*—Antonella:
«Este es solo un paso más hacia el éxito», se dijo Antonella McKay, conocida cariñosamente como Ellie por sus familiares y amigos más cercanos, mientras entraba en el imponente edificio de cristal donde pronto comenzaría a trabajar.
Alzó la vista hacia las oficinas del Grupo Bryant, una reconocida corporación familiar con empresas en sectores comerciales, financieros y manufactureros. La familia Bryant era famosa por su prestigio y habilidad para los negocios. Hoy, Antonella se unía como asistente de uno de los hijos del magnate Bradley Bryant.
Respiró hondo y cruzó la puerta automática de cristal, que se abrió suavemente a su paso. Una vez dentro, miró alrededor de la recepción, observando a dos chicas detrás de un mostrador, ocupadas con el control de visitantes. Se aclaró la garganta, y una de ellas levantó la mirada del computador.
—Buen día, Grupo Bryant, ¿en qué puedo ayudarla? —saludó la recepcionista.
Antonella le dedicó una sonrisa.
—Sí, tengo una cita con el señor Maximilian Bryant —respondió sin dejar de sonreír.
La recepcionista la observó de arriba abajo, y Antonella frunció el ceño, ligeramente incómoda. ¿Qué tanto le miraba? Ese día había elegido cuidadosamente su atuendo para causar una buena impresión: llevaba una blusa verde pastel de flores y una falda de tubo beige. Había complementado el look con tacones de 12 centímetros a juego con la falda y recogido su cabello pelirrojo en una coleta alta. Sabía que lucía profesional, así que no comprendía por qué aquella mirada escrutadora.
—¿Su nombre?
—Antonella McKay —contestó rápidamente.
La recepcionista se levantó de golpe, casi sorprendida.
—Oh, sí, la estábamos esperando —respondió, de repente mucho más amable. Intercambió una mirada significativa con su compañera, como si se comunicaran en silencio, y luego le indicó a Antonella—: Sígame, por favor.
Antonella le devolvió una sonrisa cortés, aunque aún desconcertada por el cambio de actitud. No le daría más vueltas al asunto. La chica la condujo hacia los ascensores, y mientras esperaban, Antonella sintió el impulso de confirmar:
—¿Llego tarde? —preguntó, intentando disimular su nerviosismo.
Eran casi las 9:00 a.m., la hora que la señora Florence Miles, la asistente personal de los dos directivos más altos del grupo, le había dado para su reunión con el Vicepresidente del Grupo Bryant.
—No, está a tiempo —respondió la recepcionista, justo cuando las puertas del elevador se abrían.
Ambas subieron en silencio hasta el último piso, donde seguramente se encontraban las oficinas de los altos ejecutivos y del propio presidente de la compañía. Antonella intentó calmarse; aunque ya tenía el puesto asegurado gracias a la recomendación de sus padres, la ansiedad por empezar en un entorno desconocido era inevitable. Hasta ahora no había trabajado, ya que siempre había contado con el apoyo de su familia, pero ahora que estudiaba negocios en la universidad, ganar experiencia era vital para su futuro profesional.
Al llegar a su piso, salió del elevador con el pecho hinchado de determinación. Caminó por un amplio pasillo hasta detenerse frente a un elegante mostrador de madera en donde no había nadie en ese momento, y dos grandes puertas dobles talladas a cada lado. La recepcionista tocó suavemente la puerta de la izquierda, y Antonella se estremeció al oír una voz firme desde el interior:
—Adelante.
Su piel se erizó de los nervios. Hasta hacía unos instantes se había sentido preparada, pero ahora su ansiedad la embargaba. La chica abrió la puerta, haciéndose a un lado para que Antonella pasara.
Al entrar, sus ojos recorrieron la espaciosa oficina. A la izquierda, un gran librero lleno de libros dominaba la pared, algunos incluso apilados en el suelo por falta de espacio. Al lado, una credenza de la misma madera completaba el conjunto, y en la pared opuesta, un set de modernos sillones encajaba perfectamente con el ambiente profesional.
Un carraspeo la sacó de su inspección.
—Te estaba esperando —dijo una voz masculina.
