*—Antonella:Debería sentirse nerviosa, pero…Antonella intentó fingir una sonrisa mientras miraba a Ross McGregor, el hijo menor del amigo de su padre. Sí, debería sentirse nerviosa. Después de todo, estaba en una cena que definiría su futuro, un posible compromiso que no solo representaba un gran paso en su vida, sino también una oportunidad para ayudar a su familia. Sin embargo, lo único que sentía era una sola cosa: repulsión.Ross era un galán en toda regla: alto, de cuerpo atlético, cabello oscuro y ojos grises. Tenía una de esas sonrisas que se jactaban de su propio encanto y una seguridad que rozaba la arrogancia. Cualquier otra mujer habría caído rendida a sus pies, pero Antonella no era "cualquier otra mujer". Para ella, Ross no era más que otro hombre del montón, uno de esos que creen que el dinero les da derecho a todo.«¿Por qué se creía tan especial? ¿Solo porque tenía dinero?», pensó Antonella.Antonella contuvo las ganas de poner los ojos en blanco cuando Lucas
*—Antonella:Su ansiedad empeoraba con cada día que pasaba, aunque, por suerte, aún no afectaba gravemente su salud física.Desde hace semanas, Antonella seguía su tratamiento médico con disciplina: tomaba sus medicamentos a tiempo, mantenía la rutina de ejercicios ligeros recomendada, y asistía sin falta a sus chequeos. El día anterior, tras su consulta con el gastroenterólogo, le confirmaron que estaba mejorando. Aun así, le insistieron en no bajar la guardia. Le ajustaron la dieta y le extendieron una nueva receta para complementar el tratamiento. No era nada grave, pero sí necesario.Después de eso, pasó por el consultorio de su ginecóloga, la misma que había seguido su caso tras la pérdida del embarazo. Era una cita difícil de afrontar, pero importante. La revisión fue tranquila, sin hallazgos preocupantes, y por primera vez en semanas, escuchó la palabra “estabilidad” en boca de alguien más.Su médica le sugirió un nuevo método anticonceptivo: un DIU hormonal. Le explicó
*—Antonella:Caminaron de regreso al coche en silencio. Max le abrió la puerta nuevamente, y esta vez ella aceptó el gesto con un simple asentimiento. Se acomodó de nuevo en el asiento del copiloto, sintiendo cómo el cuero frío contrastaba con el calor de la chaqueta que aún llevaba puesta.Max encendió el auto, no para marcharse, sino para activar la calefacción. El suave zumbido del motor llenó el silencio tenso entre ellos, mientras el aire cálido comenzaba a colarse poco a poco en la cabina. Aun así, él no se movió. Se quedó quieto, con las manos apoyadas en el volante como si este fuera su único punto de anclaje, como si estuviera reuniendo el valor para soltar una verdad que le pesaba desde hacía demasiado.Antonella lo observó en silencio, sintiendo cómo su pecho se comprimía. El resplandor tenue de las luces del parque se reflejaba en sus ojos, volviéndolos más oscuros, casi tristes.—Siento todo lo que pasó —murmuró Max al fin, sin mirarla aún.Antonella parpadeó, sorp
*—Antonella:«Este es solo un paso más hacia el éxito», se dijo Antonella McKay, conocida cariñosamente como Ellie por sus familiares y amigos más cercanos, mientras entraba en el imponente edificio de cristal donde pronto comenzaría a trabajar.Alzó la vista hacia las oficinas del Grupo Bryant, una reconocida corporación familiar con empresas en sectores comerciales, financieros y manufactureros. La familia Bryant era famosa por su prestigio y habilidad para los negocios. Hoy, Antonella se unía como asistente de uno de los hijos del magnate Bradley Bryant.Respiró hondo y cruzó la puerta automática de cristal, que se abrió suavemente a su paso. Una vez dentro, miró alrededor de la recepción, observando a dos chicas detrás de un mostrador, ocupadas con el control de visitantes. Se aclaró la garganta, y una de ellas levantó la mirada del computador.—Buen día, Grupo Bryant, ¿en qué puedo ayudarla? —saludó la recepcionista.Antonella le dedicó una sonrisa.—Sí, tengo una cita con el señ
