Doña Azucena, la mamá de Alexander, entró en el baño.—¿Qué está pasando aquí? —preguntó nuevamente, pero esta vez en un tono más calmado.La mujer se quedó de pie frente a la puerta, observó a Gabriela con los ojos llorosos y la mano en la mejilla, y luego miró mi vestido manchado.—Ella me golpeó —dijo Gabriela—. Yo solamente venía para agradecerle por el salón y por lo linda que quedó la fiesta de compromiso, no sé por qué me odia tanto —dijo mientras lloraba.—No he hecho nada, Doña Azucena.Capté un destello de duda en los ojos de la noble mujer, pero desapareció rápidamente.—No tienes que dar explicaciones hija… Ya, Gabriela —regañó a la muchacha, y ella la miró sorprendida—. Regresa con Alexander.—Pero...—Pero nada —le cortó la mujer—. ¿Crees que no me di cuenta de que tú lanzaste el vino?—¿Cómo se le ocurre, doña Azucena? —dijo Gabriela—. Usted sabe que yo no soy así...Pero la mujer la miró arqueando una ceja.—Quiero que regreses con mi hijo ahora —le ordenó.Gabriela vo
La celebración estaba comenzando a escalar; el licor comenzaba a desaparecer rápidamente. Y tuve que aguantar las ganas de vomitar para obligarme a comer más comida.Cuando la mitad de los invitados se había retirado, en la madrugada, tomé mi bolso dispuesta a marcharme. No volví a ver a Alex en toda la noche, a lo mejor estaba otra vez con su prometida, hace bonita pareja, dejando a un lado el carácter malvado de esa mujer.Abrí mi teléfono y envié un mensaje a mi jefe para tomarme un tiempo libre, era demasiado para mí, sólo quería relajarme unos días para volver a esforzarme para la batalla final, que era su boda.Por fin me armé de valor y aparecí delante de Alexander. —¿Qué es? —le pregunté—. ¿La boda será civil o por la iglesia?Era un detalle muy importante. Él tenía una copa de champán en la mano, sus ojos estaban un poco entrecerrados. Parecía que había bebido bastante, debería de estar mareado. Yo quise salir corriendo. Cuando Alexander se ponía ebrio, era demasiado ca
La parte de la mirada de la señora Azucena, que nos observaba a través del amplio ventanal del salón hacia la calle, me hizo sentir sucia frente a ella. —Puedo ir sola, no necesito que me lleves.Acababa de dar unos pasos cuando Alex me agarró del brazo y me lo quité de encima a toda prisa, manteniéndome a un metro de él.—Tu madre nos estaba viendo a través del cristal, no quiero causar problemas innecesarios.—... ¿Crees que nuestra relación es un problema?Se acercó más y yo retrocedí.—¿Tengo que recordártelo otra vez? Ya no tenemos una relación. Oh, no, por ahora es empleo, pero no lo será por mucho tiempo.—¿Qué quieres decir?Noté que estaba perdiendo los estribos, así que abrí la puerta del pasajero y subí. Hay cosas que no es apropiado decir en la calle.—¿No te vas todavía? ¿No vas a llevarme a casa?Alexander abrió la puerta y arrancó el coche en silencio.No habló hasta que se acercó al vecindario de mi casa.—¿Desde cuándo?Me quedé un poco confusa sobre lo que me estaba
— ¿Es cierto que eres amante del jefe Alexander? El lápiz que sostenía en mi mano se resbaló de mis dedos, golpeando el escritorio y cayendo al suelo. —¿Qué? —dije, poniéndome de pie. Mi grito había sido tan claro que todos en la oficina voltearon a mirarme. Algunos se rieron —¿De… de qué estás hablando? —le pregunté tartamudeando, con la garganta seca. —Ana, el noticiero acaba de publicarlo. De su bolso sacó la tablet y, después de tocar un par de veces la pantalla, me enseñó el artículo. Decía: “A la víspera de la boda del empresario Alexander Idilio se descubren reveladoras imágenes con su asistente personal” Abajo había un vídeo. Con los dedos temblorosos me dirigí hacia él. El video era de la cámara de seguridad del elevador y en él podía verse cómo Alexander y yo estábamos de pie, uno al lado del otro. Pero en cuanto las puertas se cerraban, él me recostaba contra la pared y me besaba de forma pasional, me besaba el cuello, y yo enterraba mis dedos en su rubio cabell