Antonella giró la vista hacia el escritorio en el centro de la oficina, donde un hombre de pie la observaba con una leve sonrisa. Vestido con un elegante traje negro y una corbata azul oscuro, su presencia era tan imponente como juvenil. No debía tener más de treinta años. Ella le devolvió la sonrisa, nerviosa.
—Ah, ¿sí? —respondió, con una chispa de humor nervioso.
—Toma asiento —le indicó Maximilian Bryant, el atractivo hombre que sería su nuevo jefe, y segundo hijo del magnate Bradley Bryant.
Antonella tomó asiento frente al imponente escritorio tallado y observó al hombre sentado al otro lado, en un sillón ejecutivo. Maximilian Bryant era indudablemente atractivo. Aunque Antonella lo admitía sin reparo, no se dejaría deslumbrar tan fácilmente. Sin embargo, el cabello negro peinado hacia atrás con gomina y sus penetrantes ojos azules —característicos de los Bryant— eran difíciles de ignorar. Sabía que muchas quedarían cautivadas ante él, pero ella había visto hombres igual de guapos, y tenía la certeza de que Maximilian estaba más que acostumbrado a ser halagado por su apariencia.
—Soy Maximilian Bryant —se presentó el hombre, aunque Antonella ya sabía bien quién era; había investigado a la familia Bryant desde que supo que trabajaría para ellos. Además, sus padres eran cercanos a la familia, y aunque los había visto solo de lejos, les tenía ubicados.
—Un placer. Soy Antonella McKay, aunque mis amigos me llaman Ellie —respondió con una sonrisa.
—El placer es mío, Antonella —contestó él, dejando que su nombre resonara con un tono de voz inesperadamente sensual, lo cual hizo que ella sintiera un calor repentino en la piel.
Antonella simplemente sonrió. Maximilian aprovechó el momento para tomar una carpeta azul de su escritorio y la abrió, concentrándose en los documentos dentro. Mientras él revisaba, la puerta de la oficina se abrió de nuevo, y ella notó la entrada de una mujer de mediana edad con una bandeja.
—Le he traído algo de té, señorita McKay —dijo la mujer, a quien Antonella reconoció por la voz como la señora Miles. Habían hablado varias veces por teléfono desde que le confirmaron el puesto, pero esta era la primera vez que la veía en persona. La señora Miles, con su cabello blanco y su elegancia innata, le recordaba a Meryl Streep en The Devil Wears Prada, aunque su semblante parecía mucho más amable.
La señora Miles le entregó la taza, y Antonella inhaló el aroma familiar de su té favorito. Luego, la mujer dejó otra taza al lado de Maximilian y se retiró discretamente de la oficina.
—Entonces… —dijo Maximilian, alzando la vista de los papeles—, este es tu primer trabajo formal, ¿verdad?
—Así es —respondió ella, tomando un sorbo del té.
—La señora Miles será quien te capacite en todos los aspectos del puesto —comentó Maximilian con una sonrisa—. Es la mejor, y puedes aprender mucho de ella, así que mantente atenta, ¿de acuerdo?
—¿Trabajaremos juntos? —preguntó Antonella, intrigada.
Maximilian arqueó una ceja y adoptó una expresión seria.
—¿Tu padre no te comentó nada sobre el puesto? —inquirió, con un tono que parecía ligeramente irritado.
Antonella tragó saliva, sintiéndose algo nerviosa. En ese momento, la señora Miles regresó a la oficina.
—Sé que seré su asistente, pero… —Antonella miró a la mujer junto a Maximilian—, ¿acaso la señora Miles no es ya su asistente, señor Bryant?
Maximilian y la señora Miles intercambiaron una larga mirada antes de que esta última le respondiera con una cálida sonrisa.
—Después de que completes tu entrenamiento, planeo retirarme tras más de veinte años trabajando para los Bryant —explicó la señora Miles.
Antonella la miró, sorprendida. No le habían mencionado nada al respecto, pero ahora comprendía la situación. La señora Miles había dedicado una vida entera a esta familia, prácticamente el tiempo que Antonella llevaba viva. Seguramente, su decisión de retirarse coincidía con el retiro de Bradley Bryant, el fundador, quien había dejado el mando a sus tres hijos. Robert Bryant, el mayor, como el Presidente y a Maximilian, como el Vicepresidente. La señora Miles, al parecer, consideraba que había cumplido su propósito de ayudarles a tomar las riendas.
