Raúl se aseguró de estar lo suficientemente lejos de la casa de Ana Laura para tomar su teléfono y llamar. Después de un par de tonos, el otro hombre al otro lado de la línea contestó.—Te tengo una actualización, hermanito, es algo triste pero bueno —dijo—. Ana Laura está embarazada. Pero tuvo un aborto espontáneo, al parecer eran mellizos. Aún sigue embarazada.Su hermano, al otro lado, suspiró profundo.—Entiendo —dijo—. De todas formas, quiero conocerla. Quiero hacerle la propuesta, sabes que la necesitamos. Y, a diferencia de su jefe, yo no quiero usarla.Raúl chasqueó la lengua.—Sí, no te hagas el tonto, hermanito, yo sé muy bien qué es lo que pretendes. Sé que necesitamos a Ana Laura para nuestra empresa, pero también sé de tus otras intenciones. Pero tranquilo, eso ya te lo estoy preparando. Ahorita ella no tiene novio y… —Tú no hagas tonterías. —Claro que no, lo que hago es todo para ti.—Ya deja de hacer de celestina. Yo no pretendo nada con Ana Laura, solo los negocios,
El teléfono al otro lado se hizo esperar un segundo. Cuando Alexander contestó, lo hizo en un tono bajo. —¿Qué pasa? —me preguntó.—No quiero molestarte, pero necesito que…—Cariño, ven aquí y mira este vestido, ¿me queda bien?Debería haber sabido que estaría con su prometida… y nunca hemos ido de compras juntos.—Es precioso… —podía sentir la ternura de Alexander a través del teléfono—. ¿Qué quieres decir?—Quiero un adelanto del sueldo de este mes para mi abuelo.—¿Hay algún problema con la quimio?—No… no, es una cirugía…. nada grave — mentí, no quería darle lástima.—Te veré en el trabajo dentro de diez minutos.sentí celos, celos de la forma en que le habló a Gabriela, pero me encogí de hombros. Olvídalo, me dije, él no te pertenece. Nunca te ha pertenecido… Ana.Cuando llegué a la empresa, todos voltearon a mirarme. Seguramente en mi rostro pálido se notaba que algo no estaba bien. Y aunque yo no había perdido demasiada sangre, mis ojos hinchados y mi piel blanca llamaban bast
—¿A qué esperas? ¿Quieres que echen a tu abuelo del hospital esta noche y se muera?Sentí una enorme rabia salir de mi interior, incluso quise acercarme corriendo y abofetearla un par de veces, pero no pude, no tenía tiempo.Estaba ahí, paralizada, observando cómo el cheque que podía salvar la vida de mi abuelo estaba en el suelo, bajo su zapato.—Vamos, Ana —me dijo, arrastrando las palabras—. Solo tienes que agacharte y tomarlo con tu boca, si no, solo haré un movimiento y el cheque se romperá, y tendrás que esperar hasta el lunes para poder cobrar uno nuevo. Piensa en tu abuelo… —preguntó con sarcasmo, pero yo sabía la respuesta. —¿Por qué haces esto? —le pregunté con rabia—. Yo no te he hecho nada.—¿Ah, no? —me dijo—. Yo tengo una relación con Alexander desde hace dos meses y siempre supe que tenía otra. Y resulta que esa otra eres tú.Sentí tanta rabia en mi interior que la escupí sin detenerme a pensar:—Claro, tú tienes una relación con él desde hace dos meses, y yo soy la
No supe cuánto tiempo me quedé ahí, arrodillada en el suelo con el cheque en la boca, sorprendida por lo que acababa de suceder. «Es tan vergonzosa, Ana, ¿qué te ha aportado esta relación de amantes? Sólo humillación.»el cheque aunque estaba un poco sucio por haber estado en el suelo, pero intacto. Me puse de pie con dificultad, recostándome en la pared, tratando de contener las lágrimas que se arremolinaban en mis ojos. Lo único que quería en ese momento era salir corriendo de ahí. No quería estar ni un minuto más en ese lugar, en esa empresa, en presencia de esa mujer, en presencia de Alexander, de todo lo que me atormentaba. Pero fue al revés. Los volví a ver.Al salir por el pequeño pasillo hacia la sala principal, vi a Alexander que salía de su oficina con las mejillas rojas, su brillante cabello despeinado. Gabriela salió detrás de él, abrazándose a sí misma, con los ojos acuosos.—¿Qué fue lo que le dijiste a Gabriela? —me preguntó en cuanto se encontró conmigo.—¿De qué e
