Inicio / Romántica / Aviso: ¡Nunca molestes a tu ex esposa! / 03 - La heredera toma el control.
03 - La heredera toma el control.

Anaís respiró hondo antes de entrar al edificio que alguna vez compartió con Jorge, pero esta vez no como su esposa, sino como dueña y principal accionista. Sabía que su sola presencia causaría revuelo; llevaba tiempo ausente, sumida en la sombra, mientras él hacía y deshacía en nombre de la familia. Pero hoy iba a ser diferente. Cada paso que daba sobre el mármol pulido resonaba en el vestíbulo y provocaba miradas de asombro y murmullos. Los empleados se detenían en sus labores, algunos con sorpresa en el rostro, otros con expresión de miedo al ver cómo cruzaba los pasillos con determinación y vestida impecablemente en un traje negro que dejaba claro que ella no era una visitante ni una mera exesposa. Había vuelto para tomar el control.

Sin perder tiempo, Anaís se dirigió a la oficina de conferencias más grande de la empresa y solicitó una reunión de emergencia. El rostro de su asistente reflejaba duda, como si fuera incapaz de procesar el pedido, pero en cuanto Anaís la miró a los ojos y le dedicó una pequeña sonrisa de comprensión, la asistente comprendió que la situación era seria.

En cuestión de minutos, todos los principales ejecutivos se reunieron en la sala de juntas. A diferencia de las reuniones a las que Anaís estaba acostumbrada en el pasado, el salón estaba repleto de hombres: cada uno de ellos parecía ocupado en mirar la pantalla de sus dispositivos o en conversar en voz baja con el de al lado. Anaís se sentó en la cabecera de la mesa y los observó en silencio, con una mezcla de interés y decepción. La falta de diversidad no era solo evidente, era casi asfixiante.

Tomó la palabra sin rodeos, pero antes de exponer sus planes, lanzó la primera pregunta que cruzó su mente:

— ¿Dónde está Roberta? — inquirió, con voz firme, pero pausada.

La pregunta provocó una oleada de miradas incómodas. Después de unos segundos de silencio, uno de los hombres, sentado frente a ella, respondió con un tono despectivo:

— Roberta fue despedida. Jorge decidió que sus servicios ya no eran necesarios.

Anaís asintió, sin demostrar sorpresa, pero su mente comenzó a tejer una estrategia. Sabía que Roberta era una de las ejecutivas más brillantes y que había jugado un papel crucial en el crecimiento de la empresa. Despedirla era una muestra clara del desinterés de Jorge por la estabilidad y el futuro de la compañía de su familia.

Dirigió una mirada a su asistente, quien estaba lista para anotar cualquier orden.

— Contacta a Roberta, ahora mismo — le indicó con tono de mando.

La asistente se movió con rapidez, pero dudó por un segundo antes de hacer la llamada.

— ¿El señor Jorge está al tanto de esto, señora Anaís?

Una sonrisa de satisfacción asomó en los labios de Anaís.

— No necesito la aprobación de Jorge para tomar decisiones en la empresa que lleva mi apellido. Ahora, haz la llamada. Y después, comunícate con nuestro abogado.

La asistente asintió rápidamente y salió de la sala para realizar las llamadas. Los hombres alrededor de la mesa intercambiaron miradas de asombro y algo de disgusto, como si todavía no comprendieran del todo qué hacía Anaís ahí.

Uno de ellos, un hombre de mediana edad que lucía como si pensara demasiado bien de sí mismo, rompió el incómodo silencio con una pregunta desdeñosa:

— ¿Puedo preguntar qué hace usted aquí? Después de todo, hasta donde sé, su esposo es quien representa a su familia en esta empresa.

Anaís lo miró directamente, sin bajar la vista.

— Estoy aquí porque me he divorciado, no solo de Jorge, sino de cualquier sombra que él pueda proyectar en esta compañía — dijo con claridad —. Hoy comienzan nuevas reglas, y yo estaré al mando.

Hubo un murmullo de sorpresa en la sala. Algunos de los hombres parecían alarmados, mientras que otros solo la miraban con escepticismo, como si estuvieran evaluando si ella sería capaz de cumplir con sus promesas. Aprovechando el impacto de sus palabras, Anaís continuó.

— Quiero que me entreguen el balance financiero completo de la empresa desde el momento en que Jorge tomó el mando.

Uno de los ejecutivos más jóvenes soltó una carcajada sarcástica, pero antes de que pudiera decir algo, Anaís lo interrumpió.

— ¿Te parece divertido? — preguntó, con una dureza en su voz que no admitía burlas.

Él titubeó, pero no perdió la oportunidad de retarla:

— Es solo que me cuesta imaginar que usted pueda mantener esta empresa en pie sin ayuda.

Anaís le devolvió una mirada gélida.

— Esa es precisamente la idea central de mi presencia aquí. Soy el único miembro de mi familia en este país, y, por lo tanto, tengo la responsabilidad de que esta empresa se convierta en el número uno.

El silencio en la sala se hizo aún más denso. Los rostros de los ejecutivos reflejaban escepticismo, pero también una incomodidad creciente. Sabían que Anaís tenía autoridad, pero les costaba creer que fuera capaz de ejercerla sin depender de Jorge.

Ella notó las expresiones de duda en algunos rostros y decidió no permitir ninguna vacilación.

— Si alguno de ustedes no se siente cómodo con esta situación — agregó —, me comprometo a comprar sus acciones. Sé que algunos llevan años en esta empresa, y no tengo intención de retener a nadie que no crea en el nuevo liderazgo. Así que adelante: si no confían en mí, pueden salir de aquí y liquidaré sus acciones.

La tensión aumentó. Varios de los hombres intercambiaron miradas inquietas, y algunos parecían considerar seriamente la oferta de Anaís, mientras otros evaluaban si sería mejor permanecer y ver qué rumbo tomaría la situación. Sin embargo, ninguno de ellos se atrevió a hablar primero.

En ese momento, la asistente regresó a la sala, su expresión era una mezcla de emoción y nerviosismo.

— Señora Anaís, he hablado con Roberta. Ella está dispuesta a regresar y dijo que puede estar aquí en una hora si usted lo desea.

Anaís asintió con satisfacción.

— Perfecto. También necesitamos la presencia de nuestro abogado lo antes posible.

Uno de los hombres, evidentemente molesto, se inclinó hacia adelante.

— ¿Realmente cree que traer a Roberta solucionará algo? Su esposo la despidió por una razón. Y permítame recordarle que no puede tomar decisiones a su antojo, aquí hay reglas que respetar.

Anaís lo miró sin inmutarse, manteniendo su postura firme y su mirada calculadora.

— Le recuerdo que la decisión de Jorge ya no tiene relevancia aquí. A partir de hoy, quien marca las pautas soy yo. Jorge no va a decidir cómo ni con quién quiero trabajar en esta empresa. Roberta es una de las mejores candidatas para el puesto de vicepresidenta, y estoy dispuesta a confiar en su experiencia.

La sala quedó en silencio de nuevo. Los ejecutivos parecían estar evaluando la nueva dinámica de poder, dándose cuenta de que Anaís no era solo una figura de adorno ni una exesposa despechada. Era alguien que estaba decidida a tomar las riendas de la compañía, y no permitiría ninguna resistencia sin consecuencias.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo