A la mañana siguiente, Maxwell se levantó de mala gana de la cama. Su cabeza palpitaba con una resaca que parecía querer partirle el cráneo en dos. A pesar de no tener ganas de ir a trabajar, sabía que tenía asuntos pendientes que atender.Mientras se vestía con su traje impecable, intentando ocultar el cansancio que lo invadía, sonó su teléfono. Era su padre, su voz grave y autoritaria resonando en sus oídos.—Maxwell, ¿qué demonios está pasando? Charlotte me ha dicho que la has estado tratando de manera hostil —reclamó su padre, sin dejar espacio para excusas.Maxwell suspiró, frotándose las sienes en un intento de aliviar el dolor.—Padre, creo que Charlotte está exagerando. Todo está bajo control —respondió, su tono cansado y carente de convicción.—Más te vale que arregles esto, Maxwell. No puedes poner en riesgo este matrimonio. ¿Me entiendes? —La advertencia en la voz de su padre era fiera.—Sí, padre. Me encargaré de ello
Después de la conversación con sus padres, Aria subió a su habitación, sintiéndose aturdida por emociones que la invadían. Cerró la puerta detrás de ella, buscando un momento de soledad en el que pudiera procesar todo lo que había sucedido.Se dejó caer sobre la cama, sintiendo la suavidad del edredón contra su piel. "Solo voy a cerrar los ojos un momento", pensó, deseando que el cansancio la envolviera y la llevara a un sueño profundo. Pero a pesar de su deseo, la inquietud la mantenía alerta. Sabía que tenía que regresar a su departamento y organizarse para el día siguiente, enfrentando otra jornada laboral.De repente, la puerta se abrió y su madre ingresó en la habitación con una sonrisa cálida. Su madre se acercó y se sentó al borde de la cama, observando a su hija con cariño.—¿Todo bien, cariño? —quiso saber, su tono suave y tranquilizador.Aria levantó la mirada, sintiendo cómo su corazón se apretaba. Esa sonrisa en el rostr
Aria se quedó mirando su teléfono, sintiendo un desastre emocional dentro de sí. Sabía que debía hacer lo que fuera mejor para ella, pero no podía quedarse sin hacer nada. Con un suspiro, volvió su mirada hacia el plato de comida, sintiendo que la comida se había enfriado, ya no quiso continuar engullendo. Esa mañana, Aria se despertó tarde, la luz se colaba a través de la ventana y volcaba su luz sobre su rostro. Sin embargo, no había nada en su interior que la motivara a levantarse. No haber ido a trabajar fue un respiro. Se sentó en la cama, mirando al vacío, sintiéndose en suspensión. Casi al mediodía, mientras pensaba en lo absurdo de su situación, sonó el timbre. Aria se levantó lentamente, no tenía idea de quién podría ser. Al abrir la puerta, se encontró cara a cara con Estela, su amiga, que siempre había tenido una energía contagiosa. También trabajaba como repostera en la cafetería de su padre. —¡Aria! —exclamó Estela, su voz llena de alegría. Tenía esos enormes o
Se mordió el labio. La irreverente mujer no quería decirle que era precisamente una tonta. —Es que... Me lo pones difícil. La verdad lamento mucho que tengas que pasar por toda esta situación. No puedo imaginarme estar en tus zapatos y tener que lidiar con algo tan fuerte. Sin embargo, de estar en tu lugar, Entonces sería sincera con Maxwell e impediría la boda sin importar lo importante que sea para esa familia. Jamás dejaría pasar algo tan importante como el hecho de que tres bebés están dentro de mí y se verán envueltos en una mentira. Ella se quedó pensativa. Estela tenía demasiada razón, aún así no podía encontrar el valor para ser sincera y contarle a Maxwell. —Es que no lo entenderías, Estela. La madre de Maxwell la otra vez y yo estuvimos hablando, ella me citó para conversar un poco sobre su hijo, estoy segura de que Maxwell fue sincero con ellos y les dijo lo que sentía por mí. —¿Cuál es el problema? La madre de Maxwell siempre ha sido buena contigo. —Y, siempre ha teni
