Maxwell Kensington es un arquitecto exitoso y obsesionado con su trabajo, conocido por su atractivo y perfección. Sin embargo, su corazón solo late por Aria King, su secretaria y amiga de toda la vida. Cuando Aria descubre la infidelidad de su novio, busca consuelo en Maxwell, quien, ebrio, le confiesa su amor en una noche apasionada. Pero lo que parecía un desliz se convierte en un dilema cuando Aria se entera, dos meses después, de que está embarazada de trillizos y decide ocultar la verdad, complicando aún más su relación "profesional y amistosa" con Maxwell. Ahora, él anunció su compromiso con una mujer a la que no ama, y Aria sostiene la mentira.
Leer másAria había pensado en regresar a casa después de un largo día de trabajo, pero cuando el equipo sugirió salir a cenar juntos, no pudo negarse. No quería arruinar los planes ni ser la única que se quedara atrás. Así que, con una sonrisa, se unió a sus compañeros mientras se dirigían a un restaurante cercano.El ambiente en el restaurante era animado, y todos parecían disfrutar de la compañía. Luna, de pronto elevó su copa. —¡Estoy tan feliz de trabajar con todos ustedes! Este equipo se merece más, ¡y estas cenas son una gran manera de fortalecer nuestra conexión! No hay duda de eso.Los demás asintieron, y Aria también sentía lo mismo. Laura, fue la siguiente en intervenir con una sonrisa amplia en la cara. —Tienes razón, Luna. La cena en equipo y generalmente todo lo que se hace, además el trabajo, nos ayudan a fortalecer esa relación que ya tenemos y ayuda muchísimo a la hora de trabajar juntos en el estudio. Por eso pienso que es algo que podríamos hacer a menudo o más habitual,
Pronto Noah, Estela y Elena, se dirigieron al acuario con los pequeños. Los trillizos no podían contener su emoción tampoco paraban de hablar sobre a donde iban. Cuando estuvieron en el acuario, las miradas plagadas de sorpresa y las sonrisas no faltaron. Nunca antes en sus vidas habían estado en un acuario. Sus ojitos brillaban al ver aquel mundo acuático. Era increíble. Estaban atravesando son túnel de vidrio que sumergía a todos los visitantes en un mundo completamente diferente. A su alrededor No solo habían peces de diversos colores que nadaban de un lado al otro, también habían otros animales que solo había mirado por la tele. Otros ni siquiera eran conocidos a la vista de los niños. Los trillizos estaban boquiabiertos cuando de pronto un gran tiburón pasó cerca. —¡Es un tiburón! —exclamó Arthur —. Es mucho más gigante que el de la tele. Sus hermanitos no podían creer lo que estaba mirando, con los ojos desorbitados. —¡Ojalá pudiera nadar con un tiburón! —mencionó Maximilia
Maxwell se encontraba bastante atareado en su trabajo. Afortunadamente, había terminado algunas pendientes y ya podía estar un poco más tranquilo. Sin embargo, el día seguía cargado de tareas por hacer, y la inesperada aparición de Noah no ayudaba a su concentración.—¿No tienes ni siquiera un poco de tiempo para salir a tomar algo? —quiso saber Noah, con un tono de preocupación—. Claramente, el trabajo es importante, pero también deberías apartar un poco de tiempo para ti.—No puedo hacer eso en este momento. Ya habrá alguna oportunidad; el proyecto en el que estoy es demasiado importante y debo dedicarme completamente a eso —emitió, con un tono decidido.El moreno, ante la respuesta de su amigo, simplemente asintió con la cabeza y dejó escapar un pesado suspiro.—Maxwell, ¿cómo va la situación con tus padres? —de pronto se interesó en saber el abogado.Maxwell conectó con él y expiró, sintiendo el peso de la conversación.—Mis padres siguen aferrados a la misma idea. No les voy a da
Esa mañana, Abigail se sentía inquieta. Había algo que necesitaba compartir con Máximo, un secreto que había estado guardando durante demasiado tiempo. Se sentó frente a él en la cocina.Abigail, aunque había tomado la decisión de revelar la verdad sobre lo ocurrido aquel fatídico día, sentía una lucha interna. Algo en su interior le susurraba que hablar sería un error, como si confesar significara ponerse una soga en el cuello. Sin embargo, ya nada de eso le importaba. Mientras se mantenía en silencio, experimentaba una sensación cada vez más amenazante; se sentía como si estuviera ahogándose.La sombra de la muerte de Julieta, que la había acompañado a lo largo de los años, se había transformado en una soga que le quitaba el aire y estrangulaba su cuello. Cada día era un recordatorio de su ausencia, y cada pensamiento sobre lo que había sucedido la atormentaba. La culpa la acechaba de día y noche, a donde sea que fuera. Abigail sabía que debía enfrentar sus demonios, asumir lo que
