El auto arrancó a toda velocidad mientras yo me apretaba con fuerza el vientre. Cada pequeño movimiento producía un dolor que se enterraba en mi estómago como mil agujas. Cuando pasamos por la calle frente a la tienda, pude observar a través de la ventana cómo Gabriela se probaba otro vestido. Alexander estaba sentado en el mueble, con los brazos cruzados, mirando al frente con gesto serio. Quise agacharme para que no me vieran cruzar, pero ¿qué les importaba una asistente como yo??—¿Estás mejor? Solo faltan cinco minutos. dijo Raúl. —Ya no me duele tanto, gracias Raúl, sin ti no puedo imaginar qué habría pasado. —No quiero entrometerme en quién es el padre de tu hijo, ¡pero realmente no es un hombre! — Vi cómo golpeó con fuerza el volante —. Seguro que le doy una lección.—Él no lo sabe.Raúl abrió la boca, pero no dijo nada, y yo agradecí que no hiciera demasiadas preguntas porque aún no se me había ocurrido ninguna mentira.Raúl me llevó a una clínica cercana y me ingresaron
Apreté con fuerza los puños cuando vi los ojos verdes furiosos de Alexander en la entrada de mi casa. Miré en todas las direcciones para ver si encontraba a su prometida, pero al parecer estaba solo.—Esto se va a poner feo —le dije a Raúl—. Déjame aquí y regresa inmediatamente a la naviera.Lo último que quería era meterlo en problemas con Alexander. Me apreté el vientre despacio. Ni siquiera había terminado de asimilar que había perdido a un bebé, que uno de mis hijos había muerto.Estaba vestida con una ropa sencilla que me habían dado en el hospital, ya que mi pequeña falda se había manchado de sangre.—No, estoy contigo —me dijo Raúl con seguridad—. Confía en mí.—me dedicó una encantadora sonrisa.Pero yo no pude sonreírle de vuelta, estaba nerviosa. Me bajé del auto y Alexander recortó la distancia que nos separaba. Cuando llegó conmigo, me agarró con fuerza por la muñeca.—¿Por qué te fuiste? ¿Qué diablos estabas haciendo con él? —Luego se volvió hacia Raúl—. ¿No estabas en
Raúl se aseguró de estar lo suficientemente lejos de la casa de Ana Laura para tomar su teléfono y llamar. Después de un par de tonos, el otro hombre al otro lado de la línea contestó.—Te tengo una actualización, hermanito, es algo triste pero bueno —dijo—. Ana Laura está embarazada. Pero tuvo un aborto espontáneo, al parecer eran mellizos. Aún sigue embarazada.Su hermano, al otro lado, suspiró profundo.—Entiendo —dijo—. De todas formas, quiero conocerla. Quiero hacerle la propuesta, sabes que la necesitamos. Y, a diferencia de su jefe, yo no quiero usarla.Raúl chasqueó la lengua.—Sí, no te hagas el tonto, hermanito, yo sé muy bien qué es lo que pretendes. Sé que necesitamos a Ana Laura para nuestra empresa, pero también sé de tus otras intenciones. Pero tranquilo, eso ya te lo estoy preparando. Ahorita ella no tiene novio y… —Tú no hagas tonterías. —Claro que no, lo que hago es todo para ti.—Ya deja de hacer de celestina. Yo no pretendo nada con Ana Laura, solo los negocios,
El teléfono al otro lado se hizo esperar un segundo. Cuando Alexander contestó, lo hizo en un tono bajo. —¿Qué pasa? —me preguntó.—No quiero molestarte, pero necesito que…—Cariño, ven aquí y mira este vestido, ¿me queda bien?Debería haber sabido que estaría con su prometida… y nunca hemos ido de compras juntos.—Es precioso… —podía sentir la ternura de Alexander a través del teléfono—. ¿Qué quieres decir?—Quiero un adelanto del sueldo de este mes para mi abuelo.—¿Hay algún problema con la quimio?—No… no, es una cirugía…. nada grave — mentí, no quería darle lástima.—Te veré en el trabajo dentro de diez minutos.sentí celos, celos de la forma en que le habló a Gabriela, pero me encogí de hombros. Olvídalo, me dije, él no te pertenece. Nunca te ha pertenecido… Ana.Cuando llegué a la empresa, todos voltearon a mirarme. Seguramente en mi rostro pálido se notaba que algo no estaba bien. Y aunque yo no había perdido demasiada sangre, mis ojos hinchados y mi piel blanca llamaban bast