*—Max:La reciente visita había sido… interesante.Max observó cómo la atractiva pelirroja salía de su oficina acompañada por la señora Miles, su actual asistente. Sintió una extraña curiosidad por la mujer que sería su próxima ayudante. Miró la taza que ella había dejado en el escritorio y se dio cuenta de la marca de su labial rojo en el borde. Recordó el momento en que Antonella había bebido el té y, al terminar, había pasado su lengua por sus labios rojos, dejándolo deslumbrado. Aquel gesto tan casual le había parecido de lo más sensual y le provocó una reacción inesperada. Se removió incómodo en el asiento, sorprendido de sí mismo. ¿Por qué estaba tan excitado por una chica de apenas 20 años? Después de todo, había conocido a mujeres mucho más deslumbrantes.Sin embargo, debía admitir que Antonella era hermosa. La chica era de piel clara, casi como la leche, y Max imaginó cómo se verían sus labios marcando esa piel sensible. Además, sus ojos verdes tenían un brillo cautivador, p
*—Antonella:El día había sido bastante entretenido.Antonella había pasado un maravilloso día con la señora Miles, cuyo nombre era Florence. Ella insistió en que la llamara por su nombre y se encargó de enseñarle cada rincón del edificio donde Antonella trabajaría de ahora en adelante. Florence también le dio algunos consejos, que Antonella anotó cuidadosamente, queriendo absorber cada detalle para desempeñar bien su nuevo rol.Al mediodía, ambas almorzaron juntas, aprovechando la ocasión para conocerse mejor, ya que trabajarían codo a codo durante los próximos 15 días. Después, Florence la condujo hasta la oficina donde ambas desempeñarían sus funciones como asistentes tanto del presidente como del vicepresidente del grupo, mostrándole con paciencia cada detalle necesario para su trabajo. Antonella memorizó cada indicación, decidida a aprovechar al máximo esta oportunidad.Un detalle importante que Florence mencionó fue que el señor Robert Bryant, el actual presidente del grupo tras
*—Max:—Solo tiene una semana contigo y ya estás siendo otra persona.Max se giró rápidamente al oír la voz de Chris, quien estaba apoyado en su vehículo, como si lo hubiera estado esperando. Max había pasado casi todo el día en una reunión fuera del grupo, discutiendo un proyecto de viviendas con una empresaria de la constructora. Ahora que por fin había regresado, le sorprendía ver a Chris en el estacionamiento. Sabía que tenían programado un almuerzo juntos, al cual también se uniría Charlie, para discutir los últimos movimientos de los McKay. Sin embargo, no tenía idea de que su hermano lo estuviera "acechando" de esa forma.—¿De qué hablas? —preguntó Max, arqueando una ceja mientras se acercaba a él, intrigado.—Hablo de la hija de McKay —replicó Chris, cruzándose de brazos.Max rodó los ojos y negó con la cabeza. Chris estaba hablando tonterías. ¿A qué se refería con que, por tener a Antonella una semana en la empresa, él ya era "otra persona"? Max seguía igual y, en su mente, c
*—Antonella:Las dos semanas de entrenamiento con Florence habían terminado, y Antonella estaba inquieta. Ahora que Florence ya se había ido, estaba oficialmente en el puesto como asistente de Robert y Maximilian Bryant. Aunque Robert rara vez iba a la empresa y gestionaba la mayor parte de sus asuntos de manera independiente, Antonella tenía que estar atenta a su correspondencia y coordinar las pocas reuniones que él decidía agendar. Esta dinámica en la empresa le resultaba desconcertante.Observaba que el Grupo Bryant contaba con personas increíblemente competentes, sin embargo, ni Robert ni Max parecían involucrarse en el trabajo diario. Ambos se mantenían en la cima, supervisando desde una distancia cómoda, sin nunca “embarrarse las manos”. Florence se lo había advertido: Robert casi nunca aparecía y solo se limitaba a firmar documentos y asistir a reuniones importantes; era aún más inaccesible que Max. En contraste, Chris, el menor de los hermanos Bryant, sí parecía tener una étic