En el momento que Albert regresa a la mesa en compañía de Eva, esta recibe una llamada telefónica, la cual prefiere atender en privado. —Regreso en un momento —dice alejándose hacia el área de la piscina. Albert aprovecha de ir al sanitario, guiado por uno de los camareros y siguiendo sus instrucciones, entra a la lujosa mansión. Justo cuando se dirige al baño de la primera planta, escucha el llanto de un bebé; movido por la curiosidad, sube las escaleras y se deja llevar por el sonido agudo de su llanto. Abre la puerta de la habitación y ve a la hermosa niña acostada en su cuna, succionando su manita. —¡Hey, hermosa! —la pequeña Isabella observa el rostro de aquel hombre como si lo conociera.— No llores, estoy aquí —levanta a la pequeña y la acuna entre sus brazos logrando que deje de llorar. Antonella mira su reloj, según el horario en el que amamantó a su bebé, aún faltaban algunos minutos. Sin embargo, había algo dentro de ella que la hacía sentirse inquieta y ansiosa. S
Los días pasan de prisa en la vida de Antonella, quien por ahora sólo se dedica a cuidar de su hija y a apoyar a su padre en la empresa. Mauro ha estado delicado de salud por lo que ella, debe hacerse cargo del imperio Moretti, ya que no cuenta con el apoyo de Marcos.Luego de su boda y de la luna de miel en Santorini, Marcos regresa a Madrid y junto a Blas, ha iniciado su propia empresa de diseño y decoración de bodas, obteniendo rápidamente excelentes ganancias. Por lo que sólo, puede apoyar a su hermana en los asuntos de Marketing de la empresa y eso, cuando le queda un poco de tiempo libre. En tanto, Macarena, durante sus vacaciones en Nápoles, recibe una propuesta de trabajo como Doula y en algunas ocasiones, apoya a Antonella con el cuidado de Isabella, mientras planifica su boda con Miguel. Finalmente podrá cumplir su sueño de tener su propia familia. Además, ha seguido asistiendo a sus terapias y su ansiedad ha disminuido considerablemente, al igual que su contextura física
A pesar de sus dudas, Antonella sabe que ya es un poco tarde para ella y para Albert. Sólo necesitaba convencerse a sí misma, que todo había terminado y ya. En tanto, en el salón donde acaba de darse inicio a la ceremonia, Albert escucha al juez, asintiendo en cada uno de los compromisos que tiene por delante en su nueva vida al lado de Eva. Hasta ese momento, Ralph desconoce que Abdullah no es su verdadero padre. Mas, tanto Albert como Eva se han estado preparando para contarle esa misma noche, la verdad. Justo cuando el juez está por declararlos como marido y mujer, alguien irrumpe en la sala, deteniendo la ceremonia.—Un minuto Sr juez, yo me opongo a esa boda. —Los invitados voltean para ver quién es esa persona. Albert se gira de frente, mientras Eva cubre su boca con ambas manos. —¡Robert! —murmura Albert al ver a su hermano ¿libre? Debido al comportamiento de Robert durante ese año en la cárcel, y luego de un recurso de amparo que solicitó su abogado, lograron darle
—¿Antonella? —Albert levanta el rostro y se incorpora.— ¿Qué haces en Madrid? —pregunta abrumado y aturdido por su presencia. —¡Albert! —susurra ella sin dejar de sostener la mano de su hija.— Vine con mi padre para festejar la navidad y el aniversario de bodas de Blas y mi hermano. —¡Mamma! Ese es mi regalo. —Isabella interrumpe la conversación entre los dos adultos, con sus ojitos tristes y cristalinos. —Sí, princesa es tuyo —responde Albert agachándose y entregándole la caja.— Sólo debes sostenerlo con fuerza para que no se caiga. ¿Vale?—Gracias, señor. —contesta, la pequeña. Mientras Antonella siente un nudo en la garganta y enormes ganas de llorar, al ver que padre e hija están frente a frente sin saber lo que significan el uno para el otro. —Vamos Isabella —Alcanza a decir, tomando en su otra mano, la caja. —Espera, déjame dárselo de regalo. —Albert le pide. Ella asiente y la pequeña Isabella toma de la mano a aquel especie de Santa Claus que acaba de conocer. Levant