—Es increíble, señora Miles.
—Así es, querida. Ahora es tu turno de tomar el relevo —le dijo la señora Miles, sonriendo.
Antonella asintió, profundamente agradecida.
—Gracias por darme esta oportunidad —les dijo, mirando a ambos.
Esta oportunidad sería clave para su crecimiento profesional. Además, Ellie soñaba con algo más ambicioso: algún día, tal vez, Maximilian y ella podrían llegar a ser socios. Sus padres solo eran amigos de negocios de la familia Bryant, pero Ellie tenía la esperanza de lograr lo que su padre nunca había alcanzado.
—La señora Miles será quien te entrene durante quince días para que puedas asumir el puesto por completo —explicó Maximilian, poniéndose de pie—. Da lo mejor de ti y no dudes en hacerle cualquier pregunta que tengas. Bienvenida al Grupo Bryant.
Maximilian extendió la mano, y Ellie, dejando con cuidado la taza sobre el escritorio, se la estrechó. Le sorprendió lo cálida y suave que era la mano de su jefe. Cuando levantó la mirada, lo encontró observándola fijamente con una sonrisa algo seductora. Tragó saliva, incómoda. Esperaba que la relación con él se mantuviera estrictamente profesional y que jamás se sintiera atraída por Maximilian Bryant.
Ambos mantuvieron el apretón hasta que Ellie retiró su mano, rompiendo el contacto. Notó que Maximilian le echaba una rápida mirada a su propia mano, y luego le dedicaba a ella una expresión extraña, lo cual la puso un poco nerviosa.
—Lo primero que haremos esta mañana será un recorrido por las instalaciones, ¿de acuerdo? —intervino la señora Miles, captando la atención de Ellie—. ¿Necesitas pasar al baño o algo antes de comenzar?
—Estoy bien, gracias —respondió Ellie, tomando de nuevo la taza y terminándose el té de un largo sorbo. No estaba tan caliente, así que lo bebió rápidamente y luego preguntó—: ¿Dónde puedo dejar esto?
La señora Miles sonrió con amabilidad.
—No te preocupes, alguien vendrá a recogerla —le informó. Luego, rodeó el escritorio para situarse a su lado—. ¿Puedes caminar bien con esos tacones?
—La primera vez que usé tacones tenía catorce años —comentó Ellie, riendo. Caminaba bien con ellos desde hace tiempo. No los usaba siempre, pero podía moverse con soltura durante bastante rato. Había tomado clases de etiqueta para ser una “señorita decente”, como su madre siempre insistía.
—Perfecto, entonces vamos.
Ellie asintió, recogió su bolso que había dejado a sus pies y le dirigió una última mirada a su jefe, que seguía detrás del escritorio observándola con curiosidad. Ella le sonrió antes de seguir a la señora Miles hacia la salida.
—Diviértanse —les deseó Maximilian mientras salían de la oficina.
Fue un encuentro interesante, pensó Ellie, sonriendo para sí misma. Su primer contacto con su jefe había sido agradable, y esperaba que la relación continuara de esa forma. Estaba decidida a hacer su trabajo correctamente hasta que llegara el momento de dedicarse a sus propios proyectos. Tenía muchas expectativas en el Grupo Bryant, y esperaba que se cumplieran.
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Hola.
He decidido continuar con las historias extras que existen de la serie de Encontrando El Amor, que compone las siguientes historias un poco mas abajo. La 0.5 es la de Antonella, la cual posiblemente se divida en dos, ya veran porque cuando se termine. Quizas me de la imaginacion para escribir las historias que falten de la serie (Seth & Holly) (Jayden & Marle) (Harry & Kylie)
Otra cosa es que todas las historias de la serie se editaran, lo cual reducira el costo de los capitulos y claro, se vera mas estetica ya que han pasado 4 años desde la ultima vez que se editaron y siento que necesitan un poco de amor.
En esta historia es probable que muchas odien a Chris, si ya leyeron Amor Por Contrato, pero es obvio que sera el villano en esta historia. Sin embargo, espero que disfruten esta historia y otras que estan por venir.
