¡Gran final mañanaaa!
Paloma presionó la herida que tenía Cristian en el abdomen que sangraba bastante. Tuvo mucho miedo. Movió el cuerpo del tronte hacia el asiento del copiloto, pero era tremendamente pesado. Si el hombre estuviera despierto, él mismo podría presionar su herida, pero Paloma no podía hacerlo toda sola. Encendió el auto y arrancó a toda velocidad hacia el hospital más cercano. Por suerte, los hombres de Carlota que estaban en el edificio no los habían perseguido, seguramente estresados por la conmoción del momento.Carlota había puesto en jaque a toda su organización, y cada uno de sus trabajadores debía de tener tanta tensión al límite que seguramente explotarían en cualquier momento.Pero, por lo menos, ya no quiso pensar en eso. Aceleró a toda velocidad y prácticamente metió el auto al área de urgencias. Cuando bajó el cuerpo inconsciente de Cristian, observó la cantidad de sangre que había dejado en el asiento. — ¡Ayuda! — gritó — . ¡Por favor, necesito ayuda!Un par de enfermeras sal
Escuché una explosión lejana. No sabía en qué lugar me encontraba o cómo sería el edificio en el que Carlota me tenía secuestrado, pero logré escuchar una fuerte explosión fue como un pequeño murmullo. Yo estaba tan concentrado en lo que sucedía al exterior que logré escucharla.A estas alturas, los trontes ya deberían de haber estado reunidos, y también por ellos tenía miedo y por la expresión indescifrable en el rostro de Carlota cuando me dijo que se desharía de ellos. Esa explosión, me hizo temer lo peor.Sin los trontes, el círculo bajo no era más que un grupo de millonarios indefensos. De haber sabido lo que planeaba... No hubiese dado la orden. Yo imaginé que lo que ella quería era tratar de convencerlos, no destruirlos. De todas formas, si me hubiera negado, hubiera matado a mis trillizos frente a mí. Era una situación imposible.Unos minutos después, la puerta se abrió con rabia, con una fuerte patada. Carlota entró al lugar. Sacó el cuchillo con la empuñadura de rubí, lo pus
El abuelo de Ana Laura estaba bien. Cuando Carlota atacó el escondite donde teníamos a mis hijos, asesinó a todos los trontes que los cuidaban. Por eso, ninguna había logrado avisar que los había secuestrado. El abuelo había sido abandonado en una carretera lejana. Por alguna razón, Carlota no tuvo el corazón para asesinarlo, y un par de días después tuvimos noticias de él en la embajada de Colombia en ese país.Las cosas se complicaron un poco para todos. Tuve que utilizar absolutamente todas las influencias que tenía dentro del círculo bajo para que lo que había sucedido no saliera en las noticias: los disparos en la torre central, donde Cristian y Paloma habían rescatado a Yeison; el movimiento enorme de los trontes buscándome por toda la ciudad; y luego las muertes dentro del edificio que Carlota había alquilado para secuestrarme. Fue un movimiento de papeles y llamadas que me tomó al menos dos semanas para finalizar.Cuando todo había terminado, me senté en la silla del edificio
Ver a todos los trontes que había en la ciudad reunidos me hizo sentir asustado. Realmente eran tantos, tan diversos, al mismo tiempo tan poderosos.Entendía por qué el círculo bajo había adquirido aquella organización; los trontes habían ayudado a construir el gran imperio que era ahora el círculo, y esperaba que con su ayuda mi hermano encontrara la forma de transformar todo aquello en lo que había sido en antaño, un enfoque diferente.Todos estaban ahí reunidos. Los pilares, en una tarima especial, ya habían sido previamente amenazados por mí. No tuve medias tintas en eso; les advertí que cedería el control del círculo bajo a mi hermano, que podrían confiar en él, que la sangre Idilio, tal como quería mi padre, seguiría gobernando el círculo, pero yo ya no lo haría.Alexander les explicó las nuevas condiciones y les di la oportunidad de que quien quisiera irse, lo hiciera. Pero ninguno dijo nada. Ninguno de los pilares dijo nada más allá. Los planes de mi hermano, más lentos y legal
¡No quería esperar un segundo más!Me escapé de la reunión de trabajo y me hice la tan esperada prueba de embarazo.Mientras apretaba el pequeño plástico en mis dedos, sentía que el corazón se me salía, y cuando aparecieron las dos pequeñas líneas indicando que, en efecto, estaba embarazada, sentí que mi mundo comenzaba a desvanecerse. ¡Estaba embarazada de mi jefe!Un hombre con el que había sostenido por dos años una relación fortuita y a escondidas. Ni siquiera había terminado de analizar mi situación cuando el teléfono en mi bolsillo sonó. No tuve que ver para saber que era Alexander, mi jefe, quien me solicitaba.Así que me puse la prueba de embarazo en el bolsillo y regresé nuevamente a la mesa. El cliente, gordo, de mejillas rojas y frente sudada, ya estaba un poco ebrio. Cuando me senté, extendió la copa de vino hacia mí.—Bebe —me dijo, arrastrando las palabras—. Bebe, y entonces firmaremos este negocio.—Lo siento, yo no quiero beber. Creo que con agua...—¡Bebe ahora!