—Albert, tus hijos, pueden vernos. —susurra ella sin detener sus movimientos pélvicos al momento de sentir como sus dedos (los de él) hurgan entre sus bragas. —No están, se fueron con sus abuelos a Manresa. —murmura él. —¿Y tú hermana, tu mamá? —insiste ella, un tanto nerviosa pero también deseosa de seguir sintiéndolo. —¿Quieres qué me detenta? —pregunta él con incredulidad, ya que puede sentir los pliegues de su sexo empapados y como no para de contonearse. Antonella agita la cabeza de lado a lado respondiendo de forma negativa a su pregunta. Aquel gesto es suficiente para que él dé rienda suelta a la pasión que sólo le provoca la pelirrubia. Albert la hace girar de frente a él y comienza a besar sus labios. Sus bocas hambrientas se devoran y sus lenguas danzan a un mismo ritmo. Las manos de ellas, se aferran a la amplia espalda de Albert, descendiendo hasta la curvatura baja de su espalda para luego detenerse en el nacimiento de sus glúteos. Albert en tanto, presiona su v
Antonella, mira el almanaque digital sobre su escritorio. Ver la proximidad de aquella fecha, era un poco estresante para ella. Su madre, no hacía otra cosa que esperar ansiosa la noche de navidad sólo con la esperanza de ver a su hija llegar acompañada de algún pretendiente. Sin embargo, el sueño de su madre de verla frente al altar, no es el sueño de Antonella. Ella es una mujer liberal, con convicciones diferentes, segura e independiente. Decir que no creía en el amor es exagerar un poco; mas, si de ella dependía, jamás se casaría por complacer a los demás. Blas entra en la oficina, coloca sobre el escritorio el lote de carpetas, dejándolos caer abruptamente para que su amiga volviese a la realidad. Antonella dio un brinco sobre la silla al escuchar el estrépito cerca de ella:—¿A ver, qué tiene mi geme, que está fuera de cobertura y sin señal satelital? —dice, cruzándose de brazos y elevando su ceja izquierda. —¡Qué me has asustado, tío! —exclama.—Es que entro a tu ofic
Antonella toma su agenda electrónica y se dirige a la oficina de su jefe. Toca la puerta y entra sólo cuando escucha que este aprueba su entrada. —¡Adelante! —ella entra y se aproxima al escritorio. —Dígame Sr Miller ¿En qué puedo servirle? —¡Siéntese por favor! —ella obedece y lo mira nerviosa, agitando su pierna izquierda.— ¿Podría dejar de mover su pierna? —le ordena y ella coloca la mano sobre su rodilla para evitar aquel movimiento que como una especie de TIC nervioso se activa cuando se encuentra ansiosa. —Sí, señor. Disculpe. —Necesito que agende para después de la celebración de navidad, un vuelo para Francia, con un pasaje de ida y tres de regreso. —¿Cómo dijo? Disculpe no entiendo. —Qué debe reservarme un boleto de ida —hace una señal con su mano— para Francia y tres boletos de regreso. ¿Entendió? —¡Ah! Viajará con dos personas más desde Francia. —¿Está segura que no se le cayó a la enfermera de los brazos cuando estaba recién nacida? —Antonella eleva sus h
Albert baja del auto, camina hacia la entrada, marca la contraseña y la puerta se abre. Escuchar la dulce voz de su hija y ver sus hermosos y grandes ojos azules, es la única razón por la que vale la pena para él, regresar a aquel lugar. Un lugar que pasó de ser el más importante en su vida para convertirse –desde hace dos meses– en su infierno.—Papá, llegaste —Shirley corre hacia su padre.—Hola mi princesa —la levanta entre sus brazos.— ¡Qué grande estás! —la niña sonríe y besa su mejilla.— ¿Y Sam, dónde está? —En su cuarto, viendo video juegos. ¡No se aburre! —refunfuña la pequeña.—Vamos a verlo, necesito que también me dé un abrazo así tan rico como el tuyo. Albert sube las escaleras con Shirley en brazos. Toca la puerta de la habitación de su hijo, quien está tan entretenido en el computador que no escucha cuando suena la puerta. El padre abrie lentamente, coloca a su pequeña en el piso y ella corre hacia su hermano.—¡Llegó papá, Sam! Vino a vernos. —El chico se quita