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SERIE: EEA
0.5. Entre Venganza & Seduccion (2024) 1. Amor Por Contrato 2. A Tu Lado 3. Al Fin Enamorada 4. La Chica Que Amas 4.5. Nuestro Pequeño Secreto (ASF1) 5. Debajo De Mi Piel 6. Dulce Loco Amor (ASF2) 7. Siempre Fuiste Tu (ASF3)
Registrada en SafeCreative.
*—Max:La reciente visita había sido… interesante.Max observó cómo la atractiva pelirroja salía de su oficina acompañada por la señora Miles, su actual asistente. Sintió una extraña curiosidad por la mujer que sería su próxima ayudante. Miró la taza que ella había dejado en el escritorio y se dio cuenta de la marca de su labial rojo en el borde. Recordó el momento en que Antonella había bebido el té y, al terminar, había pasado su lengua por sus labios rojos, dejándolo deslumbrado. Aquel gesto tan casual le había parecido de lo más sensual y le provocó una reacción inesperada. Se removió incómodo en el asiento, sorprendido de sí mismo. ¿Por qué estaba tan excitado por una chica de apenas 20 años? Después de todo, había conocido a mujeres mucho más deslumbrantes.Sin embargo, debía admitir que Antonella era hermosa. La chica era de piel clara, casi como la leche, y Max imaginó cómo se verían sus labios marcando esa piel sensible. Además, sus ojos verdes tenían un brillo cautivador, p
*—Antonella:El día había sido bastante entretenido.Antonella había pasado un maravilloso día con la señora Miles, cuyo nombre era Florence. Ella insistió en que la llamara por su nombre y se encargó de enseñarle cada rincón del edificio donde Antonella trabajaría de ahora en adelante. Florence también le dio algunos consejos, que Antonella anotó cuidadosamente, queriendo absorber cada detalle para desempeñar bien su nuevo rol.Al mediodía, ambas almorzaron juntas, aprovechando la ocasión para conocerse mejor, ya que trabajarían codo a codo durante los próximos 15 días. Después, Florence la condujo hasta la oficina donde ambas desempeñarían sus funciones como asistentes tanto del presidente como del vicepresidente del grupo, mostrándole con paciencia cada detalle necesario para su trabajo. Antonella memorizó cada indicación, decidida a aprovechar al máximo esta oportunidad.Un detalle importante que Florence mencionó fue que el señor Robert Bryant, el actual presidente del grupo tras
*—Max:—Solo tiene una semana contigo y ya estás siendo otra persona.Max se giró rápidamente al oír la voz de Chris, quien estaba apoyado en su vehículo, como si lo hubiera estado esperando. Max había pasado casi todo el día en una reunión fuera del grupo, discutiendo un proyecto de viviendas con una empresaria de la constructora. Ahora que por fin había regresado, le sorprendía ver a Chris en el estacionamiento. Sabía que tenían programado un almuerzo juntos, al cual también se uniría Charlie, para discutir los últimos movimientos de los McKay. Sin embargo, no tenía idea de que su hermano lo estuviera "acechando" de esa forma.—¿De qué hablas? —preguntó Max, arqueando una ceja mientras se acercaba a él, intrigado.—Hablo de la hija de McKay —replicó Chris, cruzándose de brazos.Max rodó los ojos y negó con la cabeza. Chris estaba hablando tonterías. ¿A qué se refería con que, por tener a Antonella una semana en la empresa, él ya era "otra persona"? Max seguía igual y, en su mente, c
*—Antonella:Las dos semanas de entrenamiento con Florence habían terminado, y Antonella estaba inquieta. Ahora que Florence ya se había ido, estaba oficialmente en el puesto como asistente de Robert y Maximilian Bryant. Aunque Robert rara vez iba a la empresa y gestionaba la mayor parte de sus asuntos de manera independiente, Antonella tenía que estar atenta a su correspondencia y coordinar las pocas reuniones que él decidía agendar. Esta dinámica en la empresa le resultaba desconcertante.Observaba que el Grupo Bryant contaba con personas increíblemente competentes, sin embargo, ni Robert ni Max parecían involucrarse en el trabajo diario. Ambos se mantenían en la cima, supervisando desde una distancia cómoda, sin nunca “embarrarse las manos”. Florence se lo había advertido: Robert casi nunca aparecía y solo se limitaba a firmar documentos y asistir a reuniones importantes; era aún más inaccesible que Max. En contraste, Chris, el menor de los hermanos Bryant, sí parecía tener una éti
