Anaís fue forzada a casarse con Alejandro, un magnate poderoso y frío, para asegurar una alianza que salvaría a la familia de él de la ruina. Durante seis largos años, Anaís intentó ganarse el corazón de su esposo, pero siempre fue recibida con indiferencia. A pesar de haber cumplido con sus deberes de esposa impecable, nunca pudo darle un hijo, lo que fue motivo de frecuentes críticas por parte de su marido y su entorno. La situación empeora cuando Lucrecia, la prima de Anaís y el primer y único amor de Alejandro, regresa inesperadamente. Jorge comienza a mostrar favoritismo hacia su prima, pasando cada vez más tiempo con ella y relegando a Anaís al papel de una simple sombra en su propia casa. Anaís, herida por los desprecios y agotada de competir con el fantasma del pasado, toma una decisión: firma el divorcio y se convierte en la mujer más poderosa.
Leer másEl amor y la intriga luchaban dentro de él, y aunque no lo admitiera, Anaís era su debilidad. Pero había una pregunta que lo atormentaba: ¿Qué haría ella cuando supiera la verdad? Que él no era Ernesto Salinas, sino Ernesto Santos, el lobo Blanco que habita en la oscuridad. El hombre sin rostro conocido por tantos por su peligrosa forma de hacer negocios. Aquel que siempre ha estado obsesionado con su bella flor y que ahora era su prometido, bajo una identidad que no era suya.Ella era tan víctima como lo es él. Ambos habían perdido tanto por culpa de unos pocos, y ella había sacrificado tanto por esos malditos para que la pagaran de la manera tan brutal.Lo que hubiera dado de tan solo haber ocupado el lugar que Jorge ocupó en su corazón. Si tan solo hubiera llegado un poco antes… si tan solo…Pero ahora, él era un hombre diferente, con el poder en sus manos, y tenía su amor. Anaís era suya, no iba a perderla.Más tarde, Ernesto llegaba a la empresa de Anaís para buscarla, sin embarg
Jorge se marchó del edificio con la mente hecha un caos. Ahora resulta que Anaís era la víctima.— ¡Mis cojones! ¿Anaís la víctima? — masculló para sí mismo.Él aún recuerda cuando debía casarse, y que la única forma de obtener la ayuda para salvar la empresa era casándose con ella. Aunque había varias lagunas que no entendía, su familia le había asegurado que debían casarse para ser beneficiados. Ella había hecho todo para estar con él y separarlo de su amor.Anaís por su parte, estaba enojada por tal atrevimiento. Después de todo, el que deseaba casarse para obtener la ayuda fueron la familia Guerrero. Ella igual hubiese bajado el mundo con o sin matrimonio, y ahora, después de todo lo que aguantó, dice que ella manipuló la situación.— ¡Calumnias! — musitó.Lo cierto es que ambos están envueltos en una red de mentiras. Ambos creían en algo, cuando lo cierto es que fueron manipulados y pronto sabrían que los dos fueron parte de un plan horrible de personas que ya no están en este mun
El sol de la mañana se colaba a través de las persianas del despacho de Anaís, bañando con luz tenue el escritorio impecable. Sentada en su silla de respaldo alto, revisaba meticulosamente un conjunto de documentos que requerían su atención inmediata. Su mirada era concentrada, pero su mente viajaba constantemente entre los números y los recientes sucesos en su vida.Jorge, impulsado por la necesidad de respuestas y contarle sus ideas de negocios, fue directamente a la empresa Wes, donde trabajaba Anaís. Sin embargo, no era el único en ese lugar.El asistente de Anaís al ver a través de su Tablet la presencia de dicho hombre, ingresa de inmediato a la oficina de la empresaria.— ¿Sucede algo? — preguntó al verlo nervioso.— En el ves… vestíbulo hay dos personas. — Se acercó con pasos apresurados hasta ella y le enseñó la Tablet —. Tiene cita en diez minutos con el señor Lorenzo.— ¿Y con el señor Guerrero?— No… no ha quitado cita — explicó. Anaís le sonrió.— Entonces que espere que
Mientras tanto, Jorge, que también estaba presente, no pudo evitar fijar su mirada en Anaís desde el otro lado del salón. Aunque se había prometido mantenerse al margen, algo en su interior lo impulsaba a acercarse. Sin embargo, cuando finalmente se dirigió hacia ella, Ernesto ya estaba allí, inclinándose ligeramente para susurrarle algo.— Mi señora, ¿cómo se encuentra en su noche especial? — susurró Ernesto con voz aterciopelada, inclinándose lo justo para que solo Anaís lo escuchara.Anaís lo miró con una sonrisa sutil, esa que sabía que podía desarmar a cualquiera, y respondió con un tono igual de calmado: — Mucho mejor ahora que ha llegado alguien interesante. Tú.El comentario, aunque dicho con ligereza, hizo que Ernesto soltara una risa baja. La complicidad en sus miradas era evidente. Fue justo en ese momento que Jorge llegó hasta ellos, su ceño ligeramente fruncido al ver la proximidad entre los dos.— Disimula, Anaís — dijo Jorge con un tono seco, aunque cuidando que nadie
