Antonella Cerati, es una mujer que a sus treinta años, no ha encontrado el verdadero amor. Albert Miller, es un hombre que acaba de divorciarse luego de diez años de matrimonio y quien sufre por separarse de sus hijos. Ella, necesita un pretendiente para la noche de navidad, ya que su madre está muy enferma y no quiere morir sin verla frente a un altar y al lado de un buen hombre. Él, tendrá que pasar su primera noche de Navidad, sin sus hijos. La noche de despedida en la empresa, Albert encuentra a Antonella llorando en su oficina. Ella le cuenta su verdad y él se ofrece a ayudarla. Antonella cumple el sueño de su madre enferma, pero de regreso a la ciudad, ella tendrá que enfrentar sus sentimientos por Albert. ¿Logrará seguir siendo sólo su asistente? ¿Podrá separar su vida laboral de la personal, sin salir herida?
Leer másAntonella despierta, aún somnolienta se sienta en la cama, bosteza y frota sus ojos, toma su móvil esperando tener respuestas de alguno de sus amigos, pero se llena de ansiedad al ver que no hay señales de ninguno de ellos. Mira la hora, ya es media mañana. Se le había hecho tarde, tenía tantas cosas por hacer y producto del agotamiento emocional terminó quedándose dormida. El sonido de la bocina de un coche frente a su casa, le recuerda que Fabiano se comprometió a buscarla para llevarla esa mañana a hacer las diligencias pendientes. —¡Joder! —exclama, se levanta de la cama con el móvil en la mano para salir y disculparse con él. Justo en ese momento, recibe un mensaje en su móvil, es de Fabiano, quién le dice que debe darse prisa. Le contesta con un “Ya salgo”, deja el móvil en la mesa y corre al baño para asearse. En tanto, en la oficina y luego de revisar varios archivos, Blas logra encontrar el documento que su jefe le ordenó llevarle esa mañana. —Tenga Sr Miller, aqu
Mauro Moretti entra al hospital, topándose con el médico que acaba de atender a su hijo. —¿Doctor, cómo está mi hijo? —pregunta con voz temblorosa. —Lo siento, Sr Moretti. —Baja la mirada— Su hijo murió.Como un puñal que se clava en un costado, Mauro recibe aquella noticia. Claudia queda paralizada, en shock, sin decir ni una palabra. —¿Qué está diciendo? Mi hijo no puede estar muerto. —Las lágrimas recorren su rostro y una oleada de arrepentimiento lo arrastra, no puede creer que la vida no le haya permitido disculparse con él y decirle que lo amaba, que lo amaba a pesar de que fuera diferente a él, sensible y dispuesto a luchar por el amor de la persona a quien quería. —Hicimos lo que pudimos, pero sufrió un infarto. En verdad lamento su muerte. Mauro abraza a su esposa y por segunda vez, sienten algo especial –aunque doloroso– que los une. Aquella información pronto se expande en todos los medios de comunicación, llegando a los oídos de Antonella, quien finalmente log
Luego de desempacar y poner al día a su amiga, Blas se recuesta y se queda profundamente dormido, mientras Antonella intenta comunicarse con él. —¿Por qué no respondes Blas? —La impaciencia de la pelirrubia es cada vez mayor.Enciende el viejo televisor que su madre tiene en la sala para ver las noticias. Sin embargo, son pocos canales que logra sintonizar en el aparato. —¡Pero que tonta soy, en vez de buscar por las redes! —exclama. Su móvil casi descargado, no le permite accesar rápidamente a la red, por lo que se asegura de cerrar bien la puerta e ir hasta su dormitorio. Conecta el cargador, se sienta en la orilla de la cama y comienza a buscar la información. Rápidamente encuentra la noticia en la prensa digital, las imágenes de como quedó el auto son nefastas, es posible que aquel hombre no sobreviviera, sin embargo no encuentra una foto que logre sacarla de la duda. Desde su intergram, busca el perfil del hijo del multimillonario, más de diez perfiles con el mismo nom
Fabiano estaciona el coche frente a la lujosa mansión de los Moretti. —¡Es allí donde vive Mauro Moretti! —señala hacia el ostentoso lugar.Antonella mira con asombro lo majestuoso de aquella arquitectura vanguardista. La fachada de la imponente mansión fusiona la modernidad y elegancia, con un diseño geométrico que desafía lo convencional. Decorada con grandes ventanales de vidrio panorámico que se extienden desde el suelo hasta el techo y enmarcados con metal negro mate, dan ese toque contemporáneo a la fachada.El acceso principal está marcado por una puerta de entrada de madera maciza, con un estilo minimalista. A ambos lados de la entrada, se encuentra un extenso jardín meticulosamente cuidado y en la parte superior de la mansión, un techo plano que se extiende como una terraza, adornado con un jardín vertical que añade un toque de verdor y frescura al diseño. —¡Vamos! —insta a Fabiano, mientras sujeta la manilla de la puerta.—¿No desistirás verdad? —cuestiona él y ella r
