*—Antonella:Había dormido profundamente. Antonella se sentía renovada después de un día agotador, corriendo de un lado a otro comprando ropa para la escapada improvisada y terminando la jornada con una relajante tarde en el spa. Aunque Camila era experta en planear cosas abruptamente, Antonella debía admitir que había disfrutado la adrenalina del momento.Sonrió mientras rebuscaba en su maleta el nuevo bikini que había comprado. Era blanco, hecho de crochet, y aunque había gastado más de lo habitual, decidió que valía la pena. Había un límite para sacrificarse por las deudas familiares; de vez en cuando, necesitaba darse un gusto. Dejó el bikini junto a un kimono de playa sobre la cama y se dirigió al baño para ducharse.Eran casi las diez de la mañana. Ambas habían dormido hasta tarde, perdiéndose el buffet del desayuno, y terminaron pidiendo servicio a la habitación. Comieron juntas en el balcón, disfrutando de la vista que daba al área recreativa del hotel. La suite que compartían
*—Antonella:Lentamente, giró su cabeza hacia la derecha, y allí estaba él, Max con una sonrisa que mezclaba picardía y satisfacción.Su cabello, normalmente peinado hacia atrás con estricta perfección, caía rebelde sobre su frente, dándole un aire relajado y peligroso. Sus ojos brillaban con un matiz que ella nunca había visto en las reuniones de la oficina, un destello que parecía atravesarla por completo.—Hola —saludó Camila, completamente divertida por la escena.—Hola. Soy Max, el jefe de Antonella —dijo Max educadamente, pero sin soltarla, como si fuera lo más normal del mundo sostenerla de esa manera.—Soy Camila, su mejor amiga —respondió Camila con una sonrisa coqueta.Antonella tragó saliva, notando cada detalle: los músculos firmes que la rodeaban, el calor de su cuerpo y, más preocupante aún, la presión en su trasero. Sus mejillas ardieron. ¿Era posible que estuviera tan cerca de… eso?—No me dijiste que ibas a venir aquí —dijo Max en un tono que sonaba más a reproche que
*—Max:¿Qué demonios había hecho?Max salió de la piscina con la piel ardiendo, un hormigueo que no solo le recorría el cuerpo, sino que se concentraba en una parte específica que buscaba atención desesperadamente. Caminó rápido hacia donde estaba el grupo de sus amigos, procurando mantener la calma y, al llegar, tomó asiento cruzando las piernas en un intento casi inútil de disimular su estado.—Amigo, casi te mueres ahí, ¿eh? —bromeó James, dándole una palmada en la espalda.Max apenas reaccionó, su mirada se desviaba constantemente hacia el área de la piscina donde había dejado a Antonella y su amiga Camila. Ambas estaban ahora en el minibar acuático, sus cuerpos parcialmente sumergidos, con la luz reflejándose en el agua que delineaba sus siluetas.Antonella estaba de espaldas a él, inclinándose ligeramente mientras hablaba con el bartender. Su bikini blanco, delicadamente bordado, resaltaba sobre su piel ligeramente bronceada, y mechones de su cabello caía en ondas perfectas sobr
*—Antonella:El resto del día, Camila y Antonella lo habían disfrutado al máximo. Realizaron varias actividades recreativas, aunque ninguna relacionada con el agua, pues Antonella no era fanática. Sin embargo, se apuntaron a una sesión de zumba porque a Camila le había encantado el instructor y no quiso perder la oportunidad de verlo más de cerca. Después, jugaron un amistoso partido de voleibol con unas chicas en una cancha al aire libre, donde las risas y la competitividad llenaron el ambiente. Para terminar, visitaron un spa donde recibieron masajes relajantes, faciales rejuvenecedores y un tiempo para desconectarse de todo.Antonella se sentía renovada. Era como si todo el estrés que cargaba se hubiera desvanecido por unas horas. Mientras salían del spa, se prometió a sí misma hacer más escapadas como esta, al menos para despejarse de la complicada realidad que vivía.Tras regresar a la habitación, ambas se ducharon y comenzaron a arreglarse para la noche. Sus opciones de vestuari