*—Max:Cuando Antonella se fue, Max esperó unos segundos antes de volverse hacia Chris. Había algo que tenía en mente desde la primera vez y también algunas cosas que habían estado ocurriendo últimamente en el trabajo. Su hermano estaba sonriente, mirando hacia la puerta, y algo en su expresión le indicó a Max lo que podía estar pasando.—Fuiste tú, ¿verdad? —preguntó Max, refiriéndose a los recientes errores de Antonella.—¿Qué fui yo? —Chris se hizo el desentendido, pero Max suspiró.—Las reuniones cambiadas de horario y canceladas con grandes clientes e inversionistas, ¿te suena? —sugirió Max, logrando que Chris sonriera maliciosamente. Max maldijo en voz baja. No le sorprendía en lo absoluto.Sabía que Chris no la quería allí, porque detestaba a los McKay. Ver a cualquier miembro de esa familia lo ponía de mal humor y, claramente, hacía todo lo posible para que Antonella no durará en su puesto, pero hacerlo de esta manera perjudicaba a la empresa. Ahora tendría que encargarse él m
*—Antonella:Estaba lista para dar el paso.Durante el fin de semana, intentó hablar con su padre sobre lo que había pasado con los Bryant y su deseo de renunciar. Sin embargo, él estuvo ausente casi todo el tiempo, y cuando regresó no parecía dispuesto a tener una conversación seria. Así que decidió que lo mejor sería que se enterara de su decisión cuando ya estuviera tomada.Llegó temprano a la oficina esa mañana y se preparó para el día. Curiosamente, la agenda de Max estaba vacía, algo extraño, ya que recordaba haber visto varias reuniones programadas. Quizá él mismo había decidido hacerse cargo luego de las confusiones recientes en su agenda. Aprovechando la calma, se concentró en preparar su carta de renuncia. Era una idea atrevida, sí, pero sentía que era lo correcto.Después de redactarla cuidadosamente, la imprimió, la guardó en un sobre y la colocó en el cajón de su escritorio, lista para entregarla cuando Max llegara. Mientras esperaba, se dedicó a sus tareas habituales: re
*—Max:Max estaba perdiendo la cabeza.Durante el fin de semana, había intentado de todo para distraerse. Acostarse el viernes con una pelirroja que, aunque había dicho que no se parecía a Antonella, si tenían similitudes y ese fue su primer error. Después de eso, todo se salió de control. Pasó esos días atormentado, soñando con Antonella en su cama, su cuerpo expuesto, con sus piernas abiertas, sus manos sobre sus pequeños pechos y sus labios rosados, invitándolo a hacerla suya. No fueron una ni dos veces que tuvo que recurrir a su mano para aplacar su deseo. Incluso trató de satisfacerlo con otra chica, pero no logró borrar la imagen de Antonella. Cada vez que cerraba los ojos, ella volvía a su mente, y su frustración solo aumentaba. Esto ya lo estaba afectando.El lunes, su falta de sueño era evidente. Canceló todas las reuniones previstas, pero decidió ir a la oficina para hablar con Antonella. Algo en su subconsciente le decía que aquellos sueños tan vívidos tenían que ver con la
*—Antonella:Miro el mensaje que le había enviado su mejor amiga, en donde está se quejaba de que la estaba ignorando y Antonella suspiro.No es que estuviera ignorándola, es que tenía muchas cosas que hacer. Entre el trabajo y la universidad estaban sacándole la poca energía que tenía. No sabía que iba a ser tan difícil estudiar y trabajar a la vez. Muchos lo hacían y parecía fácil, entonces porque estaba pasándole factura de esta formaAntonella miró la pantalla de su computador, viendo la hora. Eran cerca de las seis y la gente de su edad, o estaban saliendo de la universidad para disfrutar del fin de semana o estaban ya disfrutando de este. Tal vez debería aprovechar que era viernes y casi fin de semana para hacer algo para ella. Tenía que dejar de pensar tanto en los problemas familiares y concentrarse en su propia vida. Sus padres estaban ahí para resolver esos problemas, pero sentía que debía de ayudar también, sin embargo, esto estaba sacándole el jugo a su juventud. Solo te