—Debo irme a casa. Es lo único que pudo decir, apresurada y desapareció de su vista en un santiamén, mientras tanto Maxwell se quedó allí en pies, intentando controlar su alterada respiración, rebobinando en el tiempo, en lo que sentía por ella y en la idea de que en pocas semanas estaría desposando a una mujer que no amaba. —Aria... —susurró a solas y se dejó caer en el sofá. Ella dentro del elevador pudo recuperar el aliento y se llevó una mano a su pecho sintiendo como su corazón estaba agitado, de pronto sus labios temblaron y comenzó a llorar cubriéndose la cara, lloraba por la situación tan enredada en la que se encontraba; era una maraña de pensamientos en su mente, resultaba ser un extravío inminente. Deseaba poder decirle a Maxwell la verdad, pero si lo hacía, probablemente arruinaría la alianza, y no quería ser la razón de estropear algo que ya estaba decidido. Aria continuaba llorando en el ascensor, sintiendo cómo las lágrimas caían sin parar mientras revivía la inten
Maxwell miró la hora en su reloj y resopló, no podía creer que ella se había atrevido a faltar al trabajo sin avisar, incluso si hubiera avisado que no podría ir, se habría enfadado con ella por su incumplimiento.Más tarde, decidió llamarla a su teléfono pero no le contestó, luego ya no lo intentó más porque en su oficina un tercero apareció sin previo aviso. —Charlotte, ¿qué estás haciendo aquí? La pelirroja lo perforó con sus enormes ojos azules y él bufó. —¿Así tratas a tu prometida? Maxwell, no necesito una razón para venir a verte, sin embargo te echaba de menos —agregó en un tono más cariñoso y se acercó a él mientras rodeaba el escritorio y le daba un beso en la mejilla.Él se incómodo por su acto. —¿No ves que estoy trabajando? —Lo sé. Ella se sentó al frente. —¿Lo sabes? —deslizó una sonrisa sarcástica. —Sí, pero también deberías saber que soy tu prometida y en tu lista de prioridades también debes estar al corriente de que soy más relevante que tu trabajo. —¿Quién
Una vez en su departamento, Aria se dio una ducha rápida, tratando de despejar su mente, pero la impresión seguía atormentándola. Finalmente, cuando se sentó al borde de su cama, el peso de la situación la abrumó y rompió en llanto. Se sentía tan desafortunada, como si la vida le diera la espalda en el momento más crucial. Una inmensa bola curva la aplastaba, y en medio de su desesperación, comenzó a cuestionarse.—¿Cómo voy a enfrentar esto? —se preguntó, sintiendo que la ansiedad la consumía. Cada lágrima que caía era un recordatorio de la carga que llevaba—. ¿Qué mal hice para merecer algo así?Era demasiado injusto vivir aquella situación. La confusión y el miedo la rodeaban, como sombras que no la dejaban en paz. Aria anhelaba un desenlace, deseaba entender por qué todo estaba sucediendo y cómo podría salir adelante.Ni siquiera podía decirle a Maxwell. Ni a sus padres. Cuando la noche llegó ni siquiera se preocupó en comer algo, no tenía apetito. Por su parte, Maxwell sostení
Otro día en la oficina llegó.—Aria, siéntate. Necesitamos hablar sobre tu desempeño últimamente. —Maxwell cruzó los brazos, mirándola con decepción —. No puedo ignorar que ayer nunca llegaste a trabajar. Ni siquiera avisaste. —Lo siento, Maxwell. He estado lidiando con algunas cosas personales, pero estoy aquí ahora y haré mi trabajo, lo prometo. —Eso no es una excusa. —Su tono se volvió más severo—. Todos estamos lidiando con problemas personales, pero eso no significa que puedas dejar de lado tus responsabilidades. Ella no comprendía la razón por la que él estaba siendo demasiado duro con ella. De hecho era un completo idiota. —Entiendo, pero he estado intentando manejarlo lo mejor que puedo."Estoy embarazada de trillizos, no sé qué hacer, serán tus hijos pero no puedo decirte porque te vas a casar con alguien más, y de seguro tus padres estarán decepcionados de ti". Pensó con dolor. —No parece que lo estés haciendo. —Maxwell se inclinó hacia adelante, su mirada fija en ella