—¿A qué esperas? ¿Quieres que echen a tu abuelo del hospital esta noche y se muera?Sentí una enorme rabia salir de mi interior, incluso quise acercarme corriendo y abofetearla un par de veces, pero no pude, no tenía tiempo.Estaba ahí, paralizada, observando cómo el cheque que podía salvar la vida de mi abuelo estaba en el suelo, bajo su zapato.—Vamos, Ana —me dijo, arrastrando las palabras—. Solo tienes que agacharte y tomarlo con tu boca, si no, solo haré un movimiento y el cheque se romperá, y tendrás que esperar hasta el lunes para poder cobrar uno nuevo. Piensa en tu abuelo… —preguntó con sarcasmo, pero yo sabía la respuesta. —¿Por qué haces esto? —le pregunté con rabia—. Yo no te he hecho nada.—¿Ah, no? —me dijo—. Yo tengo una relación con Alexander desde hace dos meses y siempre supe que tenía otra. Y resulta que esa otra eres tú.Sentí tanta rabia en mi interior que la escupí sin detenerme a pensar:—Claro, tú tienes una relación con él desde hace dos meses, y yo soy la
No supe cuánto tiempo me quedé ahí, arrodillada en el suelo con el cheque en la boca, sorprendida por lo que acababa de suceder. «Es tan vergonzosa, Ana, ¿qué te ha aportado esta relación de amantes? Sólo humillación.»el cheque aunque estaba un poco sucio por haber estado en el suelo, pero intacto. Me puse de pie con dificultad, recostándome en la pared, tratando de contener las lágrimas que se arremolinaban en mis ojos. Lo único que quería en ese momento era salir corriendo de ahí. No quería estar ni un minuto más en ese lugar, en esa empresa, en presencia de esa mujer, en presencia de Alexander, de todo lo que me atormentaba. Pero fue al revés. Los volví a ver.Al salir por el pequeño pasillo hacia la sala principal, vi a Alexander que salía de su oficina con las mejillas rojas, su brillante cabello despeinado. Gabriela salió detrás de él, abrazándose a sí misma, con los ojos acuosos.—¿Qué fue lo que le dijiste a Gabriela? —me preguntó en cuanto se encontró conmigo.—¿De qué e
No me sentí en paz hasta que deposité el cheque en la cuenta del hospital. Cuando recibí la llamada confirmando que todo había sido correcto, entonces dejé que mis emociones fluyeran al fin. Pasé gran parte de la noche llorando, humillada, acariciando mi vientre. solo me calmé cuando recibí la llamada del doctor para decirme que mi abuelo había salido bien de la cirugía.Tenía que encontrar control en mi vida. No podía seguir permitiendo que esas personas se burlaran de mí de esa forma. Tenía que encontrar un nuevo trabajo. Sí, nadie me pagaría tanto como Alexander, pero tenía que hacerlo. No podía seguir aguantando aquellas humillaciones. Ahora tenía que seguir planeando la maldita boda.Después de sentarme a llorar un rato en la noche, contacté con una empresa de flores, organicé la vajilla y también hablé con un par de músicos para ambientar la fiesta. Luego, cerca de la medianoche, me recosté lentamente en mi cama y, a pesar de todo lo que había sucedido en el día, logré con
—¿Qué pasó con mi abuelo? —pregunté con miedo—. ¿Me oye?Pero del otro lado de la línea la señal telefónica estaba intermitente, así que la enfermera no me escuchó muy bien.—Venga ahora —me dijo.Traté de guardar la compostura, de respirar profundo mientras el taxi se dirigía hacia el hospital.tuve miedo, ¿acaso la cirugía no había salido bien la noche anterior? Me froté el vientre como si mi bebé pudiera darme fuerzas.Cuando llegué, el corazón me latía con tanta fuerza que pensé que se me saldría del pecho.—Soy la nieta del señor Bob, me dijeron que tenía que venir urgentemente —le dije a la recepcionista.Ella tomó el teléfono y luego miró en la planilla.—Claro que sí, en este momento el doctor está en la habitación de su abuelo, puede pasar.Corrí por las escaleras, crucé el pasillo y entré a la habitación del abuelo. Las manos me temblaban, me sudaba todo el cuerpo, pero cuando entré, fue la brillante sonrisa de mi abuelo la que encontré, su brillante sonrisa la que me reci