiero decir es que, sin importar si su padre y yo estamos juntos o no, ambos siempre los amaremos y procuraremos lo mejor para ustedes —prometió con lágrimas en los ojos—. Por favor, no olviden nunca lo mucho que los amo, los valiosos que son para mí. Y sé que ahora no entienden muchas de las cosas que hago, pero llegará un momento en que comprenderán todas mis acciones y entonces sabrán que todas y cada una de ellas fueron pensadas para su bienestar. Porque ustedes siempre estarán primero en mi vida —dicho esto, los abrazó, estrechándolos en su pecho en un abrazo de mamá oso.

Los niños lloraron junto a su madre sin saber muy bien el motivo, pero había una enorme tristeza invadiéndolos. Quizás esta se debía al hecho de saber que ya nada sería como antes, que ya sus padres no los verían con la misma ternura o quizás era el miedo a sentir que podrían perderlos.

[…]

—Y bien, ¿cuándo nos casaremos? —se encontró Natalia preguntándole a Fabián cuando entró a su oficina.

—Hay algunas cosas que deben quedar claras primero —comenzó colocando un par de hojas frente al escritorio de caoba. Se veía elegante y costoso, justo como el hombre frente a ella.

Natalia las evaluó perezosamente y supo entonces que se trataba de un acuerdo prenupcial.

—No era necesario nada de esto. No pensaba quedarme con tu dinero —no pudo evitar responder, ofendida.

—Tus intenciones no importan aquí —la cortó el hombre, áspero—. Lo que importa es lo que quede plasmado en papel. Y quiero que todo quede perfectamente especificado. No quisiera que este matrimonio durara más de lo previsto y tampoco quisiera gastar más de lo estimado.

Natalia contuvo una exhalación. Era evidente que Fabián veía esto como un simple negocio.

—De acuerdo —terminó firmando a todo lo que le puso al frente sin dignarse a leer.

—Anunciaremos nuestro compromiso en una gala benéfica la próxima semana —le comunicó con una sonrisa maliciosa en los labios.

—¡¿Tan pronto?! —se horrorizó Natalia.

—La boda debe estar prevista para dentro de un mes.

—Siento que es muy poco tiempo para preparar a mis hijos, yo…

—Ya has firmado —le soltó, rudo—. Lo que tengas que hacer no es mi asunto.

Natalia lo miró mal. Era un engreído.

—De acuerdo, señor insensible. Me iré para ponerme a trabajar en mi parte del trato —se levantó de su asiento, enojada.

—Más te vale controlar tu tono, Natalia. Ahora eres mi empleada —le advirtió implacable.

La mujer se tragó el insulto que tenía en la punta de la lengua y salió de la habitación, dispuesta a prepararse para la dichosa gala y para soltarle al mundo entero que ella no se quedaría llorando por un hombre que no supo valorarla.

Sin embargo, nada era tan fácil como creía. Los días transcurrieron lentamente y, en ese tiempo, no pudo hacer otra cosa que llorar por ese amor perdido, llorar por los engaños recibidos, porque ese hombre que amó durante tanto tiempo no le correspondió de la misma manera.

Aquella no era la primera vez que amaba sin reservas y le pagaban de esa manera tan vil.

Natalia recordó a su madre y recordó el día en que la abandonó en aquel orfanato. En aquel entonces, era una jovencita de trece años, quien no entendía por qué la persona que más admiraba en el mundo le hacía algo como eso.

“No esperes por mí”, le dijo su progenitora en aquel momento: “No puedo cuidarte, Natalia. Eres un estorbo en mi vida. No eres suficiente.”

Las lágrimas brotaron de sus ojos por enésima vez en ese día y las desechó de un manotazo, concentrándose entonces en el elegante vestido rojo que tenía sobre la cama. Se hallaba en una habitación de hotel, donde vivía con sus hijos hasta que todo el asunto de la boda se concretara y pudiera mudarse con Fabián Arison.

Pero le agradecía la distancia temporal, sentía que era necesaria para poner a sus hijos al corriente de lo que se avecinaba.

Dejándose de tonterías, se vistió y maquilló como la mujer hermosa que aún era. Tenía tan solo veintiséis años y sabía que tenía buenos atributos. Así que decidió sacarle partido a cada uno.

Ese día vería a Roberto después de una semana, ese día le restregaría a la cara que era valiosa y estaba a punto de rehacer su vida con alguien diferente.

Ese día sería bueno para ella… o tal vez no.

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