Ana Laura lo entregó todo por amor, solo para ser traicionada y humillada por Alexander, su jefe, el hombre que juró amarla en secreto mientras planeaba casarse con otra. Ahora, después de perder a uno de sus hijos y enfrentar la devastación emocional, Ana Laura está decidida a no ser más la víctima. Con cada mentira expuesta y cada secreto revelado, su deseo de venganza crece. No se detendrá hasta recuperar lo que es suyo, incluso si eso significa destruir el mundo de Alexander pieza por pieza. Esta vez, será ella quien dicte las reglas, y nadie la volverá a subestimar, y cuando todo termine, será ella quien esté de pie, victoriosa, entre las ruinas de su pasado, a menos que el amor interfiera…
Leer másPaloma no se podía quedar quieta; se la pasaba caminando de un lado para otro en la casa que compartía Yeison con Emilda.Sentía que el corazón se le podía salir en cualquier momento. Los papeles ahora se habían invertido; ahora era ella la que estaba en el lugar más triste y doloroso de un secuestro, en la incertidumbre de un familiar que no sabe qué hacer.Emilda estaba sentada en la orilla de la ventana, sostenía un rosario en las manos mientras se elevaba al cielo una plegaria para que su muchacho estuviera bien, pero Paloma sabía que aquella no serviría de mucho. Sentarse a rezar no traería a Yeison de vuelta.Recientemente había hablado con Alexander. Su hermana le había prometido que ahora se había encontrado una nueva motivación para los trontes. Todo estaría bien y ellos traerían de vuelta a su hermano a casa.Pero Paloma no quería quedarse de brazos cruzados, no quería sentirse una inútil que no había hecho nada. Cuando máximo, la había secuestrado. Yeison le había salvado l
Cuando Yeison despertó, tenía un profundo dolor de cabeza. Su propio tronte le había dado un puño en la cara que lo había noqueado al instante cuando intentó bajarse del auto y salir corriendo.Estaba atado en una silla, en una brillante habitación. Imaginó que era dentro de la casa de Carlota; se veía lujosa, antigua.Trató de moverse, pero tenía las manos fuertemente atadas a la espalda. Tenía la boca seca, con sabor a sangre, y el corazón le latía con fuerza, como cuando despertaba de alguna pesadilla. No podía creer que ahora era él. Hacía tampoco había sido su hermana Paloma y su hermano Raúl, y ahora era él, secuestrado.Se preguntó si la vida de todos, de ahí en adelante, sería siempre de la misma forma: secuestros y miedo constante. Probablemente así era, probablemente así sería por el resto de sus vidas.Nunca serían capaces de tener una vida tranquila. Se preguntó cómo Ezequiel había logrado mantenerlos a salvo durante todos esos años, hasta que apareció Máximo. Ningún enemi
— Lo que quieran — repitió Alexander. Imaginé que podría haber un murmullo generalizado, pero no. Los trontes se quedaron en silencio, como si no fuesen capaces de comprender las palabras que Alexander les estaba diciendo. — ¿Quieren que lo repita? Lo haré. Esto no es un juego ni una broma. Pueden formar los equipos que quieran. Su única misión, ya desde ahora, será encontrar a mi hermano y a mi enemigo. Quienes lo consigan ganarán lo que deseen. Si quieren su libertad, yo les daré su libertad. Si quieren dinero... saben que puedo conseguir lo que sea. Lo que anhela su corazón, puedo hacerlo realidad con solo chasquear los dedos. Y ya no habrá más azotes; habrá recompensas. ¿Qué están esperando para ganarse ese deseo? — De hecho, ante aquello, todos los trontes emitieron un solo aplauso. Uno solo, que resonó como un disparo por todo el lugar. Ya había visto a varios trontes hacer eso; era una señal de respeto, una señal de aprobación. Todos comenzaron a recoger sus prendas y se
Desde el primer instante supe que la cosa no marcharía bien. El pilar de seguridad, el exmilitar, nos había hecho ir a un área extensa a las afueras de la ciudad. Era una base militar, sin duda alguna, pero ahora podía notar que era una base militar clandestina. Algo no parecía ser del todo legal. En cuanto nos recibieron, supe de inmediato que sabían quiénes éramos. Entonces Alexander se inclinó hacia mí mientras uno de nuestros trontes conducía el auto y murmuró: — Es aquí donde viven y entrenan los trontes que hay en esta ciudad. Pude notar que era un lugar bastante grande, y me pregunté qué tan grande sería el asentamiento original de los trontes, el lugar donde habían nacido aquella corrupta esclavitud. Cuando nos bajamos del auto frente a un enorme hangar, el general ya estaba ahí. Nos recibió con un fuerte apretón de manos. Su cara estaba tan roja que casi no logré reconocerla. — Lo siento mucho, de veras — le dijo a Alexander — . Siento muchísimo lo que usted está pasa
Yeison había desaparecido, ya no era una simple preocupación o una exageración. Definitiva y absolutamente, Yeison había desaparecido.Eran más de las dos de la mañana, y Alexander y yo estábamos sentados en la sala de mi casa. Alex caminaba de un lado para otro, agarrándose las sienes. Parecía que la cabeza, en cualquier momento, podría explotarle.No sabíamos cómo había pasado. Simplemente, el muchacho se había desviado de su ruta hacia la universidad. El esquema de seguridad del círculo bajo notó cómo el GPS se desvió y luego desapareció unas calles más allá. Desde ese instante, trataron de contactar con su tronte, pero había desaparecido. Habían desaparecido completa y absolutamente. Y hacía tantas horas, que Alexander comenzaba a temblar de la rabia y el miedo. — Está pasando otra vez — dijo mientras caminaba de un lado para otro.Dos de nuestros trontes estaban ahí, parados firmemente como dos postes inamovibles. Como si ni siquiera tuvieran sentimientos, parecían dos robots.
