10°

El teléfono al otro lado se hizo esperar un segundo.

Cuando Alexander contestó, lo hizo en un tono bajo. —¿Qué pasa? —me preguntó.

—No quiero molestarte, pero necesito que…

—Cariño, ven aquí y mira este vestido, ¿me queda bien?

Debería haber sabido que estaría con su prometida… y nunca hemos ido de compras juntos.

—Es precioso… —podía sentir la ternura de Alexander a través del teléfono—. ¿Qué quieres decir?

—Quiero un adelanto del sueldo de este mes para mi abuelo.

—¿Hay algún problema con la quimio?

—No… no, es una cirugía…. nada grave — mentí, no quería darle lástima.

—Te veré en el trabajo dentro de diez minutos.

sentí celos, celos de la forma en que le habló a Gabriela, pero me encogí de hombros. Olvídalo, me dije, él no te pertenece. Nunca te ha pertenecido… Ana.

Cuando llegué a la empresa, todos voltearon a mirarme. Seguramente en mi rostro pálido se notaba que algo no estaba bien. Y aunque yo no había perdido demasiada sangre, mis ojos hinchados y mi piel blanca llamaban bast
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