Antonella McKay acepta un trabajo como asistente de Maximilian Bryant, sin imaginar que su atractivo jefe esconde un oscuro propósito. Lo que empieza como una tensión peligrosa entre ellos pronto se convierte en una pasión arrolladora, pero cuando descubre que ha sido una pieza en su juego de venganza, su mundo se desmorona. Entre el deseo y la traición, Antonella deberá decidir si enfrenta a Maximilian o se rinde ante un amor que podría destruirla. ¿Podrá escapar de su influjo o caerá irremediablemente en sus brazos? ------. . SERIE: EEA 0.5. Entre Venganza & Seducción 1. Amor Por Contrato 2. A Tu Lado 3. Al Fin Enamorada 4. La Chica Que Amas 4.5. Nuestro Pequeño Secreto (ASF1) 5. Debajo De Mi Piel 6. Dulce Loco Amor (ASF2) 7. Siempre Fuiste Tú (ASF3)
Leer más*—Antonella:Caminaron de regreso al coche en silencio. Max le abrió la puerta nuevamente, y esta vez ella aceptó el gesto con un simple asentimiento. Se acomodó de nuevo en el asiento del copiloto, sintiendo cómo el cuero frío contrastaba con el calor de la chaqueta que aún llevaba puesta.Max encendió el auto, no para marcharse, sino para activar la calefacción. El suave zumbido del motor llenó el silencio tenso entre ellos, mientras el aire cálido comenzaba a colarse poco a poco en la cabina. Aun así, él no se movió. Se quedó quieto, con las manos apoyadas en el volante como si este fuera su único punto de anclaje, como si estuviera reuniendo el valor para soltar una verdad que le pesaba desde hacía demasiado.Antonella lo observó en silencio, sintiendo cómo su pecho se comprimía. El resplandor tenue de las luces del parque se reflejaba en sus ojos, volviéndolos más oscuros, casi tristes.—Siento todo lo que pasó —murmuró Max al fin, sin mirarla aún.Antonella parpadeó, sorp
*—Antonella:Su ansiedad empeoraba con cada día que pasaba, aunque, por suerte, aún no afectaba gravemente su salud física.Desde hace semanas, Antonella seguía su tratamiento médico con disciplina: tomaba sus medicamentos a tiempo, mantenía la rutina de ejercicios ligeros recomendada, y asistía sin falta a sus chequeos. El día anterior, tras su consulta con el gastroenterólogo, le confirmaron que estaba mejorando. Aun así, le insistieron en no bajar la guardia. Le ajustaron la dieta y le extendieron una nueva receta para complementar el tratamiento. No era nada grave, pero sí necesario.Después de eso, pasó por el consultorio de su ginecóloga, la misma que había seguido su caso tras la pérdida del embarazo. Era una cita difícil de afrontar, pero importante. La revisión fue tranquila, sin hallazgos preocupantes, y por primera vez en semanas, escuchó la palabra “estabilidad” en boca de alguien más.Su médica le sugirió un nuevo método anticonceptivo: un DIU hormonal. Le explicó
*—Antonella:Debería sentirse nerviosa, pero…Antonella intentó fingir una sonrisa mientras miraba a Ross McGregor, el hijo menor del amigo de su padre. Sí, debería sentirse nerviosa. Después de todo, estaba en una cena que definiría su futuro, un posible compromiso que no solo representaba un gran paso en su vida, sino también una oportunidad para ayudar a su familia. Sin embargo, lo único que sentía era una sola cosa: repulsión.Ross era un galán en toda regla: alto, de cuerpo atlético, cabello oscuro y ojos grises. Tenía una de esas sonrisas que se jactaban de su propio encanto y una seguridad que rozaba la arrogancia. Cualquier otra mujer habría caído rendida a sus pies, pero Antonella no era "cualquier otra mujer". Para ella, Ross no era más que otro hombre del montón, uno de esos que creen que el dinero les da derecho a todo.«¿Por qué se creía tan especial? ¿Solo porque tenía dinero?», pensó Antonella.Antonella contuvo las ganas de poner los ojos en blanco cuando Lucas
*—Max:Cuando volvió a la casa luego de ser sincero con su padre, Max no esperaba encontrarse con su madre justo ahí, de pie a un lado de la entradaLa luz tenue de la lámpara iluminaba su figura, destacando las lágrimas que rodaban por sus mejillas. Se cubría la boca con una mano, mientras que con la otra sostenía a Pimpón, profundamente dormido en sus brazos.Max sintió un nudo en la garganta.—Mamá… —susurró, girándose hacia ella.Su madre bajó la mano lentamente y le sonrió, aunque en sus ojos enrojecidos aún se reflejaba el dolor.—Me imagino que estarás ocupado estos días, ¿verdad?No le preguntó nada, no mencionó ni su discusión con Bradley ni la desgarradora verdad que había salido a la luz, pero Max supo que lo había escuchado todo. Sabía sobre la pérdida de su hijo. Sabía sobre su decisión de ir en contra de la familia.Max abrió la boca, pero no encontró palabras.—Yo…No tenía respuestas. Planeaba estar ocupado, aunque ya no tuviera un trabajo.Su madre asintió suav