El golpe fue directo. Lucrecia sintió cómo su rostro ardía de vergüenza y furia. ¿Cómo se atrevía ese hombre a hablarle así? Iba a protestar, pero Carla la sujetó del brazo y murmuró: — Lucrecia, ya hay gente mirando. Vámonos.Un grupo de curiosos se había reunido en la acera, observando el espectáculo. Consciente de las miradas, Lucrecia se retiró, pero no sin antes lanzar una última mirada de odio hacia Rogelio y el conserje.Una vez en el coche, Carla trató de calmarla.— Es mejor dejarlo, Lucrecia. No puedes ganarles a todos.Pero Lucrecia no estaba dispuesta a rendirse.— Ese hombre... — dijo entre dientes —. Voy a averiguar todo sobre él. Nadie me humilla así.Mientras tanto, Anaís observaba la escena desde una ventana en el piso superior. No podía evitar sentir una mezcla de satisfacción y lástima. Conocía bien a Lucrecia, su impulsividad y su orgullo desmedido. Pero Anaís ya no era la misma mujer que su prima había conocido. Había aprendido a jugar el juego, y ahora estaba gan
Por otra parte, Anaís estaba acostada sobre el pecho de Ernesto.— Fue asombroso — susurró ella.— Lo fue… Realmente lo fue — respondió, dejando un beso en su cabeza.— Bueno, debemos ponernos de pie. Debo revisar algunos documentos para ver si encuentro alguna cosa en contra de mi prima.Ernesto guardó silencio por un momento, como si estuviera evaluando su respuesta.— Yo te los conseguiré, si no te molesta.— Eso sería de mucha ayuda, bebe… — respondió.«¿Bebé?» Pensó Ernesto. Es un hombre imponente, poderoso y peligros, y se encuentra derretido porque su mujer lo llama bebé.— Bien. Recuerda que tienes aliados, Anaís. No estás sola en esto.— Lo sé. Gracias, Ernesto.— Y no olvides que mañana inicia la construcción y hoy tienes una cena conmigo.— Es imposible hacerlo si me lo recuerdas con ese tono. — Ernesto soltó una risa leve y se despidió —. Por cierto, Abba se contactó conmigo. Los socios no están contentos con lo que circula y planean vender sus acciones.— Eso es algo buen
La desesperación de ambos era muy notoria. Ernesto la levanto con sus fuertes brazos y la condujo hasta la habitación; mientras Anaís buscaba desesperadamente desprender su camisa.— ¿Estás segura? — preguntó Ernesto. Sabía que ella amaba locamente al imbécil de Jorge, y no deseaba que este encuentro se basara en algo relacionado al despecho. Él realmente lo anhelaba, lo deseaba —. Podemos parar…— Te deseo Ernesto — interrumpió Anaís, sosteniéndolo del rostro —. Quiero que me hagas el amor.Ernesto no dudó más. Solo eso necesitaba para finalmente dejarse llevar por todo lo que lleva en su corazón. La acariciaba como si su vida dependiera de eso, quería absorber cada parte de su ser, memorizar cada parte de su cuerpo, cada curva. Contar todos los lunares que posee, y saborear su éxtasis.Era un sueño hecho realidad. Anaís Santana se había convertido en su mujer.— Eres mía Anaís. Desde este momento me perteneces y no hay nada ni nadie que pueda cambiar eso. — Anaís sonrió, mientras gi
Y tal como se suponía debía de pasar, la mañana inició con un escándalo monumental. La prensa no solo rodeaba el edificio Santana, sino también de la familia Guerrero, la mansión cualquier lugar donde pudieran encontrarlos para tomar nota. El internet estaba colapsado, y los seguidores de ambos bajaron brutalmente, tanto como los comentarios negativos hacia su persona.“De amante a ladrona. La nueva cara de la corporación Santana no conforme de arruinar el matrimonio de su prima, convirtiéndose en la amante del mismísimo señor Jorge Guerrero, también, decidió robar su empresa.”Las fotos publicadas de ellos dos, en Londres, en Grecia y varios países más donde se suponía Jorge iba por viajes de negocios.La pantalla del televisor iluminaba suavemente la habitación, llenando el espacio con las voces de los presentadores de noticias. Ernesto Salinas estaba recostado en su sofá, con una pierna cruzada sobre la otra, y una sutil sonrisa orgullosa jugando en sus labios. Parecía un rey en su
El reloj marcaba las nueve p.m., pero Anaís seguía inmersa en los documentos que el abogado había recopilado. Cada página era como una daga que perforaba su confianza en el sistema que había construido. Los números no cuadraban, las firmas parecían falsificadas, y había transacciones que nunca había aprobado. Era imposible que en ese corto lapso de un mes ocurriera todo eso. La rabia bullía en su interior, pero decidió que la furia no sería suficiente. Necesitaba acción más acción. Ya había dado el primer paso, solo quedaba esperar.El timbre sonó, llenando su piso. Se puso de pie y al abrir la puerta, se queda casi sin aire. Ernestoestía un traje, pero sin chaqueta. Su camisa blanca estaba ligeramente ajustada, destacando los músculos de su pecho y brazos. Los primeros dos botones estaban desabrochados, revelando un destello de piel, y las mangas remangadas hasta los codos añadían un aire despreocupado. Anaís tragó en seco, sintiendo cómo el ambiente se cargaba.Ernesto, notando la m