12°

No supe cuánto tiempo me quedé ahí, arrodillada en el suelo con el cheque en la boca, sorprendida por lo que acababa de suceder. «Es tan vergonzosa, Ana, ¿qué te ha aportado esta relación de amantes? Sólo humillación.»

el cheque aunque estaba un poco sucio por haber estado en el suelo, pero intacto.

Me puse de pie con dificultad, recostándome en la pared, tratando de contener las lágrimas que se arremolinaban en mis ojos.

Lo único que quería en ese momento era salir corriendo de ahí. No quería estar ni un minuto más en ese lugar, en esa empresa, en presencia de esa mujer, en presencia de Alexander, de todo lo que me atormentaba.

Pero fue al revés. Los volví a ver.

Al salir por el pequeño pasillo hacia la sala principal, vi a Alexander que salía de su oficina con las mejillas rojas, su brillante cabello despeinado.

Gabriela salió detrás de él, abrazándose a sí misma, con los ojos acuosos.

—¿Qué fue lo que le dijiste a Gabriela? —me preguntó en cuanto se encontró conmigo.

—¿De qué e
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