18. Arrepentimiento

Pese a un ardor innombrable en partes de su cuerpo que no reconoce Altagracia decide abrir los ojos. Experimenta decaída, y a los momentos está desorientada, escandalizada por las luces encima de ella.

Un inhalador le provee del oxígeno, y poco a poco, los recuerdos y el dolor se hacen más vividos. Divisa su brazo vendando, sus piernas. Dios. ¿En dónde está? ¿Qué ocurrió?

Su mano tiembla al llevarla al inhalador, y se lo quita en un intento de decirle a la mente que la conecte cuanto antes con el mundo para poder entender esto. Y esa quemazón en su cuerpo la hace jadear. Sus ojos ya lagrimean. Altagracia empieza a sollozar.

Villalmar ardiendo en llamas.

—¿Señora Reyes? —se avecina una voz preocupada ante sus sollozos. Un desconocido hombre se postra frente a ella, mirándola—, cálmese. Está en buenas manos. Sus heridas…

—¿Dónde estoy…? ¿Qué sucedió…? ¿Qué…? —entrecortada y sollozando la voz de Altagracia pierde fuerzas. Hace el débil intento de moverse.

—Un incendió, señora Reyes. Los
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