103 - La vida era una guerra.

Anaís bajó del coche con una apariencia que asustaría a cualquiera. Su vestido de novia, una vez blanco y elegante, ahora estaba cubierto de tierra, rasgado y manchado de sangre. Su rostro estaba marcado por un moretón y su cabello deshecho, como si hubiera salido de una guerra. Pero, de hecho, así había sido: una guerra en el día de su boda. Se sintió como una guerrera, lista para enfrentar a su enemigo.

— Señorita Santana — dijo Ramiro, sorprendido de verla en ese estado —. He oído lo que sucedió. Lo siento tanto.

Anaís lo miró con intensidad, su mirada decidida.

— ¿Dónde está Lucrecia? — preguntó, su voz firme y llena de ira.

Ramiro, al ver que la policía llegaba detrás de ella, supo que era el fin. Se hizo a un lado y la dejó pasar, sintiendo que el destino de todos estaba a punto de cambiar.

Cuando Anaís entró, se dirigió directamente hacia el centro del salón, donde efectivamente se encontraba Lucrecia y Jorge bailando. El ambiente festivo se congeló en el instante en que aparec
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