*—Antonella:Al llegar, Antonella quedó maravillada. El restaurante era como un rincón sacado de Italia. Las paredes, decoradas con tonos cálidos de terracota, estaban adornadas con cuadros de paisajes italianos, mientras que suaves luces amarillas colgaban en hileras desde el techo, creando una atmósfera íntima. Cada mesa tenía un candelabro pequeño con velas, cuyas llamas danzaban sutilmente, iluminando los manteles blancos. El aroma a albahaca fresca, salsa de tomate y pan recién horneado llenaba el lugar, despertando su apetito.Cuando Antonella buscó con la mirada, vio a Max sentado cerca de un ventanal. Revisaba su teléfono, ajeno a su llegada. Antonella avanzó con pasos seguros, deteniéndose a su lado para carraspear. Max alzó la vista, y sus ojos azules se iluminaron al reconocerla. Guardó el teléfono con rapidez, poniéndose de pie.—Buenas noches, Ellie —saludó con una sonrisa, mientras apartaba su silla con elegancia.Antonella se permitió sonreír ante el gesto y tomó asient
*—Antonella:«Este es solo un paso más hacia el éxito», se dijo Antonella McKay, conocida cariñosamente como Ellie por sus familiares y amigos más cercanos, mientras entraba en el imponente edificio de cristal donde pronto comenzaría a trabajar.Alzó la vista hacia las oficinas del Grupo Bryant, una reconocida corporación familiar con empresas en sectores comerciales, financieros y manufactureros. La familia Bryant era famosa por su prestigio y habilidad para los negocios. Hoy, Antonella se unía como asistente de uno de los hijos del magnate Bradley Bryant.Respiró hondo y cruzó la puerta automática de cristal, que se abrió suavemente a su paso. Una vez dentro, miró alrededor de la recepción, observando a dos chicas detrás de un mostrador, ocupadas con el control de visitantes. Se aclaró la garganta, y una de ellas levantó la mirada del computador.—Buen día, Grupo Bryant, ¿en qué puedo ayudarla? —saludó la recepcionista.Antonella le dedicó una sonrisa.—Sí, tengo una cita con el señ
*—Max:La reciente visita había sido… interesante.Max observó cómo la atractiva pelirroja salía de su oficina acompañada por la señora Miles, su actual asistente. Sintió una extraña curiosidad por la mujer que sería su próxima ayudante. Miró la taza que ella había dejado en el escritorio y se dio cuenta de la marca de su labial rojo en el borde. Recordó el momento en que Antonella había bebido el té y, al terminar, había pasado su lengua por sus labios rojos, dejándolo deslumbrado. Aquel gesto tan casual le había parecido de lo más sensual y le provocó una reacción inesperada. Se removió incómodo en el asiento, sorprendido de sí mismo. ¿Por qué estaba tan excitado por una chica de apenas 20 años? Después de todo, había conocido a mujeres mucho más deslumbrantes.Sin embargo, debía admitir que Antonella era hermosa. La chica era de piel clara, casi como la leche, y Max imaginó cómo se verían sus labios marcando esa piel sensible. Además, sus ojos verdes tenían un brillo cautivador, p
*—Antonella:El día había sido bastante entretenido.Antonella había pasado un maravilloso día con la señora Miles, cuyo nombre era Florence. Ella insistió en que la llamara por su nombre y se encargó de enseñarle cada rincón del edificio donde Antonella trabajaría de ahora en adelante. Florence también le dio algunos consejos, que Antonella anotó cuidadosamente, queriendo absorber cada detalle para desempeñar bien su nuevo rol.Al mediodía, ambas almorzaron juntas, aprovechando la ocasión para conocerse mejor, ya que trabajarían codo a codo durante los próximos 15 días. Después, Florence la condujo hasta la oficina donde ambas desempeñarían sus funciones como asistentes tanto del presidente como del vicepresidente del grupo, mostrándole con paciencia cada detalle necesario para su trabajo. Antonella memorizó cada indicación, decidida a aprovechar al máximo esta oportunidad.Un detalle importante que Florence mencionó fue que el señor Robert Bryant, el actual presidente del grupo tras