226°

Paloma presionó la herida que tenía Cristian en el abdomen que sangraba bastante. Tuvo mucho miedo. Movió el cuerpo del tronte hacia el asiento del copiloto, pero era tremendamente pesado. Si el hombre estuviera despierto, él mismo podría presionar su herida, pero Paloma no podía hacerlo toda sola. Encendió el auto y arrancó a toda velocidad hacia el hospital más cercano. Por suerte, los hombres de Carlota que estaban en el edificio no los habían perseguido, seguramente estresados por la conmoción del momento.

Carlota había puesto en jaque a toda su organización, y cada uno de sus trabajadores debía de tener tanta tensión al límite que seguramente explotarían en cualquier momento.

Pero, por lo menos, ya no quiso pensar en eso. Aceleró a toda velocidad y prácticamente metió el auto al área de urgencias. Cuando bajó el cuerpo inconsciente de Cristian, observó la cantidad de sangre que había dejado en el asiento.

— ¡Ayuda! — gritó — . ¡Por favor, necesito ayuda!

Un par de enfermeras sal
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