22°

La camioneta de Raul se detuvo frente a una enorme construcción, un edificio grandísimo construido en cristal.

Lo había visto varias veces, pero nunca me había detenido a pensar de quién era o qué se hacía allí.

Me sorprendió encontrar el nombre de la empresa: era una de las competencias directas de la naviera Idilio, pero esta era una transportadora aérea, no marítima.

Habíamos dejado al abuelo en la finca de Raúl, donde estaría cómodo, y en la despedida Él me sonrió con alegría, aunque notaba en su rostro la preocupación.

Seguramente comprendía nuestra situación, aunque yo no se lo hubiera dicho.

Raúl me seguía de cerca, y me guió al elevador con cuidado, como si tuviera miedo de romperme.

Entré al elevador, presioné el número y vi en el reflejo del espejo que estaba pálida y ojerosa.

Habían sido semanas extremadamente difíciles.

Aún me preguntaba cómo había sido capaz de mantenerme en pie todo este tiempo, pero alejarme de Alexander me había quitado un gran peso de encima.

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