Todo vuelve al principio

—Albert, tus hijos, pueden vernos. —susurra ella sin detener sus movimientos pélvicos al momento de sentir como sus dedos (los de él) hurgan entre sus bragas.

—No están, se fueron con sus abuelos a Manresa. —murmura él.

—¿Y tú hermana, tu mamá? —insiste ella, un tanto nerviosa pero también deseosa de seguir sintiéndolo.

—¿Quieres qué me detenta? —pregunta él con incredulidad, ya que puede sentir los pliegues de su sexo empapados y como no para de contonearse.

Antonella agita la cabeza de lado a lado respondiendo de forma negativa a su pregunta. Aquel gesto es suficiente para que él dé rienda suelta a la pasión que sólo le provoca la pelirrubia. Albert la hace girar de frente a él y comienza a besar sus labios. Sus bocas hambrientas se devoran y sus lenguas danzan a un mismo ritmo.

Las manos de ellas, se aferran a la amplia espalda de Albert, descendiendo hasta la curvatura baja de su espalda para luego detenerse en el nacimiento de sus glúteos. Albert en tanto, presiona su v
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