Todos los capítulos de La Venganza De La Novia Despreciada Por El Multimillonario : Capítulo 1 - Capítulo 10
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1. Desamparada y traicionada
Vestida de novia, de pie en el altar y mirando hacia la salida de la iglesia, Altagracia finalmente se da cuenta que su futuro esposo no vendrá.Acaba de dejarla plantada en el altar.Su corazón late con fuerza y las lágrimas en sus ojos se van formando cuando, sin creerlo, sigue mirando la entrada de la iglesia y así creer que esto es una broma. Una completa broma de mal gusto.Tiene el ramo de flores blancas, tiene su velo, tiene su vestido hermoso, éste sería el día más feliz de su vida, lo creía ésta mañana cuando se levantó. Ahora aquí, con todas las personas mirándola y dándose cuenta de éste horror, Altagracia no puede ni siquiera respirar.Humillada. Completamente humillada. Su corazón se quiebra en mil pedazos cada vez que mira hacia la puerta. No hay nadie. No viene nadie. No entra a nadie.El hombre de sus sueños acaba de dejarla plantada frente a todo el mundo.Altagracia se traga el sollozo, parada frente a un centenar de personas que ya empiezan a verla con lástima. No.
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2. Un hombre sin piedad
—Aquí están los papeles, señor Montesinos. Los papeles de la hacienda “Los Reyes.” —en la corporación “Campo Del Valle”, un hombre en sus cincuentas le entrega las tan esperadas escrituras a su jefe.El magnate más poderoso de la región de Yucatán y uno de los hombres más millonarios de todo México está sentado en su puesto en la oficina de reuniones. Recibe el papel, mirando con desdén el nombre “Los Reyes.” Lo lanza al escritorio. Su mirada cambia a una calculadora, mirando hacia la ventana. Ojos gravemente fríos se quedan en el cielo de la ciudad de México, y mueve la mano.El hombre que está acostumbrado a tener el mundo a sus pies. Nunca objetado. Siempre teniendo razón sobre todas las cosas.—¿Todo está listo?—Todo, señor Montesinos. La firma es la elegible de la señorita Reyes. El documento especifica que le da a usted todos sus bienes y toda su herencia. No es falsificada como los abogados creyeron, no. Es la firma real de su…—el hombre se calla, relamiéndose los labios.—No
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3. Desheredada
—Es increíble que hayas deshonrado así a nuestra familia. ¡Le diste todo a ese hombre! ¡Todo, Altagracia! ¡Gerardo Montesinos se apoderó y es dueño de todo lo nuestro por tu culpa!Altagracia abraza a su hijo con fuerza, oyendo las horribles palabras que suelta su abuelo contra ella. Ya ni puede recordar la última vez que escuchó algo tan horrible como esto. No puede imaginar lo que sucederá de ahora en adelante porque lo que sale de la boca de su abuelo le quita lo que queda de fuerzas.—¡No quiero verte más, Altagracia! No mereces llevar el apellido Reyes. ¡¿Cómo se te ocurre hacer algo así?! ¡¿Cómo?!—Basta, abuelo —Azucena se arrodilla para abrazar a su hermana—, ¿No estás viendo que tiene a un pequeño en sus brazos?—¡Eso es imposible! ¡Ésta niña jamás tuvo una barriga como para decir que estaba embarazada! —exclama el abuelo de Altagracia señalando con el dedo—, ¡Otra de sus mentiras!—Es verdad. Altagracia acaba de dar a luz a un niño. Estos embarazos son crípticos, la madre no
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4. Enemigos a muerte
Lo primero que observa Altagracia cuando abre los ojos es una fuerte luz. No pasa ni un solo segundo para que lo único que corra hacia su mente sea el recuerdo de su hijo.—¡Mi bebé! —grita Altagracia levantándose de golpe. Es la misma habitación de la mansión, pero ahora tiene intravenosas y la debilidad que antes sentía ya se ha alejado. Pero su mente tiene otra cosa en la que importarse—, ¡Mi bebé!Altagracia se quita las intravenosas desesperadamente para ponerse de pie y salir de la habitación. Cualquier horror pasa por su mente y piensa lo peor mientras camina rápidamente gritando donde está su bebé.—¡Por Dios! —Altagracia jadea descomedida cuando un pequeño niño está en una cuna, y frente a él está Gertrudis. Sale corriendo hacia el niño para llevárselo a los brazos—, Gracias a Dios, gracias a Dios.—Patrona —Gertrudis agacha la cabeza cuando se da cuenta de Altagracia.Altagracia besa a su bebé, meciéndolo. Lo siente para que esto no sea una pesadilla.—¿Cómo está mi bebé?—E
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5. Un amargo amor
—Tú —Altagracia pronuncia convencida de ninguna de las cosas anteriores resultó peor que esto. Verlo aquí, como si nada. Frente a frente. Su corazón golpea con fuerza cada vez que sus ojos siguen reflejados en los de Gerardo—, ¿Cómo te atreves? —se le van las fuerzas a Altagracia cuando pronuncia—, ¿Cómo te atreves a venir aquí?Gerardo es un hombre intimidante por cualquier lado que se vea. Sus músculos ejercitados que se adhieren a su ropa. Sumado al sombrero negro de fieltro le da ese aspecto de hacendado intimidante por el que se ha caracterizado todos estos años. Lo peor es que es atractivo, varonil y con ese toque seductor que ha atraído a cualquier mujer que se le cruce.Altagracia no quiere ni verlo. Todo el peso del odio cae en él.—Largo de mi propiedad. Lárgate —Altagracia da un paso hacia él.Gerardo no se inmuta cuando observa a la hermosa Altagracia Reyes. La preciosa mujer que vuelve a cualquier hombre un tonto. 1 año estuvieron juntos. Estuvo con ella tantas veces que