*—Max:Era un hecho: Maximilian Bryant había renunciado a la presidencia del Grupo Bryant.El día que salió de su oficina como alma que lleva el diablo, Tiffany—quien ocupaba el antiguo puesto de Antonella—fue la primera en esparcir la noticia. No pasó mucho antes de que el rumor se esparciera como pólvora, rebotando de boca en boca hasta llegar a los oídos de su padre. Porque, obvio, ¿no?Max suspiró con cansancio.Después de días ignorando llamadas y mensajes, llegó el momento de dar la cara. No es que creyera que una conversación con su padre le haría cambiar de opinión, pero al menos zanjaría el tema de una vez por todas.Abrió la puerta de su todoterreno y bajó, caminando hacia el lado del copiloto para recoger a Pimpón. El pequeño perro se removió entre sus brazos, olfateando el aire con curiosidad. Últimamente, Pimpón era su paño de lágrimas, su única constante en medio del caos. Incluso más que James, quien era su mejor amigo. Con su mascota bien sujeta, Max avanzó hac
*—Max:La oficina de Maximilian Bryant estaba sumida en un silencio sepulcral, sólo interrumpido por el tenue tic-tac del reloj en la pared. Afuera, la ciudad seguía su curso indiferente, pero dentro de esas cuatro paredes, todo parecía haberse detenido.Max estaba sentado en su escritorio, con la mirada perdida en la gran ventana que ofrecía una vista panorámica de Los Ángeles. Sin embargo, para él, no era más que un cúmulo de luces borrosas y sin vida. Un vaso de whisky descansaba a medio terminar junto a unos documentos que no había tocado en días. El caos de su escritorio era un reflejo perfecto de lo que sentía dentro.Nunca se había sentido tan roto.A lo largo de su vida, lo había tenido todo. Dinero, poder, éxito. Y aunque había momentos en los que tuvo que sacrificar sus propios sueños, jamás se sintió vacío. Hasta ahora. Ahora, todo parecía carecer de sentido. Podría firmar un contrato millonario, cerrar un trato que hiciera crecer al Grupo Bryant, pero… ¿Para qué? Na
*—Antonella:De alguna forma, Antonella logró dormir un poco, aunque su descanso fue ligero y lleno de pensamientos inquietantes. Cuando su madre la despertó, ya había pasado más de media hora. Se sentía pesada, como si cada extremidad le costara el doble moverse. Aun así, se obligó a salir de la cama. No podía permitirse ceder al agotamiento cuando la estabilidad de su familia pendía de un hilo.Se levantó con lentitud y salió de su habitación, recorriendo el pasillo con la vista. Las puertas de las habitaciones de sus hermanas estaban cerradas y no se escuchaban ruidos provenientes de ellas. No le sorprendía. Ellas siempre estaban en sus propios asuntos, ajenas a la tormenta que las rodeaba. Era comprensible en cierto modo: siempre habían tenido quien resolviera sus problemas, pero tarde o temprano tendrían que asumir su parte en la crisis familiar.Con pasos pesados bajó las escaleras, su mente repasando cada palabra que había escuchado la noche anterior, cada verdad doloros
*—Antonella:Antonella miró por la ventanilla del auto, observando la hermosa mañana que se desplegaba ante ella. El sol bañaba la ciudad con su luz dorada, el cielo estaba despejado y el aire era fresco, pero nada de eso importaba. La belleza del día solo hacía más evidente el abismo de oscuridad en el que se hundía.Estaba rota. Destrozada.El peso en su pecho era insoportable, como si su corazón estuviera siendo triturado por una fuerza invisible. Se sentía vacía, como si le hubieran arrancado una parte esencial de su ser, dejándola reducida a una cáscara de lo que alguna vez fue. Lo único que quería era desaparecer, fundirse en la nada, pero no podía. No cuando su mundo se estaba cayendo a pedazos a su alrededor.El día anterior la había marcado para siempre.Había perdido demasiado en un solo golpe. Su familia estaba en bancarrota. El hombre al que amaba, aquel en quien había confiado con cada parte de su alma, había sido el verdugo que la llevó a la ruina. Y si eso no era
*—Antonella:La revelación de Max la dejo perpleja.Un embarazo… Un aborto…Sus manos temblorosas volaron a su vientre.No. No, no podía ser.Era imposible.No obstante, su mente comenzó a atar los cabos sueltos. Los mareos, el cansancio extremo, los cambios en su apetito… Todas las señales estaban ahí. Solo que nunca les prestó atención.Un sollozo ahogado escapó de su garganta, pero se lo tragó, apretando los dientes con fuerza.No podía ser verdad…¡No podía ser verdad!Cerró los ojos con desesperación, tratando de convencerse de que todo era un mal sueño, pero cuando los abrió, Max seguía allí. La realidad seguía allí. Y su vientre… vacío.Algo dentro de ella se rompió. Algo tan profundo que ni siquiera pudo gritar.—Ellie… —Max susurró su nombre con suavidad, acercándose para colocar una mano en su espalda, acariciándola con un gesto que pretendía ser reconfortante, pero el contacto le resultó insoportable.Antonella se apartó bruscamente, como si su toque quemara.—No me