Dos meses después...
Al fin sus dedos abandonaron el teclado, se dejó caer sobre la silla. Ese día se sentía más cansada de lo habitual, era como si sus extremidades estaban entregadas por completo a la debilidad constante y no podía controlarlo. Durante el almuerzo, mientras intentaba comer algo ligero, una sensación extraña comenzó a invadir su estómago. Las náuseas la sorprendieron y, sin pensarlo dos veces, se levantó de la mesa y se dirigió rápidamente al baño. Una vez dentro, se apresuró a entrar en un cubículo, cerrando la puerta detrás de ella con un leve golpe. Se apoyó contra la pared fría, intentando calmarse mientras la sensación desagradable continuaba arremetiendo. Aria respiró hondo, tratando de controlar su respiración. Se sentó en el inodoro, cerrando los ojos y concentrándose en hacer que las náuseas desaparecieran. Pasaron varios minutos, y el tiempo se alargó mientras se sentía atrapada entre la desagradable sensación. Se tomó un momento más para asegurarse de que estaba lista para salir antes de levantarse y lavarse las manos. Mirándose en el espejo, notó lo pálida que estaba, pero al menos se sentía un poco más aliviada. —¿Qué está pasando conmigo? No tenía idea, aunque tenía el ligero presentimiento de que sí. Haciendo cuentas mentales llegó a la conclusión de que tal vez la pesadilla se volvería realidad. Al salir se topó con Emily. Ella frunció el ceño al verla andando con dificultad y viendo que estaba pálida como una hoja de papel. —¿Te encuentras bien? No pareces estarlo —se acercó tomándola por el brazo. —Solo necesito volver a mi lugar y tomarme un descanso. —¿Segura? —Sí —forzó una sonrisa, pero solo deslizó una mueca en el intento. Poco tiempo después, estaba de regreso en su lugar y Maxwell pasó por allí con el teléfono en la oreja. Se volvió a ella. —¿Has redactado la carta que te pedí? —Sí, lo hice. —De acuerdo. Y, entró a su oficina. La interacción entre ellos era cada vez más corta, limitada al trabajo, y definitivamente ella extrañaba aquellos días en los que después del trabajo iban a algún lugar y solo se olvidaban de lo laboral, pero ahora esos días no existían. Su amistad se había ido por un caño, las cosas se complicaron después de aquella noche. En la tarde, ella entró para dejarle un folio en su escritorio. Pero Maxwell ni siquiera le respondió. —¿Continuarás tratándome de esta manera? Ahora ni siquiera me miras a la cara. Eres un imbécil —añadió y solo ahora Kensington dejó de lado lo que hacía. —¿Cómo me has llamado? Ella quiso soltar una carcajada. —Imbécil, imbécil ¡Eres un imbécil! —explotó —. Todo este tiempo me has tratado como a cualquiera de los empleados, estás tan diferente conmigo... No entiendo que hice mal, no te comprendo, Maxwell. —¿Estás consciente de lo que haces? —soltó acercándose y ella retrocedió, terminó detenida por él —. ¿Por qué elevas la voz, eh? Supongo que te olvidas de que soy tu jefe. —¡Al diablo con eso! Maxwell, si te resulta terrible que no te haya aceptado... —Me casaré, ¿por qué debería importarme eso? Si tomé distancias, es porque resultará extremadamente incómodo salir contigo a algún lado, cuando ya estoy en una relación. En ese momento, Aria sintió una estocada. Pero, ¿por qué le dolía el corazón? —¿Te casarás? —estaba atónita. —Entonces, ¿sería correcto que sea como antes, estando a punto de casarme? Aria aún procesando la noticia, negó. —Max, ¿por qué no me lo habías dicho? —No te concierne los asuntos personales de tu jefe. Ella aborreció sus palabras sabiendo que lo estaba haciendo a modo de venganza. Pero, ¿una boda así de la nada? Además, ella no lo había visto nunca con una mujer. —No tienes que hablarme así. De pronto se formó un nudo en