Capítulo 03

La mañana llegó y la torturó con su claridad, parpadeó varias veces encontrándose en la suite presidencial completamente sola, en una cama gigantesca, además de eso y lo más bochornoso, es que estaba desnuda.

Se sentía expuesta incluso con las sábanas cubriendo su piel pálida, de inmediato se llevó ambas manos a la boca y abrió los ojos de par en par, recordando de súbito todo lo que pasó la noche anterior.

Chilló al volver a ese escenario prohibido y desastroso, en el que ellos dos protagonizaron sin pudor.

—¿Qué es lo que hice? —comenzó diciendo, todavía aturdida, es que no podía huir de la vergüenza que sentía en ese momento.

Aria quería tomar el primer vuelo a Japón y no mirar atrás, eso era lo que cruzaba su mente en medio de la desesperación.

Durante todos esos años, nunca pensó que terminaría acostándose con su jefe, más allá de eso, su amigo de años, alguien con quien nunca creyó que se enredaría; definitivamente había perdido la cabeza, como si no fuera suficiente el recordatorio de las palabras de Maxwell volvieron a su cabeza, lo que le dijo esa noche repercutía en su ser dejándola anonadada, ella continuaba incrédula al saber que... ¿Kensington tenía sentimientos por ella?

—No, no puede ser —batió la cabeza —. Seguramente escuché mal, además puede que se me nubló la cabeza y él en realidad no dijo esas palabras. Dios mío, ¿qué se supone que haga? ¿cómo demonios podría mirarlo a la cara después de lo que pasó entre nosotros? Maldición, Aria, ¿por qué tuviste que acostarte con Maxwell?

De pronto cayó como un balde de agua fría la última llamada telefónica con Sebastián. Su expresión cambió y resopló porque la cólera había regresado a ella.

Es imbécil se había atrevido a engañarla con alguien más, fue cruel con sus palabras y le terminó de la noche a la mañana. Otra vez se miró a sí misma en esa situación y pensó que no era tan diferente a él. Pero, en su noviazgo con aquel tipejo nunca lo traicionó.

Maxwell, enfundado en un costoso traje negro, peinado prolijo y saturando el espacio con su perfume exclusivo que evocaba poder y masculinidad, se presentó en la habitación clavando sus potentes ojos azules en ella, dedicándole una sonrisa, esa que derretía a las mujeres, una sonrisa que normalmente a ella no le provocaba algo descomunal como al resto.

Ella era la excepción.

Ahora, apenas sosteniendo sus ojos con su débil mirada ámbar, la boca se le secó al verlo allí parado y su corazón que normalmente mantenía la calma, se batió imperioso contra las paredes pecho.

"Siempre he sentido algo especial por ti, Aria... Solo un beso, Aria. Solo uno". Recordó al verlo, sintiendo sus pulmones atrofiados.

—... Pensaba dejarte descansar un poco más, sin embargo tenemos una reunión pendiente y no puedo faltar, de hecho si no te apresuras llegaremos tarde y no quiero enfadarme —fue lo primero que le dijo y ella se quedó en silencio, como si las palabras estaban atascadas en su garganta, en realidad no sabía cómo iniciar una conversación como si nada, sin embargo al susudicho se le daba bien conversar e ignorar lo sucedido.

—Yo... Iré a vestirme, me daré prisa —aseguró a la mujer, sin mirarlo a los ojos, entonces con la sábana envolviendo su cuerpo, dejó la cama y avanzó pasando como un rayo a su lado, pero eso no fue suficiente para no ser detenida por sus dedos largos y ávidos que atenazaron su muñeca, aunque sin hacerle daño.

Entonces como si no estuvieran lo suficientemente cerca, se inclinó.

—Anoche, perdí el control, lo siento mucho. ¿Te hice daño?

Ella se soltó.

—No, estoy bien.

Y se fue.

Aria no esperaba esa respuesta de su parte, no creyó que le importaría que él no le tomara importancia a lo acontecido. Una vez en el baño dejó escapar el aire retenido y se quedó inmóvil un rato, solo entonces se miró en el espejo, observó su piel.

Aferrada al lavabo se permitió un tiempo a solas. Ella que se había guardado para el matrimonio, ahora solo un sueño lejano, terminó entregándose a Maxwell en medio de su resquemor. No midió sus actos en el momento, estaba cegada.

Ahora él, solo se disculpaba por perder el control.

Sonrió con amargura.

Borró el gesto.

—¿Por qué me enfadaría que piense así? No debería ser relevante para mí —se encogió de hombros.

Pero lo era.

Mientras se duchaba, los pensamientos sobre lo ocurrido la abrumaban. Se sintió perdida, reflexionando sobre su decisión de haber cruzado esa línea. Después de un rato, eligió ropa de su maleta y salió de la habitación.

Maxwell la observó de arriba abajo, y ella sintió que los nervios la invadían.

Durante el trayecto en el auto, ella se mantuvo distante, mirando por la ventanilla. A cada momento, Maxwell la miraba, pero ella hacía como que no se daba cuenta.

***

La reunión tuvo lugar en una moderna sala de conferencias, iluminada por amplios ventanales que ofrecían una vista espectacular de la ciudad. En el centro, una mesa de madera pulida estaba rodeada de sillas elegantes, y un proyector mostraba gráficos y datos que Maxwell y Aria habían preparado.

—Es un placer conocerlos. ¿Son pareja? —preguntó con una sonrisa y una ceja levantada.

Aria sintió cómo la sangre le subía a la cara, sonrojándose intensamente. Maxwell, al notar su incomodidad, se enderezó en su silla y adoptó una expresión seria.

—No, no somos pareja —explicó, intentando mantener la calma. La mirada del cliente se volvió más intensa, pero antes de que pudiera hacer un nuevo comentario, Aria se apresuró a intervenir.

—Exacto, solo somos amigos fuera del trabajo —aclaró, con un tono ligeramente tembloroso, evitando el contacto visual y aún roja de vergüenza. Su corazón latía con fuerza, y la incomodidad de la situación parecía aumentar.

Después de que esta finalizó, Aria se dirigió a Maxwell.

—Aprovecharé para comprar algunas cosas —dijo, tratando de mantener la distancia.

—Necesitamos hablar —respondió él, serio.

Ella sacudió la cabeza.

—No hay nada que hablar.

Pero él la apresó.

—No te dejaré ir — aseguró con la firme mirada que la apuntaba.

Aria King tragó con dureza.

Nunca antes había visto su mar brillando tanto, sus ojos imperiosos sacudiendo cada centímetro de su ser.

—Max... —casi inaudible, pronunció.

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