Maxwell, afectado por la verdad de su verdadera madre y el dolor por el accidente de Aria, decidió alejarse de todo y se dirigió a un bar cercano. Se sentó en la barra y pidió un trago tras otro, buscando en el alcohol un escape, aunque resultara ser momentáneo. Mientras bebía, su amigo Noah llegó, preocupado por su estado. Al verlo tan afectado, se sentó a su lado y le preguntó.—Maxwell, ¿qué te pasa? Te he estado buscando.Maxwell, con la mirada perdida, le contó lo que había descubierto.—Noah, me enteré de que mi madre no es mi verdadera madre. Mi padre me lo confirmó. Mi verdadera madre murió hace años por una enfermedad —declaró. Noah se quedó en shock. —Eso es una locura, Maxwell. ¿Y qué harás al respecto? —inquirió aún impactado. Maxwell apretó los puños, sintiendo que la ira lo consumía.—Voy a vengarme de mi padre. Él es el responsable de todo esto, y también de lo que le pasó a Aria. —declaró. <
Amanda y Sebastián se encontraban en la terminal, nerviosos pero emocionados por su fuga inminente. Habían planeado cada detalle de su escape, convencidos de que habían logrado salir ilesos después de haber chantajeado no solo a Máximo, sino también a Maxwell. —No puedo creer que lo hayamos logrado —dijo Amanda, mirando a su alrededor con ansiedad. El miedo a ser atrapados aún acechaba en su mente. —Solo tenemos que abordar ese avión y volar lejos de aquí. No podrán alcanzarnos —respondió Sebastián, sintiéndose seguro de que su plan había funcionado. Sin embargo, lo que no sabían era que la policía había estado siguiendo sus movimientos desde que se enteraron de su implicación en el chantaje. Gracias a la información proporcionada por Maxwell, los agentes habían activado un operativo especial para interceptarlos. Mientras caminaban hacia la puerta de embarque, Amanda recibió un mensaje en su teléfono. —¿Qué dice? —preguntó Sebastián, impaciente. —No lo sé... En ese mom
Maxwell obtuvo algunas fotografías de su madre, incluso un suéter y algunos anillos. Ella había sido una mujer hermosa, tenía una mirada peculiar, que le recordó a su hijo Arthur. Su sonrisa era tan bonita y dulce. Quiso tenerla a su lado, poder abrazarla y decirle que la amaba por darle la vida. Por eso arrojó a la basura todos esos momentos en los que Abigail estaba, casi todos sus recuerdos tirados a un tacho, arruinados por una mentira. Maxwell sostenía entre sus manos las fotos y la lágrimas caían sobre su rostro con frenesí. Aria se sentó a su lado y lo abrazó por los hombros, después acaricio su espalda y le dió un beso en la mandíbula. Él la miró. Sus ojos azules estaban cristalizados, repletos de lágrimas. —Maxwell, llora todo lo que tengas que llorar, te hará sentir mejor —prometió con dulzura —. Necesitas dejar salir todo lo que sientes. Fue lo único que Kensington necesitó para dejar que el llanto escapara. Aria no se apartó de su lado, al contrario, le brindó e
Capítulo 151 El día de la sentencia había llegado, y la tensión en el aire era palpable. Máximo y Abigail Kensington se encontraban en la sala del tribunal, rodeados de periodistas y curiosos que esperaban ansiosos el veredicto. Después de semanas de testimonios y revelaciones impactantes, el momento de enfrentar las consecuencias de sus acciones había llegado. El juez, con una expresión seria, se dirigió a la sala. Las palabras que pronunció dejó a todos los presentes descolocados. —Máximo Kensington, por su participación en la conspiración que llevó al accidente de Aria, y por los crímenes asociados a su conducta, se le condena a 15 años de prisión. Un murmullo recorrió la sala. Máximo, visiblemente afectado, apretó los puños. Sabía que ni todo el dinero del mundo lo salvaría. Luego, el juez se dirigió a Abigail: —Abigail Kensington, por su falta de acción y su complicidad al no ayudar a Julieta en el momento crítico que llevó a su muerte, se le impone una pena de 10 años