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6. Colapso
—¡¿Qué se supone qué haré ahora?! —Altagracia grita desesperada, caminando de un lado a otro—, ¡No pueden quitarme mis empresas! Yo dirijo Compañía Reyes y nadie más. Yo soy la heredera de todo el patrimonio, es mío por ley. ¡¿Cómo me hace esto a mí, licenciado?!—Este papel, señora Altagracia. En éste papel se demuestra que usted está en bancarrota.Altagracia da un paso hacia atrás. Hace horas regresó sin una pizca de calma a la mansión, lejos del infierno. No esperó encontrarse con Gerardo, y tenerlo frente de él le demuestra que sólo fue una tonta. Y que su pesadilla es real.Gerardo le ha quitado todo.—Eso es imposible, licenciado —Altagracia agarra entre sus manos las carpetas. Las zarandea frente al rostro del anciano de aspecto desgarbado, lentes en el puente de su nariz y expresión resentida—, dígame que esto es mentira, dígame que esto es mentira, se lo suplico. Yo no —Altagracia se le cae los papeles al suelo. Sus balbuceos suenan como una pequeña niña desamparada—, yo no
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7. Nuestro
Temprana la noche, la lluvia vuelve a caer en la hacienda de Ignacio Gonzales, llenado los caminos que alejan su hacienda con la ciudad. Está pensativo en su escritorio, mientras bebé un poco de whiskey y divisa la ventana con tal de no perder de vista el camino principal donde espera pacientemente.Su atractivo no le quita a Ignacio su tendencia de ser un hombre despiadado. Todos sus empleados le temen, y que volvió de la mansión de Altagracia ha estado más malhumorado qué nunca, lo que significa una intranquilidad eterna que no se acabara ni no recibe alguna respuesta. Ignacio bebe junto a una mirada escrupulosa, recelosa.Cuando la tormenta llega con un trueno despiadado tocan a su puerta. Habla en tono grave. Por el reflejo de la ventana puede notar a su capataz quitándose el sombrero y tomando una postura sumisa.—¿Qué?—Listo, patrón —contesta su capataz—, tal cual como ordenó…el engendro de los Reyes y los Montesinos está muy lejos de su madre…Ignacio se queda en silencio. No
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8. En el punto más bajo de su vida
Una galería de intensas emociones cubre todo el cuerpo de Altagracia frente a éstas palabras. Sus huesos se enfrían dentro del auto, donde todavía continúa. El carro está varado en éste sitio, y cuando se da cuenta Altagracia que está encerrada junto a él, el camino lejos de la hacienda de Ignacio los alcanza porque Gerardo acelera.—Bájame.—Respóndeme.—¡Bájame, Gerardo! —Altagracia pide bajo un manto desesperado—, no sé de qué estás hablando.Gerardo vuelve a frenar. Estar a su lado en estas condiciones sólo empeoran las cosas. No existe calma. Ella es fuego. Gerardo es infierno. No existirán si el otro está en tierra y vivo. Este Gerardo, este ser salvaje, en cuyas venas solo corre odio, parece sumido en una calma inquietante y no responde a sus insultos.—Nuestro hijo.Los labios de Altagracia se tornan blancos y secan. Ha sido él quien pronuncia. Ha sido él quien ha dicho “Nuestro” y ahora Altagracia no sabe qué gritarle. La pronunciación es hecha de forma qué no se cree. A la e
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9. El llanto de su bebé
Altagracia no deja que Gilberto conteste ante su sorprendente veredicto porque segundos después manda a llamar a todos los empleados de la mansión a la parte trasera. Oculta su dolor. Porque perder el enfoque sería perderlo todo.Una vez acomodada frente a todas las personas que la han estado ayudando estos pocos días, y a quienes debe una respuesta, Altagracia utiliza apenas las fuerzas qué tiene.—Sé que cada uno de ustedes merece una razón por la que no le ha llegado su paga y por qué mi familia no ha hablado de esto. Hoy les doy la cara para confirmarle todos los rumores que rondan en la ciudad —Altagracia se detiene. Se le forma el nudo en la garganta una vez más—, su salario salía de mi propio bolsillo porque ésta mansión es de mi madre, y soy yo su única heredera con mis hermanas. No tengo cómo pagarles ahora —se le puede oír el tartamudeo a Altagracia. Los empleados comienzan a mirarse entre sí—, no es justificación para atrasarles el sueldo, y lo sé. Por esa razón les estoy p
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10. ¿No habías dicho que no te importaba?
—Pero mírate, hija —Lisardo toma las manos de Altagracia cuyo temblor está incrementado por estar empapada de lluvia. Preocupado empieza a verla de pies a cabeza—, Altagracia, ¿Qué haces aquí a ésta hora y con éste fatal tiempo?—Padre —jamás había visto a Altagracia de ésta manera. Completamente desdichada, como si hubiese pasado por el camino de fuego de donde tampoco ha salido—, he estado toda la tarde en la fiscalía de la ciudad. Porque…—Dios Santo, ¿Qué sucedió, Altagracia? Tomemos asiento —Lisardo la guía. No cree que Altagracia tenga fuerzas ni para moverse—, es muy tarde para que estés aquí. ¿Has venido sola? ¿Qué fue lo qué pasó después de…? —Lisardo se detiene. Dispone un carraspeo ante su propia falta de imprudencia—, hija, ¿Por qué veo un rostro lleno de dolor?—Lo perdí todo —Altagracia confiesa. Ya no llora. Pero su rostro guarda la emoción de no sentir nada. Sus ojos claros siguen hinchados—, Gerardo Montesinos lo único que hizo fue humillarme. Usted lo vio. Usted vio
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