Máximo, tras la salida de Abigail, permaneció un rato más en el sótano. Él, revisando entre las cosas de su difunta esposa, se sumergió inevitablemente en el pasado. Aunque no la amó profundamente, había un pedazo de hierro atravesando despiadadamente su pecho. Volverla a mirar aunque sea una vez más, en aquella fotografía, le afectaba. Ella fue demasiado débil, lo único poderoso que logró obtener tras su muerte, fue su dinero. Así es como logró conseguir que la compañía Kensington se volviera aún más fuerte de lo que ya. —¿No crees que te fuiste muy pronto? Pero así es la vida, impredecible. Ha pasado mucho tiempo, pero es curioso que aún te recuerde como si fuera ayer. Tal vez ese es mi castigo. Y, apagó las luces, saliendo de allí. Cuando volvió a la cama, Abigail aparentemente estaba dormida o solo estaba fingiendo dormir plácidamente. En todo caso, él giró dándole la espalda y cerró los parpados. "Máximo, soy afortunada de tenerte, mi sueño es ser mamá. Y tú, ¿qué piensas de
Abigail, durante la madrugada, salió de la cama con cuidado de no despertar a su marido, quien estaba profundamente dormido. Con pasos sigilosos, se dirigió al exterior y pronto descendió por las escaleras que conducían al sótano, ese lugar al que recurría pocas veces y que ahora visitaba con mayor frecuencia. Estar allí era torturarse una vez más, pero de alguna manera no podía dejar de visitar ese sitio, un lugar que contenía los recuerdos del pasado y, sobre todo, la memoria de Julieta.Con lentitud, se acercó a una de esas cajas donde las cosas de Julieta permanecían. No solo había fotografías por doquier, también había ropa de ella y...—¿Sabes que? Siento que me vas a volver loca, no dejas de venir una y otra vez a mi cabeza, sé que lo que pasó ese día va seguirme por el resto de mis días. ¡Deja de torturarme! Abigail arrojó el portaretratos de nuevo dentro de la caja con el resto del contenido y frustrada se agarró los costados de su cabeza, lanzando un grito al aire. Julieta
Horas después...Amanda se encontró con Sebastián en un local concurriendo, aunque ese día estaba un poco desolado, allí ambos podrían platicar sin estar en guardia. Sebastián sostenía una sonrisa maliciosa, mientras hablaba de la familia Kensington, insinuando que había un secreto perturbador que podría usar a su favor, algo tan oscuro que terminaría cambiando todoAmanda estaba demasiado intrigada, quería saber sin que se fuera por las ramas, de aquello que ocultaba la familia Kensington. —¿Sabías que Maxwell no es hijo de Abigail? —lanzó el hombre deslizando una sonrisa al ver la sorpresa adornando la cara de la mujer, que claramente no se esperaba algo así, definitivamente era inesperado para ella. —¿Qué? —exclamó ella, impactada—. ¿De dónde sacas eso? Digo, esperaba que me dijeras otra cosa y no algo tan fuerte. ¿Cómo estás tan seguro y no se trata de algún rumor? —No es un rumor, Amanda. No lo es en absoluto. En realidad, es hijo de una tal Julieta, que murió cuando él era a
Aria llegó al Estudio Kirchner un poco nerviosa. Era su primer día como diseñadora de interiores, eso la ponía en un aprieto. No sabía cómo sería el ambiente laboral. Para su sorpresa, cuando llegó fue recibida por los empleados quienes de manera creativa le estaban dando la bienvenida, una parte de ella se sintió profundamente aliviadaUna de las diseñadoras senior, que se llamaba Laura, se presentó ante ella.—¡Bienvenida, Aria! —saludó transmitiendo una cálida personalidad—. Estamos muy emocionados de tenerte aquí. Espero que podamos trabajar todos juntos, en armonía. —Muchísimas gracias. Me siento afortunada y emocionada de estar aquí. Prometo dar lo mejor de mí —aseguró sintiendo que su corazón volvía a recuperar el ritmo habitual. Luego de eso pudo saludar a los demás miembros del equipo. Encontró que cada uno de ellos era amigable. Casi como una familia en el ámbito laboral. —Si necesitas algo, no dudes en preguntar —le dijo un joven —. Aquí todos nos ayudamos mutuamente.
A los días, Aria decidió que era una buena idea contratar a una persona que se ocupara de los trillizos, porque ahora que comenzaría a trabajar todo se le haría más difícil. Fue así como una interesada llegó a ella, se llamaba Elena, una señora de unos cincuenta años, bastante cariñosa con muchas experiencia como niñera, se presentó. —Elena Guzmán es mi nombre, tengo más o menos diez años siendo niñera y estoy a la orden. Ah, nunca antes me había tocado cuidar a trillizos —mencionó con una enorme sonrisa. —Señora Elena...—No te preocupes, linda, puedes decirme Elena. —De acuerdo, Elena. En ese caso también te pediré que solo me llames Aria —pronunció deslizando una sonrisa que la señora le correspondió. —Bien. —Los trillizos en realidad son bien portados, puede que uno sea más travieso que el otro, pero apuesto a que no le van a causar ningún tipo de problemas, además están estudiando ahora mismo en el jardín de infantes, por lo que pasan parte del día allí, luego en la tarde ha