19. El comienzo de una nueva vida

—Dios me dé fuerzas —Gilberto apenas entiende lo que sucede frente a él—, acabo de estar en su funeral, señora…

—Gilberto —escondida en la mansión desde hace dos días con la ayuda del doctor, Altagracia camina descalza, aun vendada por las quemaduras en todo su brazo y con una manta en sus hombros. Intenta sonreírle vagamente a Gilberto—, soy yo. Estoy viva…—y se siente tan bien para ella tomar la mano de alguien. Altagracia suelta la primera lágrima—, vivo, Gilberto. Nunca fallecí.

Estos días encerrada en la mansión de su madre han sido una tortura. Altagracia no ha podido moverse, no ha podido ver la luz. Ha cerrado todas las ventanas, ha cerrado todas las puertas, y nadie entra aquí.

El doctor, luego de confirmarle todo lo que había dicho y cómo lo había dicho, le preparó la salida disfrazada hacia ésta casa. El doctor preguntó sino tenía otro sitio a dónde ir ya que sería muy peligroso estar en la misma ciudad, ¿Qué pasaba si alguien la veía?

Altagracia sólo respondió que debía pe
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