La boda era grande y llamativa. Llegué a la iglesia más temprano que los demás, cuando ningún invitado había llegado. Tenía que verificar que todo estuviera bien. La noticia que salió en el periódico esa mañana fue incluso peor: “Asistente y amante de Alexander Idilio fue la encargada de organizar toda su boda. ¿Qué sucederá esta mañana en una de las bodas más importantes de la ciudad?”Tomé el periódico, lo rasgué en dos, lanzándolo a la basura, y luego me concentré en la boda, ignorando todas las miradas de curiosidad y cuestionamientos a mi alrededor.Cuando los invitados comenzaron a llegar, observé el precioso traje que llevaba Alexander. Era oscuro y contrastaba con su pálida piel. Él no me miró durante todo el rato que estuvo de pie frente al altar; no cruzó una sola mirada conmigo. Yo gestioné unos últimos pedidos, me aseguré de delegar ciertas responsabilidades para la fiesta y alerté al músico cuando recibí la notificación de que Gabriela estaba por llegar.Entonces, l
Siempre había sentido que el matrimonio contractual era mi destino inevitable, y que la fama, la fortuna y el estatus eran lo que buscaba, hasta que la conocí a ella, y mi vida volvió a brillar.Acabar de repente con el contrato de amante fue sólo el primer paso de mi plan, mientras ella siguiera a mi lado, aún teníamos futuro.Pero ella no estaba dispuesta a esperarme.Pero está bien, ella no puede escapar !Siempre es mía!Poder y amor, quiero ambos.Cuando la ceremonia iba por la mitad, de repente recibí una llamada.—Señor, la señorita Ana ha desaparecido — dijo el investigador que había contratado para investigarla—. Su rastreador dejó de funcionar.Directamente golpeé el teléfono contra el suelo, lo que atrajo a muchos invitados.—Cariño, ¿qué ha pasado? — Me recompuse y les dije a todos, —Lo siento, he tenido que salir antes por algo, pero la ceremonia continúa — de todas formas, ya habíamos dicho el sí.—Pero-Aparté la mano de Gabriela y salí de la iglesia sin pensármelo dos v
La camioneta de Raul se detuvo frente a una enorme construcción, un edificio grandísimo construido en cristal. Lo había visto varias veces, pero nunca me había detenido a pensar de quién era o qué se hacía allí. Me sorprendió encontrar el nombre de la empresa: era una de las competencias directas de la naviera Idilio, pero esta era una transportadora aérea, no marítima. Habíamos dejado al abuelo en la finca de Raúl, donde estaría cómodo, y en la despedida Él me sonrió con alegría, aunque notaba en su rostro la preocupación. Seguramente comprendía nuestra situación, aunque yo no se lo hubiera dicho.Raúl me seguía de cerca, y me guió al elevador con cuidado, como si tuviera miedo de romperme.Entré al elevador, presioné el número y vi en el reflejo del espejo que estaba pálida y ojerosa. Habían sido semanas extremadamente difíciles. Aún me preguntaba cómo había sido capaz de mantenerme en pie todo este tiempo, pero alejarme de Alexander me había quitado un gran peso de encima.
Desde aquella noche, me quedé en la oficina y casi nunca volvía a casa, intentando llenar mi vida de trabajo.Es cierto que también había muchas cosas que necesitaba hacer.Gracias al dinero del fondo fiduciario que me dejó mi padre y a los beneficios de este matrimonio, la crisis de la empresa se resolvió por fin en una semana.Ahora todo estaba encarrilado, pero yo seguía fingiendo estar ocupado.Tenía la herencia, tenía la empresa, tenía un matrimonio perfecto, pero no era feliz.Incluso me negué a ir de luna de miel, lo que me hizo aún más imposible enfrentarme a Gabriela.Antes de empezar a trabajar, marcaba mecánicamente el número al que llamaba todos los días.—¿Nueva noticia hoy?—... Lo siento, señor.Casi pude concluir que Ana intentaba evitarme a propósito, ¿tantas ganas tenía de olvidarme?De repente sentí un fuerte dolor de cabeza, cogí los analgésicos del cajón y me tomé varios para aliviarlo. la puerta sonó.—Pasa.—Señor, la señora Gabriela pregunta si va a volver hoy