Aria volvió a su puesto de trabajo, pero nada era igual. Se sentía incómoda cerca de él. Cada vez que veía a Maxwell, un escalofrío de inquietud le recorría la espalda. Él entró a su oficina con el semblante serio, con los ojos profundos como un mar tempestuoso en el que Aria temía naufragar. Ella lo miró pasar, sintiendo emociones conflictivas en su interior; pero decidió concentrarse en su trabajo, aferrándose a la rutina como un escape. Sin embargo, la culpa comenzó a enredarse en su mente, la acusaba por lo que hizo hace un momento. ¿Cómo había podido reaccionar así? Se sintió desbordada por la rabia y la tristeza, y un suspiro profundo escapó de sus labios. En ese momento, recordó el ungüento que llevaba en su bolsa, un pequeño frasco que había comprado por si acaso. Con una resolución temblorosa, se levantó y se dirigió a la oficina de Maxwell.Al entrar, era casi palpable el enojo de Kensington. Maxwell la miró con seriedad, su expresión implacable y su mirada intensa hacían q
Cuando la jornada terminó, tomó su bolsa y salió con prontitud. Tan pronto el viento frío de la noche golpeó su rostro, su teléfono sonó. Abigail había citado a Aria en un lugar sofisticado. El lugar era tan refinado, tanto como la madre de Maxwell, quién la esperaba, su postura erguida y su mirada penetrante delataban lo estricta que era, más allá de su amabilidad. —Aria, estás aquí, agradezco que hayas venido —comenzó Abigail, dándole un beso en la mejilla —. Hay algo importante que necesito discutir contigo.Aria asintió, sintiendo un nudo en el estómago. —Por supuesto. —¿Quieres algo? —No, estoy bien, se lo agradezco. —De acuerdo, entonces empezaré, iré directo al grano, como ya sabes Maxwell debe casarse con Charlotte Williams —declaró Abigail sin rodeos—. Es una decisión que beneficiará a ambas familias. Los Williams tienen una posición social impecable, y Charlotte es la candidata perfecta para ser la esposa de mi hijo.El corazón de Aria se contrajo, pero mantuvo su rost
A la mañana siguiente, Maxwell se levantó de mala gana de la cama. Su cabeza palpitaba con una resaca que parecía querer partirle el cráneo en dos. A pesar de no tener ganas de ir a trabajar, sabía que tenía asuntos pendientes que atender.Mientras se vestía con su traje impecable, intentando ocultar el cansancio que lo invadía, sonó su teléfono. Era su padre, su voz grave y autoritaria resonando en sus oídos.—Maxwell, ¿qué demonios está pasando? Charlotte me ha dicho que la has estado tratando de manera hostil —reclamó su padre, sin dejar espacio para excusas.Maxwell suspiró, frotándose las sienes en un intento de aliviar el dolor.—Padre, creo que Charlotte está exagerando. Todo está bajo control —respondió, su tono cansado y carente de convicción.—Más te vale que arregles esto, Maxwell. No puedes poner en riesgo este matrimonio. ¿Me entiendes? —La advertencia en la voz de su padre era fiera.—Sí, padre. Me encargaré de ello
Después de la conversación con sus padres, Aria subió a su habitación, sintiéndose aturdida por emociones que la invadían. Cerró la puerta detrás de ella, buscando un momento de soledad en el que pudiera procesar todo lo que había sucedido.Se dejó caer sobre la cama, sintiendo la suavidad del edredón contra su piel. "Solo voy a cerrar los ojos un momento", pensó, deseando que el cansancio la envolviera y la llevara a un sueño profundo. Pero a pesar de su deseo, la inquietud la mantenía alerta. Sabía que tenía que regresar a su departamento y organizarse para el día siguiente, enfrentando otra jornada laboral.De repente, la puerta se abrió y su madre ingresó en la habitación con una sonrisa cálida. Su madre se acercó y se sentó al borde de la cama, observando a su hija con cariño.—¿Todo bien, cariño? —quiso saber, su tono suave y tranquilizador.Aria levantó la mirada, sintiendo cómo su corazón se apretaba. Esa sonrisa en el rostr