Plantada en el altar por el hombre que ama profundamente, el mundo de Altagracia se derrumba en mil pedazos y su infierno comienza. Luego de haberlo perdido todo y desheredada de su millonaria fortuna Altagracia regresará a vengarse del hombre responsable de cada una de sus desgracias sin saber que Gerardo Montesinos, el hombre más poderoso, rico de la región y el culpable de su calamidad, tiene un plan elaborado también para destruirla, y la venganza es solo el inicio para el fin de los dos. ¿Altagracia logrará su propósito antes de que la venganza la arrastre consigo?
Leer másHay algo que se escucha lejano, como si fuese sonido proviniese de una cueva, creando un eco vacilante. La remueve en su oscuridad profunda. Altagracia abre los ojos por inercia, temiendo, una vez más, que su mayor miedo se haga realidad: haberlo soñado todo.Pero la luz que la acaricia desde arriba es la misma del sueño. El olor a cloro entra a sus fosas nasales, y aunque no le gusta el olor, la calma. El dolor en su mejilla ya es tolerable, pero no lo suficientemente como para no sentirlo. Visualiza el alrededor, recordando ya lo que sucedió…¿Ayer? ¿Cuánto tiempo durmió? Tiene el vestido rasgado de novia, y sus ojos se van de un lado al otro.Cuando cree que está sola, sucede un vuelco a su corazón.Gerardo está tomando su mano, sentado a su lado.Altagracia relaja los hombros, y todo el miedo se esfuma, la desesperanza se desvanece y por primera vez en días puede respirar tranquilamente y sin vivir en constante alarma y miedo. Altagracia parpadea, con las comisuras de sus labios al
—¡Necesito que la lleven a un hospital! ¡Ahora! —la voz de Gerardo retumba tan fuerte en sus oídos, pero debido al incremento del estrés y el miedo en Altagracia ni siquiera está cerca de prestarle atención. Solamente lo abraza por el cuello, entre lágrimas silenciosas mientras el sonido de los disparos hace que se envuelva más en los brazos de Gerardo.—¡Aquí! ¡Tráela aquí! —escucha Altagracia en un vocifero que desprende ferocidad. No distingue quien es, pero no es Gerardo.Segundos después, tras una camioneta blindada y el cesar de los disparos, Altagracia logra abrir los ojos, temiendo todavía que sea un sueño. Gerardo la descansa detrás del auto, acomodándola en el maletero cuando varios de los policías ya están más atrás.—Altagracia.Llama Gerardo cuando sus dos manos tocan su rostro. Entre lágrimas, ella lo mira. Y la mirada de afecto y preocupación en Gerardo son las dos cosas que la hacen delirar en alegría y alivio. Altagracia no para de llorar.—¿C-cómo…? ¿Cómo me encontra
—Y quiero éste, y estos de aquí. No, los quiero todos —Soledad señala un par de bolsos de marcas con una gran sonrisa. No había sido más feliz que nunca salvo ahora, donde con mucho orgullo y satisfacción puede vivir la vida que quiere. Con el dinero que siempre quiso. Desde ayer no ha sabido nada de Aracely ni de Ignacio. Tiene la creencia que cada uno, como han estado haciendo hasta ahora, saldrán ilesos. Tan sólo espera que llegue el momento adecuado para viajar a Mérida y ver con sus propios ojos que en efectos, todo ha funcionado.Si Aracely logra quitarle la custodia a Gerardo, también lo agradecería. Aunque no pudo hacerlo con el mocoso de Altagracia, por nunca haberle correspondido Gerardo necesita tener una cucharada de su propia medicina. La felicidad no pudo durarles mucho, por más que intentaron decir que si estabas realmente enamorados. Enamorados, claro. Piensa Soledad con ironía. La venganza en contra de Altagracia se materializó, y por mucho que haya esperado a
Una mujer ya deja su último toque de polvo en la mejilla roja que le ha costado ocultar en Altagracia. Ha pasado desde que empezó el amanecer de éste tedioso día sentada mientras es atendida por éstas mujeres, tratando de buscar alguna señal del fiscal Omar.La única salida para esto se le fue arrebatado de las manos de una manera tan bestial que sólo pensar en ese horror la tiene delirando.Ignacio se marchó de la finca. Lo hizo. La arrastró a la camioneta con los ojos tapados con una tela. Sin saber cuantas horas pasaron desde que se fueron de la finca, Altagracia tampoco pudo gritar por la cinta que usaron como mordaza. Estaba petrificada, creyendo que acabarían con su vida. Pero cuando le quitaron la capucha, el nuevo lugar era una simple casa.Altagracia se negó a caminar, así que Ignacio la arrastró en silencio hacia el cuarto.—Vístanla —les ordenó a unas cuantas mujeres que se quedaron inmóviles por las órdenes estrictas de Ignacio.No quiso desayunar, tampoco probar ni agua.