su garganta, no tenía idea de por qué estaba tan sensible y emocional que cualquier palabra dura haría que rompiera en llanto. —¿Y, como quieres que te hable, eh? ¿Pretendes que algo funcione, sin tomar en cuenta... —se detuvo —. Aria, tengo trabajo que hacer, por favor, sal. —Definitivamente no pensé que eras este tipo de persona, pero ahora me doy cuenta que estoy conociendo la peor versión de ti. Y, con eso, Aria acabó derramando algunas lágrimas, girando sobre sus talones se marchó, con pasos furiosos. Embravecida por su actitud, rota por la noticia y derrumbada por la confusión que la habitaba. Maxwell reflexionó en sus palabras y resopló. No podía ser amigo de quién amaba, ni aceptar su rechazo. *** Cuando llegó a su departamento, encontró un sobre al lado de su puerta, con curiosidad lo tomó entre sus manos y decidió revisarlo luego. Adentro, se despojó del calzado y se quedó en el sofá. Dejó el sobre sobre la mesita, al lado de la bolsa que había comprado en la farmacia. Fue un día de m****a. Un maldito día, así que, ¿cómo no sentirse fatal? Ya no pudo encapsular más el llanto y lo soltó. Aria finalmente se secó las lágrimas que habían estado recorriendo su rostro. Con la mente aún agitada, entró al baño. Sabía que necesitaba respuestas. Se hizo la prueba de embarazo y, mientras esperaba los segundos que parecían eternos, el tiempo se estiró y se volvió angustiante. Los minutos pasaron lentamente, cada segundo sintiéndose como una eternidad. Aria miraba el test, con la mente llena de pensamientos contradictorios. Finalmente, cuando pudo girarlo entre sus manos, encontró la inquietante respuesta: positivo. Ante la inminente noticia, se dejó caer al suelo, sintiendo que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Las lágrimas brotaron de nuevo, esta vez con más fuerza, mientras su rostro se hundía en sus manos. Lloraba desconsoladamente. Se sentó en el frío suelo del baño, sintiendo el peso de la realidad aplastarla. Las lágrimas caían sin control, mientras su mente luchaba por procesar la noticia que cambiaría todo. En ese momento de vulnerabilidad, se sintió completamente sola. —Estoy embarazada, esto no es posible —soltó con dolor. Salió del baño y se dirigió a su pequeña sala. El sobre seguía allí, de no ser porque el remitente era de parte de la familia Kensington, lo habría abierto luego. Y, el dolor se volvió austero al ver que era la invitación de boda. —Maxwell Kensington y Charlotte Williams... —susurró pasando saliva con dificultad, y luego miró su abdomen. Su amigo, su jefe y el padre del bebé que llevaba en su vientre, se casaría con otra. Y, ella sentía el ardor de los celos, como si solo ahora descubrió que sentía algo por él, y ya era demasiado tarde. Su teléfono sonó, ella se volvió al aparato y lo tomo en sus manos. Contestó. —¿Sí? —ni siquiera miró la pantalla. —Aria... Ven por favor, no sé dónde lo he dejado —soltó con la voz entrecortada —. Siento que ya no puedo más. King abrió los ojos con temor. ¡Maxwell estaba teniendo un ataque de asma! Olvidando la situación incómoda, sabía que no podía dejarlo en aquella situación peligrosa y tomó las llaves de su auto, saliendo de volada, con dirección a su piso.Cuando llegó, la puerta estaba entreabierta, y al entrar, su cuerpo entero estaba temblando debido a la situación. Al instante, sus ojos se fijaron en Maxwell, que estaba apoyado contra la pared de su sofisticada sala de estar. Su rostro estaba pálido y sudoroso, y cada respiración que intentaba tomar era un esfuerzo evidente. La angustia en su mirada era palpable; sus labios se habían tornado de un color azulado y sus manos temblaban mientras luchaba por obtener aire.Aria sintió que el pánico comenzaba a apoderarse de ella, pero sabía que necesitaba actuar. Se acercó rápidamente a él, recordando lo que había aprendido sobre cómo ayudar a alguien en un ataque de asma. Y es que, sabiendo que Maxwell solía padecer de asma, se informó sobre el asunto. De alguna manera, verlo así le recordó a aquel día, cuando lo vio por primera vez y Maxwell tan solo era un jovencito, en aquel entonces la madre de Aria, enfermera, le salvó la vida. —Maxwell, ¿puedes escucharme? —dijo, tratando de ma
