20. Heredero
—¡Matías! ¡No corras! —unas de las monjas exclama, agarrándose su túnica para correr mejor—, ¡Espera! De unos grandes ojos verdes, atentos al mundo, un cabello castaño claro que ahora resplandece junto al sol y unas risas juguetonas que le dan el toque a su inocencia, un pequeño niño de 1 año se escapa de su cuidadora. —¡Matías! —la monja finalmente lo alcanza, tomándolo del brazo—, ¡Dios! ¿De dónde sacas tantas energías, pequeño? Siempre superas a los demás niños grandes. —¡Volar! —la vocecita del niño exclama, estirando los brazos. No deja de sonreír.La monja se contagia por su risa y comienza a dar vueltas con él para hacerlo reír. Las risas del pequeño es una melodía que llena todo el lugar, y la monja, con un toque de nostalgia, se detiene a verlo. —Oh, pequeño, ¿Cómo fueron capaces de abandonarte en medio de la noche? —exclama la monja—, ¿Qué podría hacer una criatura tan pequeña cómo tú? —Imelda. La monja nombrada salta del susto junto al niño, quien se entretien
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