202No importaba cuánto tiempo pasara, el barrio obrero nunca cambiaba. Siempre era lo mismo, tan repetido, tan familiar. Cuando Yeison, dentro del auto, comenzó a recorrerlo, sintió como si no hubiera pasado ni un día desde que salió de allí.Habían pasado tantas cosas desde que escuchó que Ana Laura y Alexander estaban ahí, desde que planeó desesperadamente enfrentarlos para intentar sacar algo, intentar acercarse a Alexander y al resto de sus hermanos, para intentar salvar a su madre. Le parecía como si aquello hubiese sido otra vida, pero, al mismo tiempo, todo se sentía tan cercano y familiar.El auto cruzó por las calles. Lo detuvieron un par de veces, pero, al ver que era Yeison y que estaba con un tronte, dejaron pasar sin mediar palabra hacia la enorme mansión que tenía Carlota en medio del barrio.La última vez que había estado ahí se habían asociado con la mujer. La organización de Carlota apenas trabajaba del lado del círculo bajo, pero desde que había decidido proteger a
Habían pasado ya dos largas semanas desde que Alexander se había coronado como el cacique del círculo bajo. Yeison apenas había tenido tiempo de procesar todo lo que había pasado.Ahora había aparecido un nuevo enemigo, alguien había asaltado un barco de la naviera y había robado cosas bastante importantes. Yeison no entendía muy bien qué era, tampoco lo había preguntado.Desde lo que había pasado con Alfredo, el joven había querido estar un poco alejado de todo aquello. Se sentía culpable y extraño; entendía muy bien que él no era responsable de las decisiones que había tomado Alfredo, pero era imposible no sentirse mal al respecto. Era imposible no cerrar los ojos y escuchar el sonido de su cuerpo chocando contra el suelo, recordar sus últimas palabras.De todas formas, Yeison intentaba olvidar todo aquello, pero le era imposible.Un grupo de trontes vigilaba su casa y otro más lo acompañaba todos los días a la universidad. Yeison no tenía cabeza para regresar a los estudios, pero s
Llevaba tanto tiempo sin sentir cualquier poco de estabilidad. Aquella noticia ni siquiera me tomó por sorpresa. Para nadie del mundo criminal era un secreto que yo ahora era el cacique del círculo bajo, así que la naviera estaría bajo mi responsabilidad.Cualquiera de los enemigos que tenía el círculo estaría encantado de molestarme robando alguna de las mercancías, aunque yo me pregunté quién sería el estúpido que tendría el coraje para hacerlo.Tal vez los rumores de que el círculo bajo no estaba en las mejores de sus condiciones se habían extendido a lo largo del mundo criminal. Por eso alguien había osado atacar y robar uno de los barcos de la naviera Idilio. Le habían robado todo su contenido. mi tío había preferido guardar la información mientras trataba de encontrar la mejor manera para decírmelo. De todas formas, lo hecho, hecho estaba. ¿Qué más podía hacer? Cuando llegué a las instalaciones de la naviera, me encontré con un caos total. Estaban la policía, los bomberos y ta
Xavier se quedó un largo rato después de que Ana Laura y Alexander hubieran decidido irse a casa. Él era el hermano mayor, el encargado de velar por la seguridad de sus hermanos. Tenía que cuidar a Alexander. No solo era su hermano mayor, ahora era su mano derecha dentro del círculo bajo. Tenía que encontrar la forma de que todo saliera bien de aquella terrible situación en la que se habían metido. Carlota tenía razón, aunque él no había querido decírselo. Alexander estaba completamente acorralado. Solo existían dos opciones: o que alguien heredara el puesto de cacique que él quería abandonar, pero, para que fuera así, la única forma en que los Pilares confiaran en alguien era que él muriera. Así como Ezequiel le había quitado la vida al padre de Máximo para poder convertirse en cacique, alguien tendría que quitarle la vida a Alexander para lograrlo. Eso de ceder el puesto era algo que posiblemente no podía hacerse. La otra opción era lo que ya habían planteado: destruir todo el cír