Su padre de inmediato se puso en pies y se dirigió a Maxwell, mientras que Aria permaneció en la mesa, llena de nervios. —Maxwell, es un placer tenerte por aquí, por favor toma asiento, te atenderé de inmediato. Estela miró a Aria y abrió los ojos de par en par. Aria quería salir corriendo de allí y evitarlo a toda costa, sin embargo, no podía escapar esa vez. —Se lo agradezco, señor King, pero solo voy a pedir un café, ya sabe, sin azúcar. —De acuerdo, yo mismo lo serviré, vuelvo pronto. Entonces, Maxwell se acercó a Aria. ¿Por qué rayos Kensington no se fue directo al trabajo? ¡¿Tenía que aparecer justo allí?! —Aria, nos encontramos por casualidad. Ella rodó los ojos. —Así es, ¿por qué justo esta cafetería? Además, si querías un café, solo tenías que pedirlo en la oficina. Él, elegantemente sentado y mirándola con una ceja arqueada, la retó. —¿Tienes algún problema con eso? Es decir, ¿por qué no podría venir a la cafetería de tu padre? Soy como un hijo para él. —No brome
Era el día de la fiesta de compromiso, y Aria se encontraba en su departamento, rodeada de un ligero caos de productos de belleza y prendas de vestir desparramadas por todas partes. Mirándose al espejo, sintió una punzada de incomodidad al notar que la ropa comenzaba a quedarle un poco ajustada, especialmente alrededor de su abdomen. Con un suspiro, decidió que no quería atraer atención no deseada, así que optó por un vestido más holgado que, aunque no era su primera elección, le brindaba la comodidad que necesitaba en ese momento.Mientras tanto, en el otro lado de la ciudad, Maxwell se preparaba. Frente al espejo de cuerpo completo, observaba su reflejo. No era el día que imaginaba con la mujer que amaba, pero no tenía salida. Su padre, con su porte elegante, se acercó y le dio una palmada en el hombro, una mirada de aprobación en su rostro.—Te ves bien, hijo. Ese traje te queda perfecto —aseguró, ajustando un poco la corbata de Maxwell—. Recuerda, hoy es un día importante. Tienes
De pronto los presentes dirigieron su atención a las dos familias. Harry a la par de Máximo, como consuegros, al igual que sus esposas. —Hoy, quiero brindar por la gran decisión de nuestro hijo de unir su vida a la hermosa hija de la familia Williams. Quiero que a partir de ahora sepan lo importante que es esta unión para la familia Kensington y Williams. Felicidades, chicos. Ambos se vieron obligados a sonreír, sobretodo Maxwell, quien dió un paso al frente y motivado por su madre, casi a regañadientes, daría unas palabras a continuación. —Estoy agradecido por la presencia de cada uno de ustedes. Me siento... —pausó mirando a Charlotte, intentando que algo bueno surgiera de sus labios, ni modo. Mentiría —. Me siento enormemente afortunado de tener a una hermosa prometida y futura esposa, Charlotte es lo más importante para mí. Todos aplaudieron muriendo de "amor", por la declaración del prometido. Al final, Maxwell delante de todos se disculpó porque ya no soportaba la situación
—Oye, ¡espera! —gritó Charlotte, sintiendo que la ira crecía dentro de ella. No podía creer que Maxwell la ignorara de esa manera.Mientras se alejaban, Charlotte se quedó allí, hirviendo en celos, sintiendo que la traición se apoderaba de ella. La imagen de Maxwell sosteniendo la mano de Aria le provocaba tanta rabia. —¿Qué demonios está pasando? —murmuró para sí misma, viendo cómo se alejaban —. ¡Mamá! Chilló como una pequeña. Ana, al verla avanzó hacia ella con premura. No entendía por qué su hija estaba tan molesta. —¿Ha pasado algo? —Esa maldita mujer otra vez. ¿Acaso la ama? ¡¿Acaso Maxwell ama a la maldita secretaría?! A Ana se le desencajó el rostro, no comprendía lo que su hija decía. Hasta pensó que ella estaba confundida. —¿Por qué dices eso? Además, ¿dónde está Maxwell? —Mamá —se volvió a quejar la pelirroja —. Maxwell se ha ido con esa mujer, su secretaria. —Charlotte, basta, ¿sí? Creo que empiezas a ver cosas donde no las hay. Además, Maxwell no es ese tipo de ho