24. Enemigos a punto de atacar

—Patrón, necesito hablar con usted lo antes posible —Luciano toca, con tono desesperado, la puerta de la oficina de Ignacio González—, es urgente, patrón.

Abre la puerta de un solo tirón. Al encontrarse en la oscuridad mostrada , Luciano se coloca el sombrero rápidamente. Cuando observa al hombre sentando en el sofá, Luciano sospecha de qué algo ocurre.

—Buenas noches, patrón.

—No quiero qué nadie me moleste. Lárgate de mi oficina —Ignacio lanza el veneno justo hacia Luciano. Ojos frívolos observan al hombre recién llegado. Con un dedo, lo señala—. Sobretodo tú, que una maldita tarea te ordené hacer.

Luciano no entiende a lo que se refiere.

—Desaparecer a ese sucio niño de la faz de ésta tierra —sus palabras son de piedra—, ese niño que lleva la sangre de Gerardo Montesinos con la mujer que nunca debió haber tocado porque debía ser mía. Ese engendro qué nunca debió haber nacido —Ignacio lo agarra por el cuello—, dijiste qué la anciana se había ido muy, muy lejos de aquí. Hoy v
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