Escuchar aquella historia tan hermosa, sobre el amor que su madre y aquel hombre vivieron, sorprende a Antonella de tal forma, que su interés por hablar con Mauro Moretti, aumenta.—Bien, te llevaré a tu casa.—No, aguarda. Quiero ir a hablar con él. —¿Estás segura? No es un hombre fácil de tratar —advierte Fabiano. —Tengo curiosidad de conocerlo, de saber cuanto amó a mi madre. Quizás no sabe que murió, quizás aún la ama. —Vamos Antonella, eso ocurrió hace treinta años, ni siquiera debe recordarla. —Eso sólo lo sabré si él me lo dice. —insiste —Mauro Moretti es un hombre casado, y también tiene un hijo. Son los dueños de una de las empresas más grandes del país. —¿Me llevarás o no? —Le pregunta con determinación. —Sí, te llevaré. —dice rodando los ojos.— Eres tan terca como tu madre. —Algo debo haber heredado. —¿Por cierto, qué harás con la casa? ¿Regresarás a Madrid con tu prometido, imagino?—Aún no sé, y con respecto a mi prometido, no estamos tan bien —admite
Blas toma su equipaje.—Bien es hora de regresar. —¿Esperas por él, verdad? —¡No! Sabía que esto iba a pasar, él simplemente no me ama como yo a él. Y con respecto a Albert Miller, me va a escuchar, si piensa que estás sola se equivoca. —No, Blas. No voy a permitir que te metas en problemas por mi culpa. Te prohíbo que te metas en esto. ¿Me oyes? El moreno exhala un suspiro, aunque le debía lealtad a su amiga, necesitaba de aquel empleo, ahora mucho más que está decidido a convertirse en un gran empresario. —Está bien, no le diré nada. Pero si me hace enojar no dudaré en darle su merecido. —Prométeme que no le dirás nada, Blas. —Como quieras, geme. No le diré nada. Antonella acompaña lo hasta la puerta. El coche se detiene frente a la modesta casa.—Nos vemos pronto ¿vale? —Blas le da un fuerte abrazo. —Sí, eso espero. Avísame cuando llegues.—Cuídate geme —El moreno sube al coche y ella lo ve partir. Dando pasos pesados Antonella entra a su casa. Va hasta la ha
Durante un par de horas, Antonella permanece en la habitación de su madre, hasta que finalmente el cansancio emocional la obliga a dormir. Los golpes en la puerta, la despiertan, mira su reloj, tres de la mañana. Aún con dudas se levanta de la cama y va hasta la sala, ya no escucha los golpes en la puerta, se dispone a regresar cuando vuelven a tocar. Abre la puerta y encuentra a su amigo, parado frente a ella con una expresión de derrota y tristeza en su rostro. —¡Blas! ¿Qué te ha pasado? Entra por Dios.—Geme, es la peor noche de mi vida. —murmura mientras toma asiento en el sofá de dos puestos. —¿Pero qué ha pasado? —pregunta la pelirrubia, él le hace un espacio y ella se sienta junto a él. —El padre de Marcos, me ha tratado como a la peor persona del mundo. —¿Qué dices? ¿Y Marcos? ¿Dónde está? —Se quedó en su lujosísima mansión con sus padres. —No entiendo, Blas. Cuéntame qué fue lo que ocurrió. Blas limpia la cuenca de sus ojos y relata con lujo de detalles lo oc
La respuesta de Mauro, destroza por dentro a su mujer.—Ni siquiera después de muerta, puedes dejar de amarla. —solloza.— ¿Por qué no puedes amarme, por qué?—Porque ella nunca me obligó a estar a su lado, porque me amó por lo que era y no por quién era, como lo has hecho tú. Todo lo que dices que me has dado, lo he trabajado. Nada de esto fue gratis, dejé a la mujer que me amaba para estar a tu lado y hacerme cargo de la empresa de tu padre. Perdí mi libertad y mi felicidad al lado de la mujer que he amado siempre. ¿Es poco para ti, el precio que he pagado? —¡Que se pudra en el infierno! —espeta. Mauro la sujeta de ambos brazos con ira, levanta una de sus manos para abofetearla, pero se contiene, se contiene como otras tantas veces en los que Claudia lo ha humillado. La suelta abruptamente y sale de aquella habitación, sintiendo una fuerte presión en su pecho.—¡No vales, nada! No eres nadie sin mí, me oyes, Mauro Moretti, no eres nada. En tanto, afuera de la elegante mansió
—¿Qué estás haciendo? —pregunta Albert incorporándose del sofá. Nerviosa, pero de forma muy inteligente y audaz, le responde:—Sólo vine a ver si estabas dormido. —¿Qué hacías con mi teléfono en la mano? —cuestiona. —Nada —responde con firmeza— Veía la hora para verificar que aún no le corresponde el tratamiento a Sam. —Se lo di antes de dormirme —dice achicando los ojos. —Vale, entonces me iré a descansar. —contesta. Ya tenía en sus manos lo que necesitaba para enfrentar y detener a la mujer que intentaba meterse en su camino. Marta se dispone a salir cuando Albert le comenta:—En dos días volveremos a Madrid. —Ella se detiene y se gira hacia él. —¿Alguna razón en especial? —pregunta ella con cierta suspicacia.—Debo trabajar. ¿No?—Eres el dueño de la empresa, tu asistente podría encargarse.—No, en estos momentos está de duelo. Viajó a Nápoles por la muerte de su madre —responde de forma displicente, sin dejar de pensar en que Antonella debe estar consolándose en