—Debo irme a casa. Es lo único que pudo decir, apresurada y desapareció de su vista en un santiamén, mientras tanto Maxwell se quedó allí en pies, intentando controlar su alterada respiración, rebobinando en el tiempo, en lo que sentía por ella y en la idea de que en pocas semanas estaría desposando a una mujer que no amaba. —Aria... —susurró a solas y se dejó caer en el sofá. Ella dentro del elevador pudo recuperar el aliento y se llevó una mano a su pecho sintiendo como su corazón estaba agitado, de pronto sus labios temblaron y comenzó a llorar cubriéndose la cara, lloraba por la situación tan enredada en la que se encontraba; era una maraña de pensamientos en su mente, resultaba ser un extravío inminente. Deseaba poder decirle a Maxwell la verdad, pero si lo hacía, probablemente arruinaría la alianza, y no quería ser la razón de estropear algo que ya estaba decidido. Aria continuaba llorando en el ascensor, sintiendo cómo las lágrimas caían sin parar mientras revivía la inten
Maxwell miró la hora en su reloj y resopló, no podía creer que ella se había atrevido a faltar al trabajo sin avisar, incluso si hubiera avisado que no podría ir, se habría enfadado con ella por su incumplimiento.Más tarde, decidió llamarla a su teléfono pero no le contestó, luego ya no lo intentó más porque en su oficina un tercero apareció sin previo aviso. —Charlotte, ¿qué estás haciendo aquí? La pelirroja lo perforó con sus enormes ojos azules y él bufó. —¿Así tratas a tu prometida? Maxwell, no necesito una razón para venir a verte, sin embargo te echaba de menos —agregó en un tono más cariñoso y se acercó a él mientras rodeaba el escritorio y le daba un beso en la mejilla.Él se incómodo por su acto. —¿No ves que estoy trabajando? —Lo sé. Ella se sentó al frente. —¿Lo sabes? —deslizó una sonrisa sarcástica. —Sí, pero también deberías saber que soy tu prometida y en tu lista de prioridades también debes estar al corriente de que soy más relevante que tu trabajo. —¿Quién
Una vez en su departamento, Aria se dio una ducha rápida, tratando de despejar su mente, pero la impresión seguía atormentándola. Finalmente, cuando se sentó al borde de su cama, el peso de la situación la abrumó y rompió en llanto. Se sentía tan desafortunada, como si la vida le diera la espalda en el momento más crucial. Una inmensa bola curva la aplastaba, y en medio de su desesperación, comenzó a cuestionarse.—¿Cómo voy a enfrentar esto? —se preguntó, sintiendo que la ansiedad la consumía. Cada lágrima que caía era un recordatorio de la carga que llevaba—. ¿Qué mal hice para merecer algo así?Era demasiado injusto vivir aquella situación. La confusión y el miedo la rodeaban, como sombras que no la dejaban en paz. Aria anhelaba un desenlace, deseaba entender por qué todo estaba sucediendo y cómo podría salir adelante.Ni siquiera podía decirle a Maxwell. Ni a sus padres. Cuando la noche llegó ni siquiera se preocupó en comer algo, no tenía apetito. Por su parte, Maxwell sostení