Todo el cuerpo me tembló de bajo de las sábanas, las manos comenzaron a sudarme y me senté en el borde, pero Alexander no quiso mirarme a la cara.—¿Qué significa esto? — le pregunté nuevamente. él se puso de pie, su musculoso cuerpo a la luz del sol del amanecer que entraba por la ventana.— Como lo oyes, Ana Laura, esto ya se tiene que acabar — con el corazón en un puño y sin creer todavía lo que estaba escuchando, me armé de valor para decirle que estaba embarazada, pero cuando abrí la boca las palabras se quedaron atoradas en mi garganta.— Yo… ¿Qué tal si estoy embarazada? — todo el cuerpo de Alexander se tensó, los músculos de la espalda se apretaron, pero luego soltó una carcajada cínica.— Claro que no, eso es imposible, recuerda que tengo la vasectomía, además no puedes quedarte embarazada, nos hemos protegido — ya no quise decir nada más, ¿qué podía decir al respecto? podría pensar que me había acostado con otro hombre.los ojos verdes de Alexander se posaron en mi con frial
El café se regó por el suelo alfombrado. El humo llenó el lugar. Alexander me miró con rabia contenida; aún seguía sosteniendo la mano de su futura esposa entre la suya, mostrando el anillo.—Lo siento —dije.Había arruinado el momento perfecto de la presentación de la prometida de Alexander. Me arrodillé en el suelo a recoger los vidrios de las tazas de café que habían caído. —Deja eso —me dijo Alexander con frialdad—. Esa no es tu responsabilidad. —No te pongas tan serio, hijo —doña Azucena me miró amablemente y me hizo un gesto para que volviera a sentarme—. Tienes cosas más importantes que hacer, Laurita.Tomé asiento torpemente con duda.—Exacto. Tienes una boda que preparar.Levanté la mirada hacia Alexander y traté de disimular un poco la rabia que me dio aquel comentario.—¿Yo? —le pregunté.Y Alexandra asintió.—Eres mi asistente, tú te encargarás de mi boda.Vi cómo todos me miraban con envidia, como si fuera un honor.No me atreví a mirar a los ojos a la madre de mi jefe
—¡Felicidades! Jefe... y jefa —Raúl pareció darse cuenta del ambiente apagado del ascensor y tomó la iniciativa de hablar.—Gracias, la boda es la semana que viene, estoy deseando que llegue —dijo Gabriela tomando el brazo de Alexander y se apoyó íntimamente en su hombro.Hacía tanto calor que me quité el pañuelo de seda que me rodeaba el cuello, dejando al descubierto la clavícula, y la depresión de mi corazón me hizo soltar un suspiro involuntario.—Ejem —Miré confundida el rostro enrojecido de Raúl, el muchacho desvió la mirada y continuó —El Jefe se va a casar, ¿y tú, Ana ¿Tienes novio? —Ya no tengo, me escasean novios — murmuré.Raúl pareció repentinamente interesado. Noté que era más o menos de la misma talla que Alexander, si no ligeramente más alto, y de complexión más fuerte.—¿Qué te parezco yo?El muchacho se quitó la chaqueta del traje y mostró sus músculos, haciendo rebotar sus pectorales de forma graciosa y me arrancó una sonrisa.Me pareció que el aire era menos opresi