105 - Un final abierto...

Diez años habían pasado desde aquel horrible día de la boda de Anaís y Ernesto. El tiempo había transformado la tragedia en una historia de amor y felicidad. Lucrecia, por su parte, seguía pagando su condena en el penal de mujeres, donde había sido sentenciada a cuarenta y cinco años de prisión por sus crímenes. Su hijo, que había llegado al mundo en medio del caos, ahora estaba por cumplir nueve años. Apenas unos meses separaban su cumpleaños del de Lía, la hermosa y brillante hija de Anaís y Ernesto.

Era una mañana soleada en la casa de los Santos. Anaís estaba en la cocina preparando el desayuno, mientras Ernesto trabajaba en su despacho, revisando algunos documentos. De repente, su hija Lía irrumpió en la habitación gritando con emoción.

— ¡Papá, papá! — gritó, corriendo hacia él con una hoja de papel en la mano.

Ernesto levantó la vista, sorprendido por la energía de su hija.

— ¿Qué sucede, pequeña? — preguntó, sonriendo al ver su entusiasmo.

Lía le mostró el dibujo, un boceto co
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