Capítulo Final 1 año después... Maxwell se despertó temprano esa mañana, su corazón palpitaba con emoción. Había trabajado arduamente en el diseño de la casa, cada detalle cuidadosamente pensado para que Aria se sintiera en casa desde el primer momento. Sabía que su trabajo como arquitecto era más que solo construir estructuras; era crear espacios donde las personas pudieran vivir, soñar y crecer. La casa que había diseñado no solo era un refugio, sino un lugar donde podrían construir su vida juntos, junto a sus trillizos. Mientras se preparaba, Maxwell revisó una vez más los últimos detalles. Todo estaba listo. Solo faltaba que Aria llegara. Cuando Aria llegó, Maxwell la recibió con una sonrisa y se tapó los ojos. Ella, intrigada, obedeció sin dudar. Con cuidado, la guió hacia la casa, sintiendo cómo su corazón se aceleraba. Al llegar a la puerta, Maxwell le pidió que contara hasta tres. Con un profundo suspiro, Aria comenzó a contar, y cuando llegó al tres, él destapó sus ojo
Las manos de Aria temblaban con cada paso que daba hacia el altar. Cada vez que miraba hacia adelante, hacia donde Maxwell la esperaba, su corazón se aceleraba. Llevaba puesto un hermoso vestido blanco, pomposo y elegante, que resaltaba su belleza natural. Sus delicados pasos sobre los stilettos a juego completaban el look sofisticado. Su cabello había sido recogido con cuidado, y el velo que caía sobre su rostro le daba un toque de ensueño. Aria se sentía como una princesa en el día más importante de su vida. Todos los presentes estaban emocionados por presenciar ese momento tan especial. Luna, Laura y Javier, sentados en la primera fila, no podían contener las lágrimas de felicidad. Estela, la dama de honor de Aria, admiraba la belleza radiante de su amiga. Verla tan feliz y plena llenaba su corazón de alegría. A su lado, Noah también sonreía al ver a su mejor amigo Maxwell, finalmente uniendo su vida a la de su gran amor. Cuando Aria llegó al altar, tomó la mano de Maxwell y
Aria King era la secretaria de Maxwell Kensington desde hacía varios años. Era una mujer trabajadora y se sentía afortunada de trabajar para el CEO y presidente de Kensington Company, quien, más allá de ser su jefe, era un amigo cercano. Se conocían desde que ella era una niña, lo que había forjado un vínculo especial entre ellos.Ahora a sus veinticinco años, podía pagar las facturas, dormir tranquila en su decente departamento y continuar al lado de Maxwell, obteniendo más conocimiento. ¿Qué si su vida era color rosa? No, en absoluto. Aria debía lidiar con las exigencias de su jefe, un adicto al trabajo y obsesivo por la perfección y puntualidad. Aún así, era su amigo de la infancia, su jefe y se acostumbró. —¿Nos vamos? —Sí, vamos —confirmó dándole un vistazo con sus profundos ojos azules. Kensington era un tipo alto, fornido, de rasgos masculinos, realmente atractivo. El espécimen que volvía loca a las mujeres, que a su paso, capturaba la atención. Su cabello oscuro prolijo,
Al salir del baño, Aria avistó a la distancia a Maxwell solo. Para su sorpresa, él estaba bebiendo. Era inusual verlo así, ya que Maxwell rara vez consumía alcohol; siempre decía que le nublaba el juicio y lo hacía actuar de manera tonta.Se acercó con prontitud a él. —Maxwell, ¿estás bien? —inquirió Aria, tratando de ocultar su propio dolor.Él levantó la vista, y su expresión cambió al notar la angustia en el rostro de Aria.—Sí, solo necesito relajarme un poco —aseguró, su voz un poco más grave de lo habitual.—¿Dónde está el señor Collins? —Hace unos minutos se fue, le surgió un imprevisto. —Ya es tarde, deberíamos ir a descansar. Él continuó bebiendo mientras Aria lo miraba con desaprobación. —Maxwell, ¿qué crees que estás haciendo? —inquirió tratando de mantener la calma —. Deja de beber, te embriagarás. ¿Recuerdas la última vez que bebiste? Terminaste llorando como un crío por aquel gatito sin hogar, por favor detente. —Solo… esta vez—balbuceó él, intentando sonreír, pero