—¿Qué sabes del secuestro de Altagracia? —Aracely sigue en la capital, y está en un nuevo pent-house que ya está a su nombre como lo prometió Ignacio una vez se llevara a la aclamada Altagracia.Soledad se pinta los labios antes de responder con una gran sonrisa en el rostro.—Ya tiene dos días pérdida —Soledad se encoge de hombros. Guarda el labial y bosteza—, si no ha salido la noticia que ya está casada con Ignacio es porque se le ha hecho difícil al hombre —se echa a reír.Aracely entrecierra los ojos pensativa.—Tiene que hacerla su esposa. Cuando sus herencias estén unidas, ya no será un problema para nosotras porque Ignacio nos ayudará a que Compañías Reyes sea nuestra. Mm, no creo que sea difícil para él. Sino que el idiota está enamorado —Aracely se arregla su cabello rubio en su hombro—. Sólo así nos libraremos finalmente de ella.—Tu hermana ha sido la basura que más me ha costado echar al fuego —Soledad se coloca de pie—. Ya te diste cuenta que todos están de su lado. Así
Altagracia camina de un lado a otro. No se ha detenido ni un solo momento imaginando lo que dirá cuando cualquiera entre, y cuando se den cuenta que Maribel se marchó.Ha rezado, ha pedido a todos los cielos qué todo salga bien. El teléfono aún no ha sonado, y la duda también la está volviendo loca. Sobre todo por lo que Maribel dijo. Con cada hora qué pasa la ansiedad la carcome. Debió haber esperado un poco más para dejar que se llevara Matías, pero la idea de que Ignacio se aproveche de que de nuevo con su hijo la enfermó.Se sacrificaría ella por su bebé sin dudarlo.Tampoco duerme. Tiene qué esperar la llamada.Altagracia sigue descalza, con su cabello suelto y roja sus mejillas de tanto llorar en silencio. Cuando pudo calmarse luego de soltar a su niño, Altagracia buscó calmarse cuando supo que llorando no lograría nada.—No llores. Cálmate —se repitió a sí misma—. Tu bebé está bien —Altagracia no pudo contener la desesperación por esa tristeza. Se abrazó a sí misma, más vulnera
—¡Gerardo! —Rosa Montesinos sale de la casa a paso desesperado cuando ve a su hijo mayor. Lágrimas de alivio rondan por su rostro, abriendo los brazos para recibirlo—. ¡Gracias a mi Dios!Sergio suelta la mano de Rosa para correr por más que Victoria trate de detenerlo hacia Gerardo, quien con alivio se agacha para recibirlo.—¡Papi! —Sergio se abalanza con fuerza hacia sus brazos—. ¡Estás aquí!—¿Qué haces aquí? ¡Todo salió bien, hijo! Si estás significa que…—Rosa empieza.—Que le han quitado los cargos, pero me temo que eso no es lo que nos preocupa —Víctor le responde a su madre, ordenando de una vez que descarguen la camioneta en la que han llegado—. Altagracia…El rostro longevo de Rosa se estremece porque el rostro de Gerardo está ajeno a la felicidad, está completamente impertérrito ante la gran noticia de su inocencia, pero cuando el nombre de Altagracia reluce en sus rostros preocupados y enojados se da cuenta que algo malo está ocurriendo.—¿Dónde está Altagracia? ¡¿Dónde es
—Maribel, ven aquí. Cuando Ignacio abre la boca, lo primero que observa tras el arco del pasillo es a esa mujer. Altagracia abraza más a su hijo, sorprendida de que Maribel esté aquí. ¿Así que siempre trabajó para Ignacio? ¿Ella y su hermana?Maribel la observa en silencio, acercándose por las órdenes de Ignacio, quedándose justo a su lado. Cuando Ignacio la mira de vuelta, la sonrisa sigue ahí. —Maribel nos hará el favor. Pero sólo después de que nos casemos —Ignacio habla en su tono más normal, como si no la tuviese secuestrada aquí y en contra de su voluntad haciendo lo qué él pide—. Llévala de nuevo al cuarto, y prepárala para mañana —se dirige a Maribel—. Ahora. —Sí, señor —Maribel da un vistazo rápido a Altagracia antes de suspirar, y moverse hacia ella. Hace el intento de tocarla—. Por aquí, señora.—No me toques —gruñe Altagracia con impotencia. Ignacio se echa a reír. —No te olvides que debes hacer exactamente lo qué mi mujer dice —Ignacio enfatiza con un empedern
Los sonidos empiezan a ser más claros cuando comienza a despertarse. La confusión la guía en los primeros segundos, pero luego de una ojeada directa al cuarto, que empieza a aclararse con un par de párpados, Altagracia se levanta de golpe, jadeando en sudor.Horrorizada visualiza todo el cuarto. Es una habitación, adornada en madera, y por un instante cree que ya ha estado aquí. Mira hacia todas partes porque está sola.—¿Bebé? ¡Matías! —es lo primero que exclama, lo primero qué piensa cuando no lo ve a su lado. Aterrada, Altagracia se pone de pie, porque está descalza, y corre hacia la puerta—. ¡¿Dónde estoy?! ¡Déjenme salir! ¡Ayuda!Se gira, tratando de recordar lo que sucedió luego de que le taparan la vista por la capucha en la cabeza: escuchó el llanto de su bebé, y algo parecido al motor de un avión. Sonidos de conversaciones, y ninguno reconoció.Luego de eso una mujer quiso quitarle a Matías de los brazos para mayor comodidad. Desconocida para ella. Recuerda haber dicho “¡No s