Otro día en la oficina llegó.—Aria, siéntate. Necesitamos hablar sobre tu desempeño últimamente. —Maxwell cruzó los brazos, mirándola con decepción —. No puedo ignorar que ayer nunca llegaste a trabajar. Ni siquiera avisaste. —Lo siento, Maxwell. He estado lidiando con algunas cosas personales, pero estoy aquí ahora y haré mi trabajo, lo prometo. —Eso no es una excusa. —Su tono se volvió más severo—. Todos estamos lidiando con problemas personales, pero eso no significa que puedas dejar de lado tus responsabilidades. Ella no comprendía la razón por la que él estaba siendo demasiado duro con ella. De hecho era un completo idiota. —Entiendo, pero he estado intentando manejarlo lo mejor que puedo."Estoy embarazada de trillizos, no sé qué hacer, serán tus hijos pero no puedo decirte porque te vas a casar con alguien más, y de seguro tus padres estarán decepcionados de ti". Pensó con dolor. —No parece que lo estés haciendo. —Maxwell se inclinó hacia adelante, su mirada fija en ella
Aria volvió a su puesto de trabajo, pero nada era igual. Se sentía incómoda cerca de él. Cada vez que veía a Maxwell, un escalofrío de inquietud le recorría la espalda. Él entró a su oficina con el semblante serio, con los ojos profundos como un mar tempestuoso en el que Aria temía naufragar. Ella lo miró pasar, sintiendo emociones conflictivas en su interior; pero decidió concentrarse en su trabajo, aferrándose a la rutina como un escape. Sin embargo, la culpa comenzó a enredarse en su mente, la acusaba por lo que hizo hace un momento. ¿Cómo había podido reaccionar así? Se sintió desbordada por la rabia y la tristeza, y un suspiro profundo escapó de sus labios. En ese momento, recordó el ungüento que llevaba en su bolsa, un pequeño frasco que había comprado por si acaso. Con una resolución temblorosa, se levantó y se dirigió a la oficina de Maxwell.Al entrar, era casi palpable el enojo de Kensington. Maxwell la miró con seriedad, su expresión implacable y su mirada intensa hacían q
Cuando la jornada terminó, tomó su bolsa y salió con prontitud. Tan pronto el viento frío de la noche golpeó su rostro, su teléfono sonó. Abigail había citado a Aria en un lugar sofisticado. El lugar era tan refinado, tanto como la madre de Maxwell, quién la esperaba, su postura erguida y su mirada penetrante delataban lo estricta que era, más allá de su amabilidad. —Aria, estás aquí, agradezco que hayas venido —comenzó Abigail, dándole un beso en la mejilla —. Hay algo importante que necesito discutir contigo.Aria asintió, sintiendo un nudo en el estómago. —Por supuesto. —¿Quieres algo? —No, estoy bien, se lo agradezco. —De acuerdo, entonces empezaré, iré directo al grano, como ya sabes Maxwell debe casarse con Charlotte Williams —declaró Abigail sin rodeos—. Es una decisión que beneficiará a ambas familias. Los Williams tienen una posición social impecable, y Charlotte es la candidata perfecta para ser la esposa de mi hijo.El corazón de Aria se contrajo, pero mantuvo su rost
A la mañana siguiente, Maxwell se levantó de mala gana de la cama. Su cabeza palpitaba con una resaca que parecía querer partirle el cráneo en dos. A pesar de no tener ganas de ir a trabajar, sabía que tenía asuntos pendientes que atender.Mientras se vestía con su traje impecable, intentando ocultar el cansancio que lo invadía, sonó su teléfono. Era su padre, su voz grave y autoritaria resonando en sus oídos.—Maxwell, ¿qué demonios está pasando? Charlotte me ha dicho que la has estado tratando de manera hostil —reclamó su padre, sin dejar espacio para excusas.Maxwell suspiró, frotándose las sienes en un intento de aliviar el dolor.—Padre, creo que Charlotte está exagerando. Todo está bajo control —respondió, su tono cansado y carente de convicción.—Más te vale que arregles esto, Maxwell. No puedes poner en riesgo este matrimonio. ¿Me entiendes? —La advertencia en la voz de su padre era fiera.—Sí, padre. Me encargaré de ello