No me sentí en paz hasta que deposité el cheque en la cuenta del hospital. Cuando recibí la llamada confirmando que todo había sido correcto, entonces dejé que mis emociones fluyeran al fin. Pasé gran parte de la noche llorando, humillada, acariciando mi vientre. solo me calmé cuando recibí la llamada del doctor para decirme que mi abuelo había salido bien de la cirugía.Tenía que encontrar control en mi vida. No podía seguir permitiendo que esas personas se burlaran de mí de esa forma. Tenía que encontrar un nuevo trabajo. Sí, nadie me pagaría tanto como Alexander, pero tenía que hacerlo. No podía seguir aguantando aquellas humillaciones. Ahora tenía que seguir planeando la maldita boda.Después de sentarme a llorar un rato en la noche, contacté con una empresa de flores, organicé la vajilla y también hablé con un par de músicos para ambientar la fiesta. Luego, cerca de la medianoche, me recosté lentamente en mi cama y, a pesar de todo lo que había sucedido en el día, logré con
—¿Qué pasó con mi abuelo? —pregunté con miedo—. ¿Me oye?Pero del otro lado de la línea la señal telefónica estaba intermitente, así que la enfermera no me escuchó muy bien.—Venga ahora —me dijo.Traté de guardar la compostura, de respirar profundo mientras el taxi se dirigía hacia el hospital.tuve miedo, ¿acaso la cirugía no había salido bien la noche anterior? Me froté el vientre como si mi bebé pudiera darme fuerzas.Cuando llegué, el corazón me latía con tanta fuerza que pensé que se me saldría del pecho.—Soy la nieta del señor Bob, me dijeron que tenía que venir urgentemente —le dije a la recepcionista.Ella tomó el teléfono y luego miró en la planilla.—Claro que sí, en este momento el doctor está en la habitación de su abuelo, puede pasar.Corrí por las escaleras, crucé el pasillo y entré a la habitación del abuelo. Las manos me temblaban, me sudaba todo el cuerpo, pero cuando entré, fue la brillante sonrisa de mi abuelo la que encontré, su brillante sonrisa la que me reci
Fui una de las primeras en llegar en el día de la fiesta de compromiso. Llevaba mi vestido más bonito, una falda completa blanca de flores amarillas, quería darme un acabado decente.Ordené a varios meseros que organizaran las mesas y cambiaran los manteles manchados. Y cuando comenzaron a llegar los invitados, fui una de las primeras caras que se encontraban en la recepción.Luego llegó Alexander con su prometida. No fui capaz de mirar a Gabriela a la cara, aún me sentía humillada por lo que me había hecho la última vez, así que simplemente la ignoré. Le di un par de indicaciones a Alexander y le pregunté a qué horas pensaba hacer el compromiso, y él, con mucha frialdad, contestó:—A las nueve.Así que preparé todo para eso. La música inició, el licor comenzó a repartirse, y la fiesta empezó. Había muchísimos empleados de la naviera Idilio y toda la familia de Alexander, pero yo me la pasaba de aquí para allá atendiendo a los invitados más importantes. Todos me conocían como la
Doña Azucena, la mamá de Alexander, entró en el baño.—¿Qué está pasando aquí? —preguntó nuevamente, pero esta vez en un tono más calmado.La mujer se quedó de pie frente a la puerta, observó a Gabriela con los ojos llorosos y la mano en la mejilla, y luego miró mi vestido manchado.—Ella me golpeó —dijo Gabriela—. Yo solamente venía para agradecerle por el salón y por lo linda que quedó la fiesta de compromiso, no sé por qué me odia tanto —dijo mientras lloraba.—No he hecho nada, Doña Azucena.Capté un destello de duda en los ojos de la noble mujer, pero desapareció rápidamente.—No tienes que dar explicaciones hija… Ya, Gabriela —regañó a la muchacha, y ella la miró sorprendida—. Regresa con Alexander.—Pero...—Pero nada —le cortó la mujer—. ¿Crees que no me di cuenta de que tú lanzaste el vino?—¿Cómo se le ocurre, doña Azucena? —dijo Gabriela—. Usted sabe que yo no soy así...Pero la mujer la miró arqueando una ceja.—Quiero que regreses con mi hijo ahora —